“El regreso del Mesías”. Es el titular con el que llegaba a los quioscos este jueves Maroc Hebdo, un popular semanario marroquí. “Con la nueva Administración, Marruecos puede esperar un refuerzo de su apoyo diplomático, la promoción de proyectos de desarrollo para el Sáhara (...) y, sobre todo, una intensificación de las iniciativas destinadas al reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas”, podía leerse.
Indisimulada es la satisfacción del Marruecos oficial por el regreso del presidente que, en el tiempo de descuento de su primer mandato, sorprendió al anunciar el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Una decisión inédita que Trump condicionó a la normalización de relaciones entre Marruecos e Israel.
Marruecos espera que EE.UU. abra consulado en Dajla y que catalogue al Polisario como grupo terrorista
La diplomacia transnacional marroquí, que presume de un lustro de logros en la cuestión del Sáhara, su prioridad absoluta, y el también presidente transaccional por antonomasia vuelven a encontrarse. La apostilla en la web de la CIA al mapa de Marruecos incluyendo el Sáhara sin líneas gruesas ni discontinuas –“cabe señalar que en el 2020 Estados Unidos reconoció al Sáhara Occidental como parte integrante de Marruecos”– se ha celebrado en la prensa local durante los últimos días como el mejor de los presagios.
“Vemos inmensas oportunidades de ampliar nuestras relaciones bilaterales en áreas clave como seguridad y economia, decía el embajador marroquí en Washington, Youssef Amrani, cuando Trump tomó posesión.
Lo cierto es que después del anuncio del 2020 –que la Administración Biden nunca rectificó, aunque evitó expresarse en términos similares durante sus cuatro años–, Rabat espera ahora que Trump vaya más allá e incluya al Frente Polisario en la lista estadounidense de organizaciones terroristas.
Para ello, Rabat tratará de poner en valor su permanencia en los Acuerdos de Abraham –que Emiratos, Bahréin, Israel y Estados Unidos firmaron en septiembre del 2020– a pesar de la impopularidad que entre los marroquíes produce la normalización de relaciones con Israel, un sólido aliado del Estado marroquí en defensa y seguridad. Impopularidad acentuada por los ocurrido en Gaza.
“Aunque en su primer mandato el interés de Trump por el Magreb fue marginal y sólo se activó en sus días finales en el marco de una transacción por la cual el reconocimiento de la soberanía del Sáhara tuvo como contrapartida el apoyo de Marruecos a los Acuerdos de Abraham”, explica el catedrático de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Castilla-La Mancha Miguel Hernando de Larramendi. “Marruecos aspira a que la Casa Blanca dé un paso más y acabe abriendo ese consulado en el Sáhara Occidental”, añade.
“Marruecos va a resolver definitivamente en su favor la cuestión del Sáhara; no hay marcha atrás. Y es una cuestión de tiempo hasta que España acabe dándonos un apoyo como el de Francia”, augura Adnane Bennis, director del digital Morocco World News.
Mientras, en el frente africano, Rabat celebraba el pasado 5 de enero la decisión de las nuevas autoridades de la República de Ghana de romper relaciones con la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), a la que reconocía desde 1979, y confía en que Mauritania, en la que Marruecos trata de expandir su influencia económica, dé pronto un paso similar.
Al margen de la cuestión del Sáhara, Rabat observa con menos satisfacción los planes proteccionistas de Trump sobre el futuro de la industria de los vehículos eléctricos.
Numerosas son los proyectos en marcha en el país norteafricano relacionados con el sector, uno de los más recientes el de la construcción cerca de Rabat de una megafactoría de baterías para coches eléctricos merced al acuerdo firmado entre las autoridades marroquíes y el grupo chino-europeo Gotion Hi-Tech, que pueden acabar viéndose afectadas por la recién firmada orden ejecutiva que anticipa el fin de las subvenciones y ventajas al sector.
Según la agencia Benchmark Minerals Intelligence, Pekín pretende invertir más de 700 millones de dólares para impulsar la producción de estas baterías en Marruecos aprovechando los acuerdos de libre comercio que el país norteafricano mantiene con la Unión Europea y Estados Unidos, algo que no ha pasado inadvertido para el nuevo inquilino de la Casa Blanca.