“La amenaza es evidente: debemos hacer lo posible para evitar una guerra civil”, alerta el doctor Tzvi Fishel en un artículo en Ma’ariv . Pese a las grietas internas, Israel cierra filas cuando sus enemigos le golpean. Tras el 7 de octubre del 2023, los soldados reservistas que amenazaban con la insumisión para intentar frenar la “reforma judicial”, aparcaron las diferencias y tomaron las armas para luchar en Gaza.
Pero con el colapso de la tregua y el retorno a la guerra contra Hamas, las heridas supuran.
Las movilizaciones no logran sumar a las masas que antes de la guerra protestaban contra Netanyahu
Mientras tropas israelíes retomaban el control del corredor de Netzarim, Einav Zangauker también intentó cruzar la verja fronteriza con la franja. La madre de Matan, convertida involuntariamente en símbolo de la lucha por los rehenes, recordó tras su frustrada infiltración: “Mi hijo está vivo, y si Netanyahu decide enterrarlo, yo también moriré aquí”.
Pasados 537 días desde que fueran brutalmente capturados por Hamas, los familiares de los 59 rehenes que siguen en manos islamistas pierden la esperanza. Zangauker y otros afectados creen que Netanyahu prioriza nuevamente sus intereses políticos frente al deber de retornar a civiles inocentes, a quienes el Estado no protegió. “Devuélvelos a todos de golpe, todo el pueblo lo desea menos tu”, proclamó la afónica madre. “No nos rendiremos, la sociedad israelí es la esperanza, no tu gobierno vergonzoso”.
Los simpatizantes de la coalición de gobierno defienden la reanudación de los bombardeos en Gaza alegando que no habrá “victoria total” sin la eliminación de Hamas. Para Netanyahu no queda otra vía, tras los “continuos rechazos” del grupo islamista a las propuestas de los mediadores.
La derecha israelí insiste en que solo la “presión militar” forzará la rendición de Hamas, pero los familiares de los rehenes recuerdan una evidencia: la mayoría de los rehenes vivos fueron liberados mediante acuerdos.
El temor es que se repita el guión de noviembre del 2023, cuando se retomó la ofensiva tras una semana de parón, en que se liberaron más de 80 cautivos. “¿Nos toca esperar otro año?”, se preguntan los familiares.
“El objetivo principal de renovar la guerra se cumplió: Ben Gvir volverá al gobierno y garantizará su estabilidad”, apunta Amos Harel, analista militar de Ha’aretz . Los bombardeos sobre Gaza contentaron al ministro radical Itamar Ben Gvir, el único ministro que dimitió desde el 7 de octubre. No lo hizo por asumir responsabilidades, sino por rechazo a parar la ofensiva a cambio de recibir rehenes en vida y liberar presos palestinos. Alentada por las grandilocuencias de Donald Trump, la extrema derecha judía ve viable la expulsión de gazatíes y la colonización de la franja.
“Su tiempo se agota, no dejaré a Alon Ohel ni a nadie detrás”, prometió Eli Sharabi ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Este rehén liberado, cuya familia entera fue asesinada por Hamas y salió de los túneles famélico, contó su agonía hambriento y torturado por sus carceleros. Pese a la urgencia, Netanyahu rechazó nuevamente atender a los familiares.
El Gobierno aplazó un debate sobre la estrategia en Gaza para certificar el despido de Ronen Bar, jefe de la inteligencia doméstica israelí y último alto cargo de seguridad que no dimitió por el fracaso del 7 de octubre. En las calles de Jerusalén, la policía apaleó ayer a manifestantes antigubernamentales, incluido el político de centroizquierda Yair Golan.
“Mered!” (rebelión, en hebreo), reclaman en las movilizaciones, que no logran sumar a las masas que protestaban antes de la guerra contra la “reforma judicial”. Para Golan, se requiere una “lucha con determinación para frenar los ataques a la justicia, devolver a los rehenes y reemplazar al gobierno”.
Con la vuelta a la guerra –la más larga de la historia de Israel–, Netanyahu aplazó sus juicios por corrupción, y miles de israelíes volvieron a los refugios por misiles disparados desde Gaza y Yemen.