Kim Jong Un desmantela el punto de encuentro de familias de Corea del Norte y del Sur

Fin de la región turística de Kumgang

Mientras el régimen prepara su reapertura para los tours de turistas occidentales después de cinco años

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Lee Keum Seom, de 92 años, abraza a su hijo norcoreano Ri Sang Choi, de 71, en el útlimo reencuentro que se celebró en 2018 el centro vacacional Montañas del Diamante, levantado veinte años antes en territorio norcoreano por empresas surcoreanas

Lee Ji-eun / Ap-LaPresse

Hola y adiós. Corea del Norte habría emprendido la demolición del complejo turístico que, en cinco ocasiones, albergó los reencuentros familiares más lacrimógenos de Asia, entre parientes de ambos lados del paralelo 38, separados por la guerra de 1950-1953. Esta especie de hotel, con más de 200 habitaciones, era la última pieza sobreviviente de la zona turística especial del monte Kumgang, que empezó a rodar hacia 1998, con construcciones levantadas básicamente por empresas surcoreanas, con financiación de Seúl, en una provincia bajo la jurisdicción de Pyongyang. 

El principio del desmantelamiento ha sido denunciado por el Ministerio de la Unificación de la República de Corea, que ha amenazado con medidas legales a la República Democrática de Corea si no se detiene, por lo que considera daños en propiedades que no le pertenecen.

El edificio en cuestión, de 12 plantas, se terminó de construir en 2008 y un año más tarde acogió el primer encuentro, entre familias coreanas a las que la Guerra Fría convirtió en norcoreanos y surcoreanos, enemigos ideológicos bajo dictaduras de signo distinto. 

Aunque en 1986 hubo un primer ensayo, fue la caída del bloque soviético y la democratización de Corea del Sur lo que posibilitó la organización de encuentros a gran escala. Aun así, solo una ínfima parte de las familias que se registraron en los noventa ha logrado volver a ver a sus parientes perdidos. Historias desgarradoras, no solo de hermanos separados durante décadas, sino incluso de madres nonagenarias que no habían visto a su hijo, ya septuagenario, en más de medio siglo.

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El complejo en cuestión, levantado en terreno norcoreano por empresas surcoreanas y al que Kim Jong Un se refirió hace un tiempo como una abominación sin relación alguna con la arquitectura coreana 

Uncredited / Ap-LaPresse

Tras el primer reencuentro, hubo otros cuatro, el último de los cuales se celebró en agosto de 2018, durante el deshielo permitido y alentado bajo la primera presidencia de Donald Trump. Sin embargo, tras el fracaso de la última reunión entre el dictador comunista Kim Jong Un y el magnate elevado a presidente, Donald Trump, en Hanoi, el primero amenazó ya con liquidar Kumgang. 

Cabe decir que la mayoría de los 130.000 surcoreanos registrados para volver a ver a sus parientes del otro lado eran personas mayores que lo hicieron ya en los años noventa, por lo que solo quedan con vida 36.941. La demolición de las instalaciones es “un acto inhumano que pisotea la voluntad de las familias separadas”, ha dicho el Ministerio de la Unificación, desde el sur. Durante décadas, ambas mitades de Corea se han erigido como la legítima representante de Corea -como también sucedió en Vietnam y, de forma mucho más desproporcionada, todavía sucede en China- aspirando a su reunificación bajo su particular sistema político y económico. 

Sin embargo, desde el año pasado, Kim Jong Un proclama haber renunciado a dicho objetivo y, en noviembre, llegó al extremo de volar los últimos tramos de carretera y líneas férreas que, en la región económica especial de Kaesong conectaban ambas Coreas. Algo que debería restar argumentos a los belicistas que, en el sur, alertan sobre el peligro de una invasión norcoreana sin desmantelar, en cualquier caso, todo el aparato preparado para una absorción del hermano del norte, pobre pero no hambriento, como en los noventa, cuando esta hipótesis era mucho más factible que en la actulidad. Seúl, además, mantiene gobernadores ficticios de provincias que están íntegramente en territorio comunista, cosa que no les resta ni un ápice del sueldo, ni les impide contar con coches oficiales, personal y sede de la gobernación. 

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Norcoreanos seleccionados llegan al hotel de la Montaña de Diamante para reencontrarse por unos días con sus parientes del otro lado, de los que llevan más de vida separados, en 2018 

Ap-LaPresse

Sin excusar al régimen norcoreano, un auténtico museo viviente del estalinismo, la intentona golpista no menos anacrónica de Yoon Suk Yeol, en diciembre pasado, ha abierto los ojos a los que preferían no ver que Corea de Sur había quedado en manos del presidente más reaccionario en tres décadas. Alguien que ha contribuido a poner al borde del abismo las relaciones entre las dos Coreas, que hace poco más de seis años desfilaban bajo la misma bandera e himno en los Juegos Olímpicos de Invierno. 

En el hotel de las lágrimas las familias conmovidas por el reencuentro convivían durante algunos días para explicarse lo que fue de sus vidas, para no haberse de volver a ver jamás. Su probable desaparición sella el proyecto turístico de las montañas de Kumgang o del Diamante, al sudeste de Corea del Norte, ya cerca de la frontera. Es, en realidad, la última pieza que queda verdaderamente en pie, de un complejo que llegó a atraer más de un millón de surcoreanos -y sus divisas- durante un par de décadas. Contaba también con instalaciones hoteleras, complejos de golf o restaurantes. 

Como contrapunto, un par de agencias de viajes de China especializadas en llevar turistas occidentales a Corea del Norte han informado de que podrían estar en condiciones de volver a hacerlo en marzo, tras un lapso de más de cinco años. Una de ellas ha asegurado que varios de sus empleados han visitado esta semana Rason, la tercera región especial norcoreana -que bordea China, Rusia y el mar de Japón- para preparar el terreno. 

El año pasado Corea del Norte reabrió el país a grupos de turistas rusos en viaje organizado. También ha flexibilizado la entrada de chinos. Pero el veto a occidentales sigue siendo absoluto desde la covid. 

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