Promesas no atendidas.
La muerte del ciudadano negro George Floyd, el 25 de mayo de 2020, víctima de la sistemática brutalidad policial, marcó un supuesto impulso a la transformación social y racial.
Había llegado la hora de rendir cuentas en Estados Unidos por su pecado original.
No solo se llenaron de manifestantes las calles de Minneapolis (Minnesota), donde el policía blanco Derek Chauvin acabó, rodilla al cuello durante nueve minutos y 29 segundos, con la vida de ese hombre que suplicaba con un “no puedo respirar”, sino que el dolor y la rabia se extendieron como aceite por todo el país y más allá.
Cinco años después, George Floyd ha vuelto a morir. Esta vez, sin embargo, se ha llevado a la tumba aquellas esperanzas. Su auge espiritual cayó derrotado en el referéndum de las elecciones de noviembre de 2024.
El péndulo de la historia se ha ido al otro lado y la nueva administración de Donald Trump pasa la factura de la venganza con una política obsesionada en estigmatizar todo aquello que suena a diversidad, equidad e inclusión (DEI en inglés), ya sea en la escuela, en la universidad, en el lugar de trabajo, en el arte, en la ciencia o en el ejército.
“Esto es mucho peor, mucho más divisivo. La gente no se da cuenta de cuántos de sus derechos están siendo erosionados y solo estamos tocando la punta del iceberg en términos de daños que le pueden ocurrir a nuestra nación”, responde Angela, vecina de Virginia y trabajadora gubernamental en Washington (prefiere que no se cite su apellido), que se halla de vacaciones en Nueva York.
Se acuerda bien de aquel grito solicitando entonces quitar financiación a la policía . “Ahora se opta por darles (a los uniformados) todo el dinero que sea posible. Es lo que estamos viendo y estoy muy preocupada porque siento que nos estamos convirtiendo en un país más fascista que probablemente en cualquier otro momento de nuestros 250 años de existencia”, afirma esta afroamericana.

'Grounded in the Stars', ayer en Times Square, Nueva York
Su respuesta resuena en Times Square ante la gigantesca estatua de bronce (3,6 metros) de una mujer negra sin nombre, obra de Thomas J. Price, titulada Grounded in the stars , motor de una polémica cainita.
La extrema derecha supremacista ha transformado esta escultura, expuesta de forma temporal, en una excusa para despreciar a los negros, quitándoles méritos para recibir un homenaje de este tamaño.
“¿A esto es a lo que quieren que aspiremos? Si trabajas duro puedes tener sobrepeso y ser anónimo. Es una estatua DEI”, sentenció el blanco Jesse Watters, estrella en la Fox y significado vocero del trumpismo.
Tal vez solo sea una casualidad pero, tras varias visitas, la conclusión es que las personas negras que se fotografían con la estatua son neoyorquinas o estadounidenses de viaje, mientras que las blancas son turistas, por lo general extranjeras.
“Para mi es la no controversia, aquí veo la celebración de la mujer afroamericana maravillosa y hermosa”, aclara Angela.
“Estamos siendo regresivos en nuestra política en lugar de progresistas”, recalca para explicar la disputa artística. “Se está dando marcha atrás a mucha de la labor que se ha hecho para aceptar la inclusión y esto va en detrimento de todos, de los afroamericanos, la gente no blanca, las mujeres, de la sociedad en general”, remarca.
Sus comentarios avalan lo que numerosos observadores concluyen de ese seísmo registrado hace cinco años. Aquel Estados Unidos que protestó en las calles en el nombre de George Floyd ha desaparecido, por muchos homenajes que se hagan este fin de semana.
En esta época post Floyd, se ha entrado en un nuevo orden cultural y político en el que tampoco es nada casual que el ejecutivo de Trump anunciara, precisamente en vísperas de este quinto aniversario, que el Departamento de Justicia cancelaba la supervisión sobre las policías locales acusadas de abusos, sobre todo cometidos contra ciudadanos negros y latinos.
Hay más de una veintena de cuerpos –incluido el de Minneapolis– a los que se acusó de violaciones de los derechos civiles y donde se intentaba imponer reformas para evitar la denominada brutalidad. Casos cerrados.
Los policías matan a mas gente ahora que antes de Floyd y sus víctimas son personas negras en su mayoría
El aumento de la criminalidad por la pandemia hizo que numerosas de estas reformas se difuminaran, como las reivindicaciones del movimiento Black Lives Matter (las vidas de los negros importan), en franco retroceso, en tanto que cada vez más, con Trump al megáfono, crecían los agravios blancos.
“Desde mi punto de vista, en términos de mala conducta policial, en términos de delitos policiales, nada ha cambiado realmente”, señala en The Marshall Project el profesor de criminología Philip Stinson. No solo eso, la policía ha matado a más gente que antes de Floyd y las personas negras siguen siendo mayoritarias entre sus víctimas.
Las amenazas de Trump han llevado muchas empresas a dar marcha atrás en sus políticas de diversidad y el supremacismo blanco campa a sus anchas, en especial en la red X.
“Las pasadas elecciones arrasaron con todos los avances”, lamenta Leroy Robinson, profesor afroamericano en Brooklyn, frente a la estatua de Times Square. “Fue el resultado de los que vieron el cambio y tenían miedo porque no les beneficiaba”. Así certifica la segunda muerte de George Floyd.