A estas alturas del verano, los niños se preparan para volver a la escuela, unos con más entusiasmo que otros. Pero no en Ucrania. La guerra con Rusia ha dejado un reguero de escuelas derruidas por los bombardeos, lo que imposibilita a los más pequeños volver a esa relativa “normalidad”. En algunas aulas, ni rastro de pupitres. En otras, ni siquiera las paredes que separaban la clase del pasillo siguen en pie.
Ahora, entre escombros, algunos niños ucranianos vuelven para recoger el material escolar. Empieza el nuevo curso, pero ellos viven ya el tercer año consecutivo de clases online; empalman una pandemia mundial con una guerra con el país vecino.
Como dice Emilio Morenatti, “un efecto colateral más de una guerra, absurda como todas, que en este caso se materializa en los vulnerables”.
El reconocido fotógrafo español ha hablado también con padres y maestros. “Todos me dicen que necesitamos visualizar este drama: miles de niños sin escolarizar por culpa de la guerra”, comenta. Los niños quieren volver: “Una cosa es hacer una clase online sabiendo que tienes una escuela y otra diferente es hacerla porque sabes que ya no tienes escuela”.
Cuando le llamamos, está en Bucha. Ha acudido al funeral de un militar que murió en el Donbass, cuenta, “un gran tipo que aquí es considerado un héroe”. Lo que Morenatti plasma esta vez, sin embargo, no es el rostro maduro de la guerra, sino los semblantes de los niños que ya no juegan en el patio. Los retrata a cada uno en el rincón donde solían sentarse: “Yo no les dije cómo tenían que ponerse; simplemente permanecieron allí”.
Sus testimonios son desoladores. "Al principio, después de que la bombardearan, tenía miedo de venir a la escuela —le dijo Sofía Zhyr, de 14 años, al fotógrafo—. La miré desde lejos durante mucho tiempo. Entonces, parecía que no había pasado nada”. En la imagen, la niña se sienta en su antiguo pupitre, entre los restos de un aula de una escuela de Chernihiv que las fuerzas rusas bombardearon el tres de marzo. El mismo día cayó también la de Oleksandr Morhunov (13 años) y la de Sofía Klyshnia (12). “Cuando estoy en mi clase, ahora, solo pienso en lo mucho que deseo que esta guerra acabe”, confesó el niño.
Un día después, le tocaba al colegio de Anna Skiban (12), y al de Oleksii Lytvyn. Mykola Kravchenko (12) piensa en la persona que murió entre los escombros. Ivan Hubenko (11) siente resentimiento hacia los que convirtieron aquel lugar en ruinas. Karina Muzyka (10 años) vive cerca de su escuela. Cuando fue bombardeada, sus ventanas estallaron y el candelabro casi le cayó encima. “Sentí mucho miedo”, recuerda.
Khrystyna Ignatova (16 años) mira hacia el exterior. “Echo de menos a mis amigos, a mi escuela, a mis profesores, pero habrá una nueva escuela y nuevos amigos y profesores. Lo más importante es que la vida continúa”.
Ellos son los pequeños protagonistas del último reportaje fotográfico de Morenatti, una pequeña muestra que captura una realidad mucho más grande:
Sofía Zhyr, de 14 años, se sienta en su escritorio entre los restos de su aula en la Escuela Chernihiv, el 30 de agosto de 2022.
Anna Skiban, de 12 años, entre los escombros de su antiguo aula, donde antes estaba su pupitre, el 30 de agosto de 2022.
Oleksandr Morhunov, 13 años, se sentado en su silla. Su escuela fue bombardeada por las fuerzas rusas el 3 de marzo.
Mykola Kravchenko, de 12 años, mira su clase de informática, totalmente destruida en el liceo de Mykhailo-Kotsyubynske, el 30 de agosto de 2022.
Khrystyna Ignatova, de 16 años, delante de su pupitre, entre los restos de una de las aulas de su escuela en Chernihiv, el 30 de agosto de 2022.
Anastasia Avramenko, de 13 años, donde antes se encontraba su pupitre. ""Quería graduarme aquí", dijo.
Ivan Hubenko, de 11 años, camina sobre los escombros de su antigua escuela en Chernihiv.
Oleksii Lytvyn, 13, entre lo que queda de su clase."Siento que esto es como un sueño, no puede ser realidad", dijo ese 30 de agosto de 2022, al volver a su escuela.
Karina Muzyka, de 10 años, de pie en su aula en la Escuela Chernihiv.
Sofía Klyshnia, de 12 años: "Me da miedo estar aquí,en la parte destruida de la clase en la que una vez estudié".
Ivan Hubenko, de 11 años: "Me siento ofendido cuando estoy en mi escuela, por lo que nos han quitado".
