El alemán Leopold von Ranke, considerado el padre de la historiografía científica, decía que hacer historia es mostrar el pasado tal como sucedió. Desde entonces, siglo XIX, ha llovido mucho. Un historiador de hoy ha de tener en cuenta las percepciones de sus protagonistas, aunque no se ajusten a la realidad. Aquello que la gente considera que es verdad puede tener consecuencias muy reales, aun siendo mentira.
En Cómo hablar de los hechos que no han ocurrido, Pierre Bayard, con un estilo ameno y muy divertido, nos presenta una colección de acontecimientos que hoy sabemos que no tuvieron lugar, aunque sus contemporáneos pensaran lo contrario. De ahí que el autor rechace que estemos ahora en la era de la posverdad: las ficciones no solo han existido siempre, sino que pueden llegar a ser benéficas.

John Steinbeck
Hay distintos tipos de verdad que no coinciden necesariamente con la factual. Por ejemplo, la literaria. En el relato de su viaje por EE. UU., John Steinbeck se inventó las conversaciones de las personas con las que supuestamente había hablado. El novelista, además, no durmió, como indicaba, en lugares incómodos, sino en buenos hoteles. Pero nada de eso importa, porque tras esas inexactitudes reflejó la verdad acerca de la situación del país en los años sesenta.
¿Puede salir una verdad de una mentira?
En otras ocasiones, lo que en un momento dado se considera conforme a la verdad histórica resulta no ser más que una falsedad. Freud pensó que Leonardo da Vinci no había tenido vida sexual y que concentró la energía que no invirtió en ese ámbito en producir grandes obras de arte. En realidad, el pintor italiano mantuvo relaciones con diversos hombres. Era Freud el que volcaba toda su energía en el terreno profesional.

Sigmund Freud
No obstante, aunque el de Leonardo fuera un ejemplo falso, sirvió para apuntalar un concepto verdadero: el de sublimación. Hay quien prefiere derivar su fuerza erótica hacia objetivos que nada tienen que ver con su libido, pero que consideran más nobles.
La filósofa Hannah Arendt utilizó un caso equivocado para ilustrar algo cierto. Tenía razón al apuntar que muchos nazis habían sido burócratas grises que se habían limitado a obedecer órdenes. Adolf Eichmann no era uno de ellos: poseía unas ideas fanáticas y actuó en consecuencia.

Foto de Kitty Genovese en la ficha policial de la policía de Nueva York, 1961
Fijémonos en el asesinato en Nueva York de la joven Kitty Genovese el 13 de marzo de 1964. Se dijo que 38 personas habían sido testigos del crimen, sin que ninguna de ellas llamara a la policía. Aunque esto no se demostró, el rumor ilustró algo muy real: cuando muchos presencian una situación injusta es más fácil que no intervengan. El número hace que no se sientan tan responsables.
Bayard, con documentación, sensatez y también humor, nos convence de que no nos obsesionemos con la objetividad completa. El ser humano necesita crear fábulas. De lo que se trata es de saber interpretar lo que nos dicen esos relatos acerca de nosotros mismos.
Cómo hablar de los hechos que no han ocurrido
Pierre Bayard
Madrid: Cátedra, 2025
224 pp. 17,50 € (papel) / 11,99 € (digital)
