El problema para Donald Trump reside en que el pasado deja un rastro.
Hay una foto de una fiesta, en la década de les noventa, en la que el promotor inmobiliario aparece junto a su amigo, el rico financiero Jeffrey Epstein, entonces en la cúspide del poder y el éxito económico.
Ahí se observa con claridad cómo los dos miran, no precisamente con sentido paternal, la zona trasera de unas jóvenes. Su sonrisa es más bien lasciva.

Donal Trump de fiesta con Jeffrey Epstein en 1992
Cuando Trump arrancó su carrera política en el 2015, que le llevó a la Casa Blanca, los problemas judiciales se volvieron a proyectar sobre Epstein, que ya había recibido en Florida una leve condena por cuestiones de abusos sexuales. Al recrudecerse ese asunto tan feo, gracias a la labor de investigación del Miami Herald , Trump dijo que había sido amigo de Epstein, pero que perdieron el contacto.
El financiero caído en desgracia recordó otra fotografía, una en la que él y Trump están con una mujer, la futura primera dama de Estados Unidos, aunque entonces ninguno de los tres podía saber lo que el destino les iba a deparar, unos a la cúspide del mundo y el otro al hoyo.
“Yo presenté Donald a Melania”, aseguró el tercero de los integrantes de esa estampa.

Trump sobre Musk: "No estoy pensando en él"
Que el jefe del FBI nombrado por Trump afirmara que Epstein no fue asesinado enfureció a los MAGA
Elon Musk, que ha estado manejando mucha información y muy sensible como responsable del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), sabe bien dónde clava el puñal. El asunto Epstein tiene mucho predicamento en el mundo MAGA (Hagamos que América vuelva a ser grande), el movimiento populista y conspirativo que ha propulsado a Trump a la presidencia.
En la pasada campaña, como mantra, se repetía que, una vez ganase, el político conservador desvelaría los papeles de Epstein. Se suponía que esa documentación contenía las fechorías ocultas de la llamada élite demócrata, encabezados por el pecador Bill Clinton, que viajó varias veces en el Lolita Express , nombre con el que se bautizó el avión de Epstein.
Trump alentaba la trasparencia y sus bases denunciaban que ahí se escondía una conjura de las cloacas del Estado profundo contra Trump.
Que se hallara muerto a Jeffrey Epstein en la celda de una cárcel de Nueva York el 10 de agosto del 2019, donde esperaba juicio como pederasta y traficante de menores, era la invitación perfecta para los teóricos de la conspiración.
Kash Patel, jefe del FBI en el nuevo gobierno, y su número dos, Dan Bongino, enfurecieron la semana pasada a los MAGA al remarcar que Epstein murió realmente por suicidio y que no existe ni el más mínimo indicio de que fuera suicidado por alguien. Patel aseguró al asumir el cargo que habría luz sobre lo ocurrido. “No habrá encubrimientos, no faltarán documentos y no se dejará piedra sin remover”, afirmó refiriéndose a los fiscales que supuestamente encubrieron a Epstein.
Llueve sobre mojado sobre la frustración, porque en febrero la fiscal general, Pam Bondi, desclasificó una primera fase de los archivos de Epstein y no hubo seísmo. Los nombres eran los mismos de siempre, Clinton, el príncipe Andrés, Michael Jackson, el ex secretario de Estado John Kerry, Bill Gates..., incluso había citas a la amistad con el actual presidente.
Los demócratas son los que piden ahora que el FBI y el Departamento de Justicia saquen los papeles del pederasta
Si hay una segunda tanda de posibles visitantes a la isla privada del financiero, parece que la olvidaron. Y llegó el mensaje de Musk: “Momento de lanzar la gran bomba, Trump está en los archivos de Epstein”, proclamó desde su red X.
La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, calificó el arrebato de “desafortunado episodio de Musk”, pero ahora son los demócratas los que piden que el FBI y el Departamento de Justicia digan toda la verdad sobre Trump y sus fiestas con Epstein.