El M23 avanza sin oposición por un este de Congo consumido por la guerra

Guerra en África

El grupo rebelde, apoyado por Ruanda, está ya a las puertas de la ciudad de Uvira

El M23 avanza sin oposición por un este de Congo consumido por la guerra
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El hospital general de Goma, en el Congo, se desborda con cientos de heridos por la guerra

La guerra de Congo cabe en las lágrimas de una anciana desesperada. Acurrucada sobre una esterilla mugrienta, Zamukunda llora desconsolada porque la violencia se lo ha quitado todo. Casi todo: nueve de sus diez hijos están muertos por culpa de la guerra. Le queda una hija, dice, que se casó con un militar y no sabe dónde está. Y cuando Zamukunda habla de ella, vuelve a llorar. Cuando se calma, respira hondo y desliza un matiz cruel que hiela los huesos pese al calor pegajoso de la estancia. “Mis tres últimos hijos murieron por los combates entre el ejército y el M23; dos por hambre y uno por heridas de bala”. Zamukunda, de 62 años – en la guerra de Congo a esa edad se es una anciana–, se refugia junto a 300 personas en un edificio viejo del norte de Goma, la capital de Kivu norte, invadida por el grupo rebelde M23 el mes pasado. La anciana sabe, todo el mundo lo sabe, que Goma solo ha sido el principio. Tras tomar la semana pasada la capital del sur, Bukavu, la milicia, apoyada por Ruanda según seis informes de la ONU y según varios países occidentales y africanos, sigue su avance casi sin oposición por el este del país, una región rica en minerales como coltán, oro o cobre.

TOPSHOT - Members of the M23 movement monitor the area while guarding senior members of the group during a special cleaning exercise and public meeting conducted by the M23 movement following the takeover of the city at the Place de l'Independance in Bukavu on February 20, 2025. Burundi is experiencing the largest movement of refugees fleeing from the escalating conflict in the DR Congo in 25 years, the United Nations refugee agency said. The Rwandan-backed M23 movement has made huge gains in the eastern Democratic Republic of Congo, seizing the cities of Goma and Bukavu, prompting warnings to the UN's security council and stoking fears of a regional conflagration. South kivu's provincial capital Bukavu, home to some one million and bordering Rwanda, is roughly 50 kilometres (30 miles) from Burundi. (Photo by Luis TATO / AFP)

Sangolo.Un soldado del M23 vigila a un “Sangolo”, un acto de limpieza popular de las calles ayer en Bukavu. El grupo busca dar la sensación de orden en las urbes bajo control rebelde.

LUIS TATO / AFP

Ayer, las tropas rebeldes, que utilizan armamento militar de última generación, se disponían a conquistar la ciudad de Lubero, a 245 kilómetros al norte de Goma, y la urbe de Uvira, a 120 kilómetros al sur de Bukavu, en un intento de llegar hasta las regiones ricas en cobalto del sur, en la díscola provincia de Katanga, poco amiga del gobierno. Si los rebeldes lo consiguen será un golpe demoledor para su rival. Según un portavoz del M23 consultado por este diario, el ejército ha huido de Uvira, como ya ocurrió en la toma de Bukavu, y la ciudad caerá en cuestión de horas. Además, las tropas de Burundi, que apoyaban al ejército congolés, se retiraron el martes a su país en un indicio más de la desbandada general ante el músculo bélico del M23 y la desorganización de la defensa congolesa. Pese a ello, el gobierno de Congo se revuelve a la desesperada: una fuente gubernamental de Chad admitió que Kinshasa le ha pedido ayuda militar para hacer frente a la espiral de violencia.

El progreso de la rebelión a lo largo de la frontera este es importante porque abre vías de apoyo y de contrabando con Uganda y Ruanda, simpatizantes de la causa rebelde, pero la clave de la contienda está un poco más al oeste. Ayer también se produjeron combates en la zona minera de Masisi, donde se lucha por el eje hacia Walikale y sobre todo Kisangani, la gran ciudad que da acceso a la autopista líquida que conecta con la capital: el río Congo. Si cae Kisangani, y si un golpe de estado no ataja la revuelta antes, la suerte del presidente Félix Tshisekedi estará echada.

Las lágrimas de Zamukunda, que ha perdido nueve hijos, ilustran el sufrimiento de la población

Aunque no se repite exactamente, la historia de la guerra en Congo rima con el pasado. En el año 1996, una rebelión con apoyo de Ruanda, recorrió todo el país de este a oeste para derrocar al dictador Mobutu Sese Seko y aupar al poder al rebelde Laurent-Désiré Kabila.

Mientras las explosiones y disparos dirimen hoy la suerte de Congo, la población aguanta la respiración. Aunque la calma se restablece poco a poco en Goma y Bukavu, ambas de más de un millón de habitantes, la seguridad es todavía frágil. Prince, vecino de Goma, aún tiembla del susto porque pensaba que no lo contaba. “Hace unos días, unos hombres armados entraron a robar a mi casa, se lo llevaron todo, el ordenador, la televisión… pero por suerte no nos mataron”, explica. Prince sospecha que los delincuentes eran guerrilleros wazalendo, una milicia desordenada y popular que lucha junto al ejército y tiene a varios hombres escondidos en las faldas del volcán Nyiragongo, al norte de la ciudad.

Tantas armas, tanto desgobierno y tanto odio propagan el miedo general. Al anochecer, las dos grandes ciudades del noreste son lugares poco aconsejables: en los últimos días se han producido varios casos de justicia popular, en que la turba descontrolada ajusticia a ladrones o combatientes wazalendo bien a pedradas hasta la muerte o colocándoles un neumático en el cuello y prendiéndoles fuego.

Las tropas de Burundi, que ayudaban al gobierno, se retiran y Kinshasa pide ayuda a Chad

El caos de la violencia convierte a todos en objetivo, a los niños también. La Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos denunció esta semana que, durante la toma de Bukavu de la semana pasada, el M23 ejecutó a al menos tres menores. La portavoz de la organización, Ravina Shamdasani, señaló que la situación sobre el terreno es “muy caótica” y podría haber más casos de niños asesinados, pero desde el bando rebelde niegan las acusaciones y denuncian que, durante su huida, los soldados congoleses repartieron armas entre los civiles.

Ayer al atardecer en la terraza de un bar con vistas al lago Kivu, al sur de Goma, Steven ahogaba su desesperanza en una cerveza tibia y tiraba de ironía para soportar tanto uniforme militar en cada esquina. “¿Sabes? Congo ya no es un país, es un avión: el presidente era el piloto y ha saltado en paracaídas. Seguimos en el aire, pero nadie está al mando”.

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