México fue llamado en su día “la dictadura perfecta”, por las muchas décadas en que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) demostró ser una fuerza de gobierno a prueba de elecciones. Pero Asia también entiende de eso y este sábado volverá a dar prueba de ello su ejemplo más acabado -por encima incluso del Partido Liberal Democrático de Japón- el Partido de Acción Popular (PAP) de Singapur.
Esta mañana, antes de que se abrieran las urnas, ya había ganado cinco escaños -de un total de 97- por incomparecencia de cualquier adversario. Su secretario general, Lawrence Wong, votó sin el más mínimo temor a perder el puesto de primer ministro, que ostenta desde que su predecesor Lee Hsien Loong dimitiera en mayo del año pasado, tras dos décadas en el poder.
Wong, economista de 52 años, convocó elecciones anticipadas el pasado 15 de abril, antes de que se extiendan los nubarrones derivados de la tormenta arancelaria. Los pronósticos no son halagüeños para este antiguo tigre asiático y su ministro de Finanzas no descarta ya entrar en recesión.

En Singapur solo pueden votar los mayores de 21 años, que deben hacerlo de forma obligatoria. Cola en un colegio electoral este sábado.
La campaña relámpago, de apenas nueve días, ha servido para constatar que el principal -y casi único- partido de la oposición, el Partido de los Trabajadores, sigue robándole apoyos al PAP, con mítines muy concurridos. Su líder, Pritam Singh, recuerda que sobre el papel, la riqueza de Singapur ha vuelto a doblarse en unos años, mientras la mayoría de la población perdía poder adquisitivo. Por ello propone un impuesto a las grandes fortunas y un impuesto de sociedades mínimo del 15%.
Antes de las últimas elecciones, el Parlamento de Singapur no solo era monocameral sino también monocolor, con la presencia, como mucho, de un diputado ajeno al Partido de Acción Popular. Eso cambió en las elecciones de hace cinco años, en que el Partido del Trabajo obtuvo diez diputados. Esta vez, una de los únicas incógnitas es si el apoyo al PAP bajará por primera vez del 60%.
Singapur es una democracia sui generis y algunas circunscripciones en las que el PAP estuve en zona de peligro hace cinco años han sido expresamente redibujadas. Asimismo, Lawrence Wong ha llamado a la responsabilidad de los ciudadanos para asegurarse de que sus ministros salgan elegidos en sus respectivas circunscripciones, “a fin de no debilitar el gobierno, ni a Singapur”. En tiempo de fricciones internacionales, asegura, las relaciones no se improvisan.
El Partido de los Trabajadores pide al pueblo que le dé “más voz”, aunque sin pasarse. De hecho, solo se presenta a 26 de los 97 escaños. Otros partidos, a todavía menos. La otra fuerza parlamentaria, con dos diputados, es el Partido del Progreso de Singapur, una escisión del PAP, apadrinada por el hermano del anterior primer ministro (qué hacer con la casa heredada de su padre, Lee Kuan Yew, les divide).
El Partido del Trabajo, por último, también defiende mayores facilidades para que jóvenes y solteros accedan a la vivienda protegida de propiedad. A esta recurren la mayor parte de los ciudadanos de Singapur (4,2 millones, de una población de 6 millones), por sus precios mucho más bajos que los del mercado libre, pero los matrimonios tienen prioridad para el gobierno conservador. Su reparto, además, se corresponde estrictamente con la proporción de chinos (74%), malayos (13%) e indios (9%) entre la ciudadanía.
Para los extranjeros queda el mercado libre, con precios de escándalo, en uno de los países más ricos del mundo. Algo no del todo inocente, ya que la única inmigración deseada en Singapur es la formada por millonarios y altos ejecutivos.

El presidente de Singapur, Tharman Shanmugaratnam, pertenece a la minoría india tamil. En la foto, con su esposa, Jane Yumiko Ittogi, de padre japonés, en un país multicultural donde el inglés hace de puente
La familia Lee, del legendario Lee Kuan Yew, ha mandado en Singapur casi sin interrupción desde las primeras elecciones, ganadas por el patriarca -ya fallecido- en 1959, todavía bajo la mirada británica. A instancias de este, en los años sesenta, la isla se integró en la Malasia independiente de mayoría malaya y musulmana, para conjurar el temor de la élite a los comunistas. Pero los disturbios raciales marcaron los dos años siguientes y Singapur terminó siendo expulsada de la federación malaya y declarándose independiente, en 1965.
Lee Kuan Yew convirtió Singapur en un bastión capitalista, para las multinacionales occidentales, en el sudeste asiático. El político que despreciaba el estado del bienestar, dijo haber aprendido mucho de Taiwán y Hong Kong, en su camino para pasar “del tercer mundo al primer mundo“” (título de uno de sus libros). Los británicos abandonaron su base miliar en 1971 pero el puerto de Singapur ha seguido siendo estratégico para la Séptima Flota de Estados Unidos, a fin de controlar el estrecho de Malaca. Auténtico cuello de botella para las importaciones y exportaciones de China, pero también de Japón y Corea del Sur.
Las filias y fobias del pragmático Lee Kuan Yew siguen modelando Singapur. Mascar chicle ya no es ilegal, pero su importación y venta siguen siéndolo, con raras excepciones. Lo que no ha cambiado es la pena de muerte, en la horca, para los pequeños y medianos traficantes, incluso por quince o treinta gramos de heroína o cocaína o por medio kilo de hachís. Mientras que el derecho de protesta está sujeto a permisos administrativos que fácilmente se ven denegados por motivos políticos.
La armonía, ya se sabe, es un valor supremo en Asia. Desde la derecha, los chinos que gobiernan Singapur desde la independencia, dicen algunas cosas no muy distintas de las que proclama, desde la izquierda, la República Popular de China. Solo ellos son garantes de la estabilidad, del progreso económico y de la paz. No en vano, Deng Xiaoping siguió muy atentamente la historia de éxito de Singapur, como también hizo Jiang Zemin.
Estrecho de Malaca
El pulso entre EE. UU. y China refuerza la posición estratégica de Singapur
Lawrence Wong no pertenece a la familia Lee -lo que en Singapur ya es un signo de aperturismo- pero encarna su filosofía, basada en el libre comercio, del que vive su ciudad- estado. Y singularmente, en que la relación entre China, por un lado, y Estados Unidos y Japón, por otro, sea pacífica y fluida. Sin embargo, Wong ha advertido de que nos dirigimos hacia una bifurcación, entre el mundo en la órbita de Pekín y el mundo en la órbita de Washington. Singapur podría entrar en recesión o, en todo caso, quedarse entre el 0% y el 2% de crecimiento, por el impacto global de los aranceles estadounidenses, aunque en su caso sean solo del 10%.
Lo que no se va a reducir es el salario del primer ministro de Singapur, de 1,5 millones de euros al año, uno de los más abultados a nivel mundial (el de sus ministros es la mitad). La meritocracia de Singapur defiende que es el precio a pagar para que el Estado cuente con los mejores y además no se corrompan.
Una opción que los 2,6 millones de electores de Singapur habrían validado, según se desprende al inicio del escrutinio, con una primera estimación de escaños para el Partido de Acción Popular de 87 de los 97 escaños. Nunca hubo la menor duda de que el lugar para la celebración de la noche iba a ser el estadio de Bedok, habilitado para los militantes y simpatizantes del partido.