Antes de que las autoridades argelinas fuesen notificadas de que al sur de su país un español había sido secuestrado por cinco hombres armados, Akli Sh’kka (Sáhara, 1983) había desplegado ya su extensa red de contactos para trabajar en su liberación. El trabajo de este experto en cuestiones de seguridad y política en el Sahel fue clave para liberar al arqueólogo Joaquín Navarro a finales del pasado mes de enero. Aquella liberación se la atribuyó el Frente de Liberación del Azawad (FLA), un grupo independentista Tuareg del norte de Mali para los que trabaja como asesor principal independiente. Atiende a La Vanguardia por videoconferencia.
La lucha del FLA
No buscamos la guerra por sí misma; exigimos el derecho a definir nuestro futuro”
Varias publicaciones lo describen como “el hombre del Sáhara”. ¿Fue su experiencia en la región la que ayudó a liberar al arqueólogo español?
El apodo refleja más que experiencia: es el resultado de una vida entera de compromiso con la región y su gente. Para mí, el Sáhara no es un desierto lejano, sino una aldea unida por lazos familiares. Es mi hogar. He estado junto a ellos tanto en tiempos difíciles como en épocas de calma. La rápida liberación del señor Navarro fue posible gracias al FLA y a la confianza que he cultivado durante años. Muy pocos rehenes son liberados en solo diez días. No fue suerte, sino fruto de la confianza construida a lo largo del tiempo.
¿Cómo supo del secuestro antes que las autoridades argelinas?
Puede parecer sorprendente, pero es una muestra del poder de la inteligencia comunitaria y de la importancia de las relaciones humanas. A lo largo de décadas, he construido una red confiable en todo el Sáhara, basada en el respeto mutuo, el entendimiento cultural y la comunicación directa. En regiones tan remotas e inestables como el sur de Argelia y el norte de Malí, las respuestas oficiales suelen ser lentas, mientras que las redes locales son mucho más ágiles. Actuamos con rapidez porque conocemos bien cómo se mueven las cosas en el terreno. Estos terroristas llegaron a nuestra tierra para dañar nuestra imagen, y queríamos demostrar que no somos como ellos.
Se le describe como el líder tuareg más influyente, “el hombre que tiene las llaves del desierto”.
Sí, lo he escuchado. Pero no me veo así. No me considero poderoso; me considero un servidor de mi pueblo. Lo que poseo no es poder, sino confianza. Esa confianza proviene de años de trabajo, escucha y defensa de las comunidades tuareg en toda la región.
En los últimos meses, los principales movimientos tuareg de Malí se unieron para formar el FLA. Como principal asesor, ¿cuáles son sus objetivos?
El FLA es la continuación de una larga lucha por la dignidad, la identidad y el reconocimiento. Es una respuesta directa a las fronteras coloniales que ignoraron nuestra existencia, dividiendo nuestra tierra. No buscamos la guerra ni la secesión por sí misma; exigimos justicia y el derecho a definir nuestro futuro. Nuestra causa es más antigua que muchas otras: más antigua que las luchas en Palestina, el Polisario o Sudán del Sur. Pero a diferencia de ellas, no somos ni árabes ni negros africanos, y eso, lamentablemente, ha hecho que gran parte de la comunidad internacional nos ignore. Nuestro pueblo merece el mismo derecho a ser escuchado.
El FLA instó a la población a defenderse de sus enemigos. ¿Quiénes son estos enemigos?
Nuestro principal enemigo es el Estado Islámico, cuyas acciones terroristas han devastado comunidades en todo el Sahel. Luego está la junta militar de Mali, que ha invitado al Grupo Wagner, mercenarios que están cometiendo una limpieza étnica contra tuaregs y árabes. Por último, el llamado gobierno de transición en Bamako, que sigue desestabilizando la región mediante la represión y el desgobierno. Defendemos a nuestro pueblo de estos actores que buscan silenciarnos.
Ha pedido el reconocimiento internacional del FLA. ¿Ha habido alguna respuesta?
El FLA es actualmente el representante más legítimo y organizado del pueblo del Azawad. El reconocimiento no es solo un acto moralmente justo; es una necesidad estratégica, especialmente para Europa. La creciente presencia rusa en Kidal, en particular en Amachach, es profundamente preocupante. Establecer una base militar allí pone a Europa a solo unos pasos de una zona altamente militarizada bajo control ruso. Reconocer al FLA sería un paso fundamental para contrarrestar esta amenaza y estabilizar la región.
España tiene claros intereses estratégicos en la zona…
Sin duda. Los territorios tuareg están en el corazón de las rutas migratorias clave hacia Europa. A diferencia de otros, nosotros podemos gestionar esos flujos con humanidad. Rusia, en cambio, ve la migración como un arma de desestabilización. Si Moscú logra el control total de esta región, podría explotar la migración para presionar a Europa, especialmente a España. El FLA es una barrera contra ese escenario. Sin nosotros, reinará el caos.
¿Ha habido conversaciones con el rey Mohamed VI de Marruecos?
No tengo conocimiento directo de conversaciones específicas, pero puedo decir que Marruecos ha mostrado un interés creciente en la situación del Azawad. Reconoce la importancia de resolver este conflicto y parece dispuesto a implicarse, de forma discreta.
La Unión Europea ha retirado sus tropas de Mali. ¿Fue un error?
Fue un grave error. La retirada en sí no fue el problema central, sino el hecho de que se hizo sin crear una alternativa sostenible. Se gastaron miles de millones, pero nunca se abordaron los problemas reales: pobreza, exclusión, injusticia. Ahora ese vacío lo ocupan mercenarios y señores de la guerra. Mientras no se resuelva la cuestión del Azawad, la estabilidad en el Sahel será inalcanzable.
El yihadismo en Mali está en niveles sin precedentes. ¿Puede detenerse?
Sí, pero no con drones ni tropas extranjeras. El yihadismo prospera en ambientes de desesperanza y exclusión. La única solución duradera es una gobernanza inclusiva, educación y el empoderamiento de los actores locales. Los kurdos jugaron un papel vital en la derrota del Estado Islámico; de manera similar, el FLA está en una posición sólida para ayudar a derrotar el terrorismo en el Sahel. Pero necesitamos reconocimiento y apoyo para lograrlo.
El tráfico de armas, drogas y personas sigue creciendo. ¿El mundo mirando hacia otro lado?
El mundo ve el problema, pero está reaccionando de forma equivocada. La ayuda y la atención están siendo canalizadas a través de regímenes corruptos que no tienen ningún interés real en detener estas redes. Las personas mejor capacitadas para combatir el tráfico –actores locales de confianza– están siendo ignoradas. Eso no solo es ineficaz, es peligroso. Los recursos deben dirigirse a quienes realmente pueden marcar la diferencia.
¿Rusia tiene ahora más influencia que China en la región?
Sin duda. Mientras China se enfoca en la inversión económica y la infraestructura, Rusia está llevando a cabo una agenda mucho más militarizada y desestabilizadora. Ha aprovechado la distracción de Occidente con la guerra en Ucrania para expandir su presencia en África; estableciendo bases, apropiándose de recursos y respaldando dictaduras. La presencia rusa en el Sahel no es desarrollo, sino de dominación. Y representa una amenaza no solo para África, sino también para Europa y el orden democrático global.