Idlib, laboratorio del nuevo poder sirio

Cambio de régimen en Siria

Viaje al enclave islamista gobernado desde el 2017 por HTS y cuyo modelo es difícil de exportar al resto del país

A Syrian rebel fighter sits in a 'Management of Liberated Areas' authority office in Maaret al-Numan, in the northwestern Syrian Idlib province, on December 14, 2024. Vegetation grows between crumbled walls and torn asphalt in Maaret al-Numan, once home to nearly 100,000 people, which became a key battleground since fighting broke out in the Syrian civil war in 2012 due to its location on the strategic M5 highway linking Aleppo to Damascus. But with the ousting of long-time president Bashar al-Assad on December 8 by an Islamist-led rebel force, many of its residents displaced by war couldn't stay away after years of exile, and are returning, eager to rebuild their homes and lives in spite of the surrounding devastation. (Photo by Ozan KOSE / AFP)

La administración local.Un combatiente rebelde, en una oficina de la administración de las Áreas Liberadas, en Maarat el Numan (Idlib)

OZAN KOSE / AFP

Es mejor no preguntarle a Alaa qué estaba haciendo con su vida en el 2015. Iraquí, emigrado a Siria hace más de una década para defender el islam, ahora trabaja como funcionario en el Ministerio de Salud de Idlib, una provincia del noroeste del país y gobernada de forma autónoma desde el 2017 por los islamistas la Organización para la Liberación del Levante (HTS, según las siglas en árabe).

Pero la pregunta es inevitable y la respuesta, acompañada de una sonrisa muy macabra, clarificadora: “Ahora soy solo un civil”. A pesar de ello, la pistola que cuelga de su cinturón alimenta malas ideas. Cómo él, muchos de los antiguos muyahidines de Al Nusra, la rama siria de Al Qaeda, se han integrado en HTS, junto a miembros de otros grupos cuyo programa político inicial incluía la creación de un califato.

Acorralada hasta ahora en una esquina de Siria, de repente esta milicia ocupa los despachos de Damasco

Estos milicianos, que durante los años de guerra han permanecido acorralados por el régimen en la esquina superior izquierda del mapa sirio, ahora ocupan los despachos de Damasco. El líder de HTS, Mohamed Abu el Yolani, ha presentado a los sirios y al mundo un discurso suavizado, lejos de la aplicación de la ley islámica al estilo de Estado Islámico, y “tolerante con las minorías religiosas del país”.

Una imagen de yihad light que se mantiene de momento en las calles de Siria, a pesar del recelo de la comunidad internacional, incómoda con que los islamistas hayan asumido el control del país. Hombres vestidos con pasamontañas y uniformes militares se pasean en moto y con fusiles en las principales ciudades. Los niños de la capital hacen cola para posar con ellos, y una mujer cristiana incluso les agradece “haber liberado siria” de la opresiva dictadura de Bashar el Asad.

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Pero esta no es la primera vez que HTS entra en política. Durante años, el grupo ha estado al mando de llamado Gobierno de Salvación de Idlib, que hasta ahora operaba de forma absolutamente independiente. Tanto, que a día de hoy no recibe señal de telefonía de Siria y las únicas monedas aceptadas son el dólar americano y la lira turca.

Un policía con un largo abrigo rotulado, también en turco, dirige el tránsito en la rotonda de entrada a la ciudad, donde un mural recién pintado reza: “Libertad para todos los sirios. Bienvenidos a Idlib”. Aquí huyeron muchos de los opositores al régimen y aquí nació la rebelión que en pocos días se hizo con el control de todo el país.

“El ministro de Salud no puede atenderles porque se encarga de todo el país y ha tenido que irse a la capital”, dice su nervioso secretario, Hamza Kidah, quien admite que la transición de gobernar un pequeño enclave de 2,6 millones de personas a gobernar toda una nación “es un proceso caótico”. No saben tratar a los medios, dicen, porque nunca se ha presentado ningún periodista allí.

El aislamiento de Idlib es palpable. La presencia de occidentales también es recibida con recelo en el zoco principal de la ciudad, cuyas calles feas están marcadas por los mordiscos de la metralla y los bombardeos del régimen sirio y los cazas rusos. Se trata de una sociedad mucho más islámica y conservadora que la del resto del país. “Estoy orgullosa de ser madre de combatientes y mártires”, dice Hayat, de 56 años y la única compradora del mercado de ropa de mujeres que accede a hablar.

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“Los rebeldes empezaron de la nada, Idlib es un lugar pequeño y sin recursos, pero gracias a Dios pudimos hacer cosas realmente buenas en el pasado… su experiencia no es nula y hay (áreas) en las que tuvieron éxito”, dijo Jolani a Mohammed Jalali, ex primer ministro de El Asad, tecnócrata que HTS ha decidido mantener en su puesto para guiar la transición. “Pero no podemos prescindir de la vieja (guardia) y tenemos que beneficiarnos de ella”.

El modelo de Idlib es difícilmente exportable al resto de Siria, donde un 25% pertenece a minorías distintas al sunismo. “Hemos tenido que cambiar nuestra retórica”, admite Alaa tras un breve pausa para el rezo. “Creo que El Yolani ha entendido que podemos vivir con gente de otras religiones”, explica y, remarca que “no es tiempo para luchar entre nosotros. Es hora de la paz”.

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