De todos los presidentes de la actual democracia, Leopoldo Calvo-Sotelo (1926-2008) es el menos conocido. Ello se debe a un cúmulo de factores. Su breve mandato, entre 1981 y 1982, estuvo marcado por la crisis terminal de su partido, la UCD (Unión de Centro Democrático). A ello se sumaba su falta de carisma: era un hombre tan serio que los humoristas Tip y Coll bromeaban con que, supuestamente, tomaba clases para aprender a sonreír. Por suerte, tenía a su lado a su esposa, Pilar Ibáñez-Martín, una mujer de sonrisa chispeante que lo definiría como “feo, católico y sentimental”.
La figura de Calvo-Sotelo quedó oscurecida entre dos personalidades de gran magnetismo: Adolfo Suárez, su antecesor, y Felipe González, su sucesor. En contraste con ambos estadistas, él mismo reconocía que casi todos sus conocimientos de política procedían de los libros.
Sin embargo, su etapa al frente del gobierno fue esencial para estabilizar un país sacudido por la intentona golpista del 23-F, el día en que el Congreso votaba su investidura. José-Vidal Pelaz y Pablo Pérez abordan en Consolidar la democracia una presidencia que, aunque breve, no fue en absoluto insustancial. Los autores se sirven de múltiples fuentes, entre ellas, el archivo del propio protagonista.
Una de las primeras decisiones fue determinar qué hacer con Tejero y sus cómplices. La cuestión era tan comprometida que el propio Calvo-Sotelo manifestó que deseaba “sacarse la muela del juicio”. Según sus palabras, se negó a investigar la trama civil, porque eso habría implicado perseguir a unas trescientas mil personas.
Un bienio reformista
Durante su mandato, España ingresó en la OTAN, una decisión que rompía con nuestro aislamiento internacional. En política interna, la ley del divorcio marcó otro hito relevante. En su ejecutivo se encontraba también Soledad Becerril, la primera mujer en ocupar un ministerio desde la restauración de la democracia, al frente de la cartera de Cultura.

Soledad Becerril, ministra de Cultura en el gabinete de Leopoldo Calvo-Sotelo, 1981
Los autores, al destacar estos y otros acontecimientos, buscan demostrar que no toda la modernización de España fue obra del PSOE. Antes, la UCD ya había realizado un trabajo decisivo. Mientras gobernaba, Calvo-Sotelo asistió a la progresiva descomposición de su partido. En más de una ocasión le preguntaron cómo era posible que la misma fuerza que había conducido la Transición no hubiera logrado organizarse internamente. Para él, el enfoque debía ser justo el contrario: había que explicar cómo algo tan poco sólido como la UCD había conseguido pilotar con éxito la democratización.
En Consolidar la democracia descubrimos, en suma, a un gestor eficaz. No fue el mejor comunicador del mundo, pero pocos dudan de su preparación técnica y su vasta cultura, evidenciada también en su talento con la pluma. Su faceta literaria, apenas conocida por el gran público, ha sido recogida en la antología Poesía en la tangente (Sial Pigmalión, 2022).
Consolidar la democracia
José-Vidal Pelaz López y Pablo Pérez López
Madrid: Marcial Pons, 2025
438 pp. 34,20 €
