Un equipo de bomberos mexicanos se suma a la batalla contra los mega incendios de Los Ángeles mientras que Donald Trump anuncia la deportación de millones de sus compatriotas. La ironía no habría pasada inadvertido al gran cronista del sur de California, Mike Davis.
El autor de Ciudad de quarzo (editado en inglés en 1990 y en español por Arpa en 2023) murió hace dos años, pero su brillante retrato de Los Ángeles, una megalópolis situada apocalípticamente en el borde del precipicio tanto por su naturaleza extrema como por sus contradicciones sociales, es más relevante que nunca.
Davis, que pasó las ultimas décadas de su vida en San Diego, solía contrastar los aciertos urbanísticos de Tijuana, al otro lado del Rio Bravo, con el desastroso modelo de especulación inmobiliaria y el sprawl suburbial de Los Ángeles. La diferencia entre EE.UU. y México tenía importantes lecciones para el control de los incendios, tal y como Davis explicó en uno de sus ensayos más citados: The case for letting Malibu burn (El caso a favor de dejar que arda Malibu).
Al proponer -con una dosis de ironía- una conflagración necesaria de las mansiones de Malibu, Davis planteaba la siguiente idea: debido a la expansión imparable de viviendas unifamiliares en el sur de California - el famoso sprawl- los bomberos se vieron forzados a adoptar una política de supresión total de incendios forestales, incluso los más pequeños. Esto, a pesar de que el fuego había sido, durante millones de años, un mecanismo natural para limpiar los bosques de mata seca y así evitar los mega incendios, como el que arrasa actualmente por la ciudad de Hollywood.
Esta política de supresión de todos los incendios, iniciada en la segunda década del siglo XX, fue necesaria para facilitar la expansión imparable de la llamada ciudad de cien millas. Pero “ha sido un error trágico porque genera enormes cantidades de combustible en los bosques de chaparral”, escribió Davis. Una hectárea de chaparral viejo que ha ido acumulando materia vegetal equivale a 130 barriles de petróleo crudo, calculó Davis basándose en los estudios del geógrafo de la Universidad de Riverside en Los Ángeles, Richard Minnich
“Antes de los años veinte del siglo pasado, los incendios no se apagaban; continuaban durante los meses de verano, quemando hacia arriba, hasta que las lluvias los apagaban en el otoño”, explicó Minnich la semana pasada en una entrevista telefónica a La Vanguardia. “Ahora el combustible se acumula y los mega incendios llegan más tarde, en invierno, cuando los vientos de Santa Ana se convierten en huracanes.”
Davis escribió el libro clásico sobre Los Angeles 'Ciudad de quarzo'
Debido a la supresión total de incendios, Los Ángeles, “la ciudad sin fronteras (...) que soñó con ser infinita” —según escribió Davis en Ciudad de cuarzo—, se ha convertido en un polvorín.
El incendio actual en Pasadena “ocurrió en el chaparral de las montañas de San Gabriel, donde no ha habido un incendio en 45 años; luego, las ascuas fueron transportadas por los vientos de Santa Ana hasta las zonas llanas de la ciudad”, añadió Minnich en la entrevista. Otro fuego que ha destruido el distrito opulento de Los Palisades, incluyendo el emblemático Sunset Boulevard, empezó en las montañas de Santa Mónica
Otra autoridad sobre incendios, el ecritor Steve Payne, comenta en su libro sobra California que, en la segunda mitad del siglo XX, los bomberos d el sur de California “se convirtieron en un servicio de apoyo del sprawl suburbial”, facilitando la construcción de urbanización tras urbanización en el polvorín de chaparral que trepaba por las montañas de San Bernardino, Santa Mónica y Santa Ana. Davis destacó también la facilidad con la que se lograba seguro contra incendios en las nuevas urbanizaciones de chalés.
“Hay un proceso de retroalimentación”, dijo Minnich a La Vanguardia. “Los bomberos se comprometen a proteger las áreas peligrosas, de modo que se construyen más casas. Pero solo apagan los incendios hasta que llega uno tan grande que no se puede apagar”. En los últimos años las aseguradoras se han dado cuenta del peligro. Casi el 70% de las polizas en los Palisades no habían sido renovadas.
La supresión total funciona hasta que llega el mega incendio que no se puede apagar
Concretamente, en Malibu, “la capital de los incendios forestales de América del Norte y tal vez del mundo”, ironizó Davis en su libro, las presiones en favor de la supresión total venían de propietarios multi millonarios, muchos de ellos estrellas de cine. Pero la política de supresión hizo inevitable la conflagración que acaba de destruir miles de casas, entre ellas la mansión en Malibu de los actores Ryan O'Neal y Farrah Fawcett.
180.000 edificios fueron destruidos por los incendios con saldo de casi 30 muertos y un coste estimado que puede ascender a 150.000 millones de euros. Muchos propietarios ya no se fían de la política de supresión total de incendios, “Creo que esto va a ser un punto de inflexión”, dice Minnich.
Al otro lado de la frontera en Baja California, hasta hace poco , todo era diferente. Sin necesidad de proteger la “ciudad infinita”, la supresión de incendios “es virtualmente inexistente en la montaña; como resultado, los incendios en Baja California son más frecuentes pero más pequeños y jamás catastróficos”, escribió Davis en los años noventa basando se en los estudios de Minnich. En Baja California, como en otras partes de América Latina, los rancheros a veces quemaban parte del chaparral cerca de sus fincas para prevenir incendios grandes
Pero desde que Davis escribió su histórico libro, la política ha cambiado en México también. “Hace 20 años, los mexicanos empezaron a hacer lo mismo que nosotros y a suprimir los incendios pequeños; ahora ellos también tienen incendios catastróficos”, dice Minnich. ¿Por qué cambiaron de política en México? “Pórque el Gran Hermano, o sea, nosotros, les obligó ”, responde.
Davis, que dedicó un capítulo de Ciudad de quarzo al “castigo sin sentido y el super encarcelamiento” de pobres, negros e hispanos en California del sur, habría reconocido otro elemento de la catástrofe actual. Los bomberos de chaleco naranja que intentaron, a duras penas, proteger las mansiones de Malibu y los Palisades, eran presos haciendo trabajo forzoso por cuatro dólares al día.