Leopoldo Calvo-Sotelo, el presidente feo, católico y sentimental

Entre libros

José-Vidal Pelaz y Pablo Pérez cofirman en 'Consolidar la democracia' un trabajado estudio que rescata la figura de Leopoldo Calvo-Sotelo, hombre culto y buen gestor

Leopoldo Calvo Sotelo jura como presidente del Gobierno en el Palacio de La Zarzuela, el 26 de febrero de 1981

Leopoldo Calvo-Sotelo jura como presidente del Gobierno en el Palacio de La Zarzuela el 26 de febrero de 1981

EFE

De todos los presidentes de la actual democracia, Leopoldo Calvo-Sotelo (1926-2008) es el menos conocido. Ello se debe a un cúmulo de factores. Su breve mandato, entre 1981 y 1982, estuvo marcado por la crisis terminal de su partido, la UCD (Unión de Centro Democrático). A ello se sumaba su falta de carisma: era un hombre tan serio que los humoristas Tip y Coll bromeaban con que, supuestamente, tomaba clases para aprender a sonreír. Por suerte, tenía a su lado a su esposa, Pilar Ibáñez-Martín, una mujer de sonrisa chispeante que lo definiría como “feo, católico y sentimental”.

La figura de Calvo-Sotelo quedó oscurecida entre dos personalidades de gran magnetismo: Adolfo Suárez, su antecesor, y Felipe González, su sucesor. En contraste con ambos estadistas, él mismo reconocía que casi todos sus conocimientos de política procedían de los libros.

Lee también

Sin embargo, su etapa al frente del gobierno fue esencial para estabilizar un país sacudido por la intentona golpista del 23-F, el día en que el Congreso votaba su investidura. José-Vidal Pelaz y Pablo Pérez abordan en Consolidar la democracia una presidencia que, aunque breve, no fue en absoluto insustancial. Los autores se sirven de múltiples fuentes, entre ellas, el archivo del propio protagonista.

Una de las primeras decisiones fue determinar qué hacer con Tejero y sus cómplices. La cuestión era tan comprometida que el propio Calvo-Sotelo manifestó que deseaba “sacarse la muela del juicio”. Según sus palabras, se negó a investigar la trama civil, porque eso habría implicado perseguir a unas trescientas mil personas.

Un bienio reformista

Durante su mandato, España ingresó en la OTAN, una decisión que rompía con nuestro aislamiento internacional. En política interna, la ley del divorcio marcó otro hito relevante. En su ejecutivo se encontraba también Soledad Becerril, la primera mujer en ocupar un ministerio desde la restauración de la democracia, al frente de la cartera de Cultura.

Soledad Becerril con su cartera como ministra de Cultura en el gabinete de Leopoldo Calvo-Sotelo, 1981

Soledad Becerril, ministra de Cultura en el gabinete de Leopoldo Calvo-Sotelo, 1981

Paco Junquera/Cover/Getty Images

Los autores, al destacar estos y otros acontecimientos, buscan demostrar que no toda la modernización de España fue obra del PSOE. Antes, la UCD ya había realizado un trabajo decisivo. Mientras gobernaba, Calvo-Sotelo asistió a la progresiva descomposición de su partido. En más de una ocasión le preguntaron cómo era posible que la misma fuerza que había conducido la Transición no hubiera logrado organizarse internamente. Para él, el enfoque debía ser justo el contrario: había que explicar cómo algo tan poco sólido como la UCD había conseguido pilotar con éxito la democratización.

En Consolidar la democracia descubrimos, en suma, a un gestor eficaz. No fue el mejor comunicador del mundo, pero pocos dudan de su preparación técnica y su vasta cultura, evidenciada también en su talento con la pluma. Su faceta literaria, apenas conocida por el gran público, ha sido recogida en la antología Poesía en la tangente (Sial Pigmalión, 2022).

Cómpralo en Amazon . Las noticias que se publican en la sección Propuestas de Historia y Vida tratan de forma objetiva e independiente libros que pueden ser de interés para los lectores. Cuando el usuario realiza una compra a través de los enlaces específicos que aparecen en estas noticias, La Vanguardia percibe una comisión.
Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...