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Dos epopeyas, dos visiones de América: ‘Lo que el viento se llevó’ frente a ‘Gigante’

Mitos enfrentados

Una defendía el viejo orden esclavista del Sur; la otra retrataba el ascenso social y los conflictos raciales del Oeste. Dos películas opuestas que marcaron el imaginario de Hollywood

Clark Gable y Vivien Leigh en 'Lo que el viento se llevó' (1939, izqda.) y Rock Hudson y Elizabeth Taylor en 'Gigante' (1956)

Clarence Sinclair Bull/John Kobal Foundation/Hulton Archive/Getty Images // API/GAMMA/Gamma-Rapho via Getty Images

El cine, como todo, es hijo de su tiempo. Pensemos en las películas de James Bond: el agente mujeriego y machista de los sesenta ha dejado paso, en los últimos años, a un personaje mucho más emocional. Algo así sucedió con las grandes superproducciones que aspiraban a contar historias “más grandes que la vida”, como estos dos clásicos del género: Lo que el viento se llevó (1939) y Gigante (1956), dos historias épicas que también son frescos de la historia estadounidense.

Sus estrenos originales están separados por casi dos decenios, pero a las pantallas de nuestro país, por cosas de la censura franquista, llegaron en los años cincuenta. Si en 1950, con once años de retraso, los españoles conocían las cuitas de Rhett Butler y Escarlata O’Hara, en 1959 (esta vez solo tres más tarde que en Estados Unidos) se estrenaba Gigante, en la que Hollywood ya contaba una historia radicalmente distinta.

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Lo que el viento se llevó es un canto o, como se diría ahora, una romantización del Sur, el bando perdedor en la guerra civil estadounidense. Según la película, ese Sur sería sinónimo de caballeros galantes que se batían por puro sentido del honor. La esclavitud se retrata a partir de una mirada profundamente paternalista. En ningún momento se denuncia la inhumanidad del sistema, todo lo contrario: los afroamericanos parecen siempre satisfechos de su condición. Por otra parte, se les caricaturiza a partir de claros estereotipos: la niña que dice que sabe atender a las mujeres embarazadas no tiene, en realidad, la menor idea de qué hacer, y su falso testimonio da entender que los de su raza son mentirosos.

El propio título de la película es una declaración de intenciones, porque expresa una profunda nostalgia por el mundo que existía antes de la guerra, como si no estuviera basado en el privilegio. El cínico Rhett Butler, al principio, se toma la guerra con un profundo distanciamiento. Le parece absurdo que el Sur vaya a una lucha para la que no está preparado frente a un enemigo que sí tiene músculo industrial. Sin embargo, cuando todo se ha perdido, decide incorporarse a la lucha. Aunque su gesto puede resultar inútil, expresa la irresistible atracción que ejercen ciertas causas perdidas.

La reconstrucción del país se enfoca desde un prisma profundamente sesgado. Los vencedores vendrían a ser oportunistas que se aprovechan de la situación para enriquecerse. Frente a ellos, a la buena gente del Sur no le quedaría más opción que la resistencia. Es eso lo que se plantea cuando los hombres se organizan para tomarse la justicia por su mano ante lo que perciben como un serio problema de orden público. La película no lo dice abiertamente, pero lo que presenciamos es una apología del Ku Klux Klan. En cambio, en la novela de Margaret Mitchell la referencia es explícita. De una forma u otra, lo que se hace es blanquear a un grupo terrorista.

Gigante, en cambio, responde a un espíritu muy distinto. El filme empieza fuerte cuestionando la narrativa del imperialismo norteamericano cuando Leslie (Elizabeth Taylor) le dice su futuro marido, Jordan Benedict (Rock Hudson), que Estados Unidos robó Texas a México. Como buen tejano, Jordan reacciona airado. No sabe o no quiere saber que se trata de un dato puramente objetivo, en referencia al conflicto bélico del siglo XIX en el que Washington arrebató al estado azteca una considerable porción de su territorio nacional.

Leslie, convertida ya en la señora Benedict, llega a la finca de su marido y enseguida trata con educación a los mexicanos. Su marido la reconviene. Ahora que es tejana, debe comprender que allí no se acostumbra a dar semejante confianza a ese tipo de personas. Ella se rebela contra la imposición. Tengan en Texas las costumbres que tengan, Leslie piensa que nadie puede meterse en su libertad para hacer las cosas. Le han enseñado desde pequeña que la cortesía es una virtud y no tiene intención de hacer distinciones de carácter racial.

El personaje de Rock Hudson es un hombre muy conservador que procura gobernar su familia con autoritarismo. La vida le mostrará que, en la práctica, no controla nada. Su hijo y sus dos hijas acabarán haciendo lo que ellos quieren, no lo que él tenía previsto. Su esposa le ama profundamente, pero no por eso deja de ser una mujer independiente con unos criterios muy definidos. En cierto sentido, lo que vemos en el filme es un patriarcado que se derrumba.

El cabeza de familia sufrirá un nuevo golpe cuando su heredero, Jordan Benedict III (Dennis Hopper) se case con una mexicana, Juana Guerra (Elsa Cárdenas). Pero acaba rectificando y lo hace de una forma espectacular. Mientras la familia está en un restaurante, el propietario insulta a su nuera y a su nieto mestizo. Cuando intenta echar a una familia de origen hispano, Benedict sale en su defensa y se lleva una gran paliza. Parece, a primera vista, que ha perdido. En realidad, es ese gesto el que lo convierte, a ojos de su esposa, en “Gigante”.