Berlusconi se queda sin estadio

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Monza rechaza la propuesta de dedicar el Brianteo al antiguo presidente

AC Monza supporters wave a flag depicting former Italian President Silvio Berlusconi ahead of the Italian Serie A football match between AC Monza and AC Milan at the Brianteo stadium in Monza, Italy on February 18, 2024. (Photo by Piero CRUCIATTI / AFP)
PIERO CRUCIATTI / AFP

Qué más debía hacer Silvio Berlusconi para que un estadio llevara su nombre? No el San Siro de Milán, por supuesto, pero incluso en la pequeña Monza le han dicho que no: “Es amigo de la mafia y nuestra ciudad no lo quiere”. En su más allá, ya sea en el paraíso o en el infierno (esto no está claro), seguramente el Cavaliere estará clamando contra la falta de gratitud de los muchos que se beneficiaron de su fortuna.

En la memoria colectiva permanece la imagen de Silvio Berlusconi levantando copas de Campeones, aterrizando con un helicóptero en el campo de entrenamiento del Milan con Arrigo Sacchi, listos para cambiar para siempre el fútbol europeo. Una gloria deportiva que sirvió de base para sus éxitos políticos como ex primer ministro de Italia. Sin embargo, los últimos esfuerzos económicos y afectivos del líder de Forza Italia, antes de morir en 2023, los dedicó a un equipo de segunda: el Monza.

Después de vender el Milan, el Cavaliere compró este club de provincias como su último capricho senil

Los aficionados de esta próspera ciudad de Lombardía le deben mucho, quizás todo. Gracias al dinero invertido por el propietario de Mediaset en este último capricho de su vejez, el pequeño equipo logró ascender a la Serie A con fichajes ambiciosos y muy costosos. Incluso sus mayores detractores sentían cierta ternura al ver a un Berlusconi visiblemente envejecido y debilitado por las enfermedades, sentado en una modesta grada de un estadio de provincias, el Brianteo, acompañado por su joven pareja Marta Fascina, cuya presencia constante en las gradas del Brianteo contrastaba con su ausencia en el Parlamento.

El anciano patriarca, que había traído a Van Basten, Gullit y Ronaldinho, ahora se emocionaba con las actuaciones de Pablo Marí y Andrea Petagna. Y Berlusconi amaba a esos jugadores de provincias, a quienes les hizo una promesa solemne y fiel a su estilo: “Si ganáis contra la Juve y el Inter, os mandaré un autobús de putas”. Con este objetivo en mente, el Monza realizó una gran temporada, ganando a todos los grandes de la Serie A. ”Pero ese autobús nunca llegó, todos se quedaron con sus novias”, contaba, sin reproches, el capitán Matteo Pessina en el Duomo de Milán, al final del funeral del presidente.

Parecería que el reconocimiento era inevitable, pero como siempre en la vida de Berlusconi, todo se mezcla: campos de fútbol, platós de televisión, palacios de la política y tribunales. Así, esta localidad cercana a Milán, cuyo equipo lucha por mantenerse en la Serie A, ha decidido no poner el nombre de su último propietario al estadio. Mientras Matteo Salvini, ministro de Transportes, daba el nombre de Silvio Berlusconi al aeropuerto de Malpensa, el consejo municipal de Monza, controlado por el centroizquierda, rechazaba la propuesta de los herederos políticos del Cavaliere.

En el debate, que refleja la polarización extrema de la Italia de las últimas tres décadas, surgieron antiguas acusaciones. Lorenzo Gentile, joven concejal del Partido Democrático (centroizquierda), argumentó en contra diciendo que no era apropiado rendir homenaje a alguien vinculado con la mafia y la masonería. Sus palabras desataron la ira de la derecha y de los colaboradores más cercanos de Berlusconi. Adriano Galliani, histórico brazo derecho del empresario, tanto en sus negocios como en el Milan, actual consejero delegado del Monza y senador de Forza Italia, anunció que le denunciaría por difamación: “No estoy enfadado porque el estadio Brianteo no llevará su nombre”, declaró al Corriere della Sera. “Lo que me indigna es que este jovencito de veinte años diga cosas horribles sobre él. Son palabras infames, verdaderamente obscenas”.

La polémica podría acabar en los tribunales, un lugar “berlusconiano” por excelencia. Los ultras del Monza se han alineado con su antiguo presidente: “Deberíais avergonzaros”, escribieron en una pancarta antes de un partido contra la Fiorentina. “Podría haber sido una gran oportunidad para nuestra ciudad”, afirma Fabrizio Sala, diputado de Monza por Forza Italia, en los pasillos del Parlamento italiano. “Poner su nombre al estadio nos habría dado fama internacional. En cambio, el debate ha caído en un nivel vulgar”.

Los hijos del Cavaliere, observados como posibles herederos políticos, no han intervenido en el debate. Sin embargo, en Monza, último en la clasificación en la Serie A, temen que este episodio les lleve a retirar su apoyo al equipo. “Esperemos que la familia no lo deje todo”, dice Sala. Ya no es época de autobuses.

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