Los diplomáticos europeos que preparaban el Consejo de Ministros de Exteriores del pasado martes en Bruselas no estaban nada convencidos de que la propuesta de Países Bajos de revisar el Acuerdo de Asociación con Israel, un pacto político y comercial que entró en vigor en el año 2000, fuese a prosperar. Se necesitaban por lo menos catorce Estados miembros –entre los Veintisiete– que estuvieran a favor para que la idea, que pedía que la Comisión Europea analizase si Tel Aviv cumple con la cláusula en el artículo dos sobre el respeto a los derechos humanos que figura en este tratado, saliese adelante. En vísperas de la reunión, solo una decena de países estaban dispuestos a dar un toque a Israel.
Pero saltó la sorpresa: después de un intenso debate, por la tarde, la alta representante de la UE para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, anunciaba ante la prensa que una “amplia mayoría” de países se habían manifestado a favor de la idea de revisar el artículo dos del tratado, por lo que el Ejecutivo comunitario comenzaría los trámites para estudiarlo.
Hizo falta que Países Bajos llevara adelante una iniciativa, a la que Austria se sumó por sorpresa
Kallas entonces se negó a desvelar cuántos habían secundado la propuesta, pero fuentes diplomáticas revelaron que habían sido diecisiete. Se trata de un cambio notable respecto a la postura de la UE de hace quince meses, cuando eran solamente dos Estados miembros los que estaban a bordo de dar un toque a Israel. Entonces, España e Irlanda estaban solas al de defender que la UE debía revisar sus relaciones comerciales con Israel debido a la ofensiva mortífera sobre en Gaza.
El lento camino comenzó en febrero del 2024 con una carta que enviaron de forma conjunta Pedro Sánchez y el entonces primer ministro irlandés, Leo Varadkar (de la familia del Partido Popular Europeo). En ella, pedían que la Comisión Europea estudiara de forma urgente si Israel cumplía con sus obligaciones en materia de respeto de derechos humanos. Entonces tenían un aliado de su lado, el exjefe de la diplomacia Josep Borrell, de los pocos que se atrevían a pedir contundencia.
España e Irlanda nunca obtuvieron una respuesta a una solicitud remitida a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que estos días ha mantenido un perfil bajo. Ha sido Kallas quien ha llevado la voz cantante, pese a que delegó en un comisario de bajo rango, Glenn Micallef, responsable de Equidad Intergeneracional, Juventud, Cultura y Deporte, a comparecer en un debate sobre Gaza en el Parlamento Europeo. Kallas estaba ocupada en una reunión con la Unión Africana. Tras el asesinato de dos trabajadores de la Embajada israelí en Washington, la estonia se mostró “impactada” por lo sucedido y dijo que “no debe haber espacio para el odio, el extremismo ni el antisemitismo”.
Quince meses después, ya son 53.000 muertos los cifrados en Gaza por la ofensiva israelí. Y el bloqueo a la ayuda humanitaria llevado a cabo durante 80 días por el Gobierno de Beniamin Netanyahu parece haber sido la gota que ha colmado el vaso para muchos países que siempre se han considerado buenos amigos de Israel. Uno de ellos Países Bajos, el que movió dentro de las representaciones permanentes (embajadas) ante la UE este documento que pedía revisar si Israel mantenía su cumplimiento del artículo dos el Acuerdo de Asociación. España mandó otra carta dirigida a Kallas, que firmaron también Irlanda, Eslovenia y Luxemburgo, donde exigían medidas más concretas. Pero en diplomacia comunitaria, la fórmula “revisar” era específicamente más ambigua para contentar a aquellos temerosos de dar un paso de esta magnitud.
“Hacía falta un país más neutral para empujar al resto”, explican fuentes diplomáticas, refiriéndose a Países Bajos, para explicar el cambio de postura europeo en esta cuestión. El movimiento repentino se explica en la negativa de Netanyahu de aliviar el bloqueo de ayuda humanitaria, financiada también por la UE. Solo unos días antes, en la cumbre de la Comunidad Política Europea celebrada en Albania, hubo una reunión al margen para elaborar una declaración conjunta sobre la situación en Gaza que solo firmaron España, Irlanda, Eslovenia, Luxemburgo, Malta, Noruega e Islandia.
Uno de los países que han pesado para este paso es Francia, una aliada histórica de Israel. Macron ha amenazado con sanciones a Israel si no levantaba el cerco humanitario. El otro es Austria. Viena sorprendió el martes cuando se sumó a la lista de países dispuestos a secundar la revisión del tratado. Más tarde, el canciller austríaco, Christian Stocker, llamó a Netanyahu para reafirmarle que está “totalmente comprometido con la seguridad de Israel”, pero también le avisó que “la población civil no tiene por qué pagar el precio del terror de Hamás”. Sin embargo, en Bruselas reconocen que lo más probable es que este toque de atención no tenga mayores consecuencias. Sobre todo porque, sin Italia ni Francia en el paquete, es muy complicado que la revisión resulte en alguna medida concreta contra Israel.