Siria nos enseña que asumir lo obvio no es fácil

Diplomacia

Siria nos recuerda que un pueblo es capaz de lo más impredecible y que las dictaduras mantienen una apariencia de solidez, a pesar de haber perdido todo lo que las sostiene.

La solidez emana del miedo a la represión, pero llega un momento en que alguien consigue lo impensable, un desafío que el régimen no atiende con la contundencia acostumbrada, y entonces el colapso es muy rápido. Como si fuera un gran buque, el sistema autoritario se hunde por una brecha no taponada a tiempo.

Los analistas internacionales no son buenos anticipando lo ilógico, aunque sea justo

Ni las mejores agencias de espionaje ni los analistas más respetados suelen predecir estos hundimientos. No son buenos anticipando lo ilógico, aunque sea justo.

Por eso hace una semana nos sorprendió el colapso del régimen de Bashar el Asad y hoy nos cuesta encontrar una explicación razonable, como si la actualidad, aun teniéndola delante, fuera impenetrable.

TOPSHOT - A man joyfully tosses a boy into the air as people gather at Saadallah al-Jabiri Square after the Friday noon prayer in Aleppo on December 13, 2024, to celebrate the ousting of president Bashar al-Assad and the end of five decades of Baathist rule in the country. More than half a century of brutal rule by the Assad clan came to a sudden end on December 8, after a lightning rebel offensive swept across the country and took the capital. (Photo by OZAN KOSE / AFP)

Alegría en Alepo ayer por la mañana después del rezo de los viernes 

Ozan Kose / AFP

Nos pasó lo mismo con la caída del muro de Berlín en 1989, con la masacre de Tiananmen ese mismo año, con los atentados yihadistas del 11 de septiembre del 2001 en Washington y Nueva York, con la quiebra en el 2008 de Lehman Brothers, el banco de inversión más grande de Estados Unidos, con el triunfo de la revolución tunecina del 2011 y el estallido de las primaveras árabes, con la pandemia del 2019, con la invasión rusa de Ucrania en el 2022 y con la masacre de Hamas del 7 de octubre del 2023.

Cada uno de estos acontecimientos hicieron del mundo un lugar más peligroso. Algunos sucedieron a pesar de las advertencias de los expertos, como la covid o la invasión de Ucrania. Atender a estos avisos exigía un coraje político que ya no se encuentra. Implica que el líder reconozca, desde la moral y la transparencia, que el peligro acecha. Más útil y barato para sus intereses es el engaño. Mientras no sintamos el aliento del ogro, es mejor comportarse como si no existiera.

Sabemos, por ejemplo, que habrá otra pandemia universal, pero aún no hemos puesto en marcha los sistemas de colaboración internacional que podrían atajarla.

Los gobiernos europeos sabían en febrero del 2022 que Putin se disponía a invadir Ucrania. Se lo dijeron los servicios secretos norteamericanos, pero optaron por no hacer caso. Y no podían hacerlo porque no tenían los medios para evitar el ataque. Ahora, cuando el secretario general de la OTAN les dice que deberían tener una “mentalidad de guerra” y destinar más del 2% del PIB a la defensa, la mayoría, sobre todo los que están más lejos de Rusia, prefieren creer que exagera.

El dictador sabe que vive del terror, pero el líder democrático no sabe que vive de las instituciones

A veces, la información se ignora porque es molesta –como los preparativos de Hamas para atacar el sur de Israel desde Gaza–, pero a veces, sencillamente, no hay buena información.

El pasado 18 de noviembre, durante el último Consejo de Ministros de la UE, Italia planteó la necesidad de restablecer las relaciones diplomáticas con el régimen sirio. El argumento, compartido con los países de la Liga Árabe, era que, después de trece años de guerra civil, Bashar el Asad había impuesto el terror que garantiza el equilibrio, que a su vez permite reabrir los negocios. Nueve días después, el 27 de noviembre, los rebeldes islamistas lanzaron una ofensiva contra el ejército sirio cerca de Alepo, primera victoria de una cadena de triunfos que culminó el pasado día 8 con la huida del dictador.

¿Quiénes son estos rebeldes, quién los financia y vende armas?

Las mismas preguntas sin respuestas claras podemos hacerlas del ejército de Arakar, que esta semana se ha hecho con el control de los 240 kilómetros de frontera entre Birmania y Bangladesh. Es el peor revés que ha sufrido la junta militar birmana desde el inicio de la guerra civil en el 2021. Unos milicianos, muchos descalzos, pero con un gran poder de fuego, tomaron la última base de la policía de fronteras en el estado de Rakhine. ¿Es este el principio del fin de la dictadura? ¿Cuánto tardarán en caer los generales? ¿Cuánto aguantarán Putin, los ayatolás y Kim Jong Un?

No lo sabemos, pero lo que está muy claro es que cuando un sistema político no es útil para la mayoría de la población, todo es posible, sobre todo lo impensable.

¿Hemos pensado en el colapso de las democracias liberales? Vemos su deterioro, pero aún creemos que aguantarán. Pensamos como piensa un dictador. A pesar de la catástrofe social que ha causado, él confía en el aparato represor, y nosotros, los demócratas, confiamos en que las instituciones nos salvarán del populismo. Es la misma lógica, pero hay una diferencia. Él sabe que si no mata lo matan. En su mundo no hay alternativa a la fuerza. Nuestros líderes, sin embargo, creen que podrán gobernar en paz sin instituciones sólidas ni verdades fehacientes. Trump, incluso, considera que son un estorbo.

Mientras la pugna política en las democracias avanzadas socava las instituciones, las dictaduras se imponen. No solo hay más autocracias, sino más partidarios de ellas en las propias democracias.

Los populismos avanzan envueltos en un misterio similar al que rodea a los rebeldes sirios y birmanos. No son ajenos a nosotros. Son parte de nosotros. No dan miedo. Al contrario. Aunque hayan sido terroristas hasta hace dos días, hoy son libertadores.

Si los líderes democráticos quieren entender por qué los extremos cautivan a las mayorías, deben asumir lo impensable, es decir, que son incapaces de reconstruir el consenso en torno al bien común. Cuando lo hagan, dejarán de sorprenderse por lo obvio.

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