Comprar chaquetas del Golfo de América, banderas y gorras MAGA, firmar un autobús con la cara de Donald Trump o fotografiarte con el Zar de la Frontera, Tom Homan, en el “centro de deportaciones”. Son algunas de las experiencias que los asistentes a la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), previo pago de un ticket de 295 dólares o de un millar para la entrada premium, han podido disfrutar esta semana en un centro de convenciones a las afueras de Washington.
“Estamos de vuelta”, “América renace”, “¡Luchad, luchad, luchad!” o “Make Europe Great Again”, son los lemas que más han repetido las decenas de oradores en esta reunión anual de voces prominentes del movimiento conservador, que desde el aterrizaje de Trump a la política se ha esquinado a la extrema derecha. Entre los asistentes, se encontraban varios de los encarcelados por el asalto al Capitolio del 6 de enero del 2021, ahora libres, después de que el presidente firmara sus indultos en su primer día en la Casa Blanca. Entre ellos, Enrique Tarrio, antiguo líder de los Proud Boys, que se paseaba alegremente, haciéndose fotos con quienes le reconocían, vestido con la simbología negra y amarilla de su milicia supremacista.
En su día, esta cumbre, que aloja la American Conservative Union desde 1974, fue un espacio en el que los futuribles candidatos a liderar el Partido Republicano y el país debatían propuestas e ideas; hoy es un altavoz del pensamiento único ultraderechista, de bulos y una retórica que demoniza al inmigrante, a la comunidad LGTBI, a los demócratas y al antiguo establishment republicano, con la diana en tres traidores: Liz Cheney, Mike Pence y Mitch McConnell.
La CPAC del año pasado, marcada por la campaña electoral, cerró con un discurso en el que el republicano pronunció por primera vez su “yo soy vuestra venganza”, donde puso la diana en sus adversarios políticos, a los que más tarde definió como el “enemigo interior”. Este año, coincidiendo con el primer mes de su retorno a la Casa Blanca y en vísperas de unas cruciales elecciones en Alemania, el movimiento se ha exhibido sin pudor –incluidos los saludos nazis de Steve Bannon y el actor mexicano Eduardo Verástegui, y la “motosierra de la burocracia” que regaló Javier Milei a Elon Musk– y ha celebrado sus avances en el mundo, enfocando su mirada al continente europeo.
Trump ha clausurado este sábado la fiesta, que comenzó el jueves con la intervención del vicepresidente, J.D. Vance, quien defendió sus palabras en la conferencia de Munich de la semana pasada. Insistió en que el mayor enemigo de Europa no son China o Rusia, sino el enemigo interior: la burocracia, la inmigración irregular y una supuesta “censura” de una ideología que cada vez se acerca con menor tapujo a la que mató en Europa a más de seis millones de judíos.
Le siguieron otros miembros del gabinete de Trump, como Mike Waltz, el consejero de Seguridad Nacional, quien acudió este martes a la reunión con la delegación rusa en Riad (Arabia Saudí). Desde el podio de la CPAC, defendió el viernes la exclusión de Ucrania del diálogo de paz y vaticinó que su presidente, Volodimir Zelenski, aceptará ceder a EE.UU. la explotación de los beneficios de sus tierras raras y otros recursos minerales valorados en 500.000 millones de dólares, a cambio de “garantías de seguridad”.
La representación europea –con la destacada ausencia del líder de Reagrupación Nacional, Jordan Bardella, como queja por el 'seig heil' de Bannon– ha contado con la participación por videoconferencia de la primera ministra italiana Giorgia Meloni, la única mandataria europea que estuvo presente en la toma de posesión de Trump. La han acompañado el líder de Vox, Santiago Abascal, que el jueves clamó contra la “invasión” migrante y los “burócratas europeos” y agradeció a Vance sus palabras en Munich; y representantes de las extremas derechas británica, polaca y húngara.
Giorgia Meloni, primera ministra de Italia
“Hay que proteger a Occidente del enemigo exterior, pero también de aquellos que tratan de sabotearnos desde dentro”
Meloni ha puesto en valor los valores tradicionales frente a la “cultura de la cancelación” y la “ideología woke”, asegurando que hay que proteger a Occidente del “enemigo exterior, pero también de aquellos que tratan de sabotearnos desde dentro”, ha afirmado, haciéndose eco de las palabras de Vance, a las que ha definida como “ideas de sentido común”. “Todavía creo en Occidente”, ha dicho, “no solo como un espacio geográfico, sino como una civilización nacida de la fusión de la filosofía griega, el derecho romano y los valores cristianos”.
Horas antes, ha intervenido el presidente argentino, Javier Milei. En un discurso cargado de referencias a economistas como Hayek, ha clamado contra el Estado, al que ha definido como “un cáncer metastásico, que debe ser reducido hasta su mínima expresión o volverá a expandirse”, y contra los políticos, “los principales beneficiados de la expansión ilimitada del Estado”. Como si él no lo fuera, ha dicho de los políticos que “todos trabajan para el mismo dios, el Siniestro, y su manifestación en la tierra, que es el Leviatán del que hablaba Hobbes”.
En medio de una tormenta política por la criptoestafa que promocionó con la memecoin $Libra, ha tratado de recibir un nuevo impulso en la CPAC y se ha reunido en sus márgenes con Trump y Musk, a quien regaló su motosierra. Erigiéndose en defensor de la libertad y el libre comercio, ha elogiado el plan de Trump de imponer “aranceles recíprocos” y declarar la guerra comercial a todo el mundo, lo que impactará sobre las exportaciones de Argentina a EE.UU., que en 2024 representaron 6.395 millones de dólares. También se ha sumado a las críticas a USAID, la mayor agencia de ayuda humanitaria en el mundo, que ya ha sido desmantelada por parte del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) liderado por Musk.