India afianza su control del valle de Cachemira con la primera conexión ferroviaria

Delhi-Srinagar

Narendra Modi culmina un proyecto de más de 40 años y que incluye el puente más alto en su género

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El primer ministro indio, Narendra Modi, inauguró ayer el puente ferroviario más alto del mundo, sobre el río Chenab, antes de montarse en el tren que completa el trayecto que faltaba entre el valle de Cachemira y el resto de India 

PIB/EFE

No abundan las buenas noticias en Cachemira, pero este viernes hubo una de largo recorrido. La conexión ferroviaria del disputado valle -a 1.600 metros de altitud- con la vasta llanura indostánica es por fin una realidad. Un sueño más que centenario, cuya primera piedra fue colocada por Indira Gandhi en 1983, ha sido completado -diez primeros ministros más tarde- por Narendra Modi, en clave nacionalista. Exactamente el día que se cumplía un mes de la última refriega con Pakistán, que bautizó con el nombre de operación Sindur. 

La pieza central del puzle, inaugurada ayer por Modi,  circula entre Udhampur y Srinagar, completando así la línea Jammu-Udhampur-Srinagar-Baramulla. Para hacerla realidad, en estas estribaciones del Himalaya, ha sido necesario construir decenas de túneles y puentes, con un elevado coste, en consonancia con el alto valor político de la apuesta. Como es sabadio, el antiguo principado de Jammu y Cachemira está controlado por India en dos terceras partes y por Pakistán en una tercera parte, aunque ambos países lo reclaman en su totalidad. Algo que lleva a la paradoja de que en los mapas oficiales y escolares de India, esta comparta frontera con Afganistán. 

Esta línea ferroviaria estratégica ha sido calificada como “joya de la corona”, al reducir a la mitad, de seis o siete horas a tres horas, el tiempo de viaje entre Srinagar y Jammu, capitales de verano y de invierno, respectivamente, del territorio. Pero sobre todo por amarrar Srinagar, centro neurálgico del valle de Cachemira, a Nueva Delhi, la capital india. 

Mientras tanto Islamabad, la capital pakistaní, aunque mucho más cercana, aparece como inaccesible -excepto para la infiltración de militantes- tras  cientos de kilómetros de verja y cientos de miles de tropas, en una disputa política de ocho décadas. 

Cabe recordar que Jammu y Cachemira es el único territorio de India de mayoría musulmana, junto a las islas Laquedivas. Aunque disfrutaba de la categoría de estado -con algunos privilegios respecto a la treintena de estados de la Unión India- Modi le despojó de esta condición en 2019, rebajándolo a territorio. Solo en otoño pasado volvió a contar con parlamento propio -aunque con competencias reducidas y supeditado al gobernador- tras cinco años en el limbo y tras mantener a sus políticos moderados, durante meses, en arresto domiciliario y a la población entera privada de telefonía e internet. 

Sobre el río Chenan

Narendra Modi ha inaugurado también el puente ferroviario más alto del mundo

La nueva línea debía haber sido inaugurada por Narendra Modi a finales de abril. Por motivos no del todo aclarados, la ceremonia fue pospuesta. En su lugar, en esas fechas, lo que conmovió Cachemira -e India entera- fue la ejecución de 27 varones indios -26 de ellos turistas hindúes- y un nepalí a manos de un comando terrorista, que no encontró ninguna oposición, a pesar de que hay medio millón de tropas estacionadas en el territorio. 

La nueva fecha escogida, ayer 6 de junio, no por casualidad marca un mes desde que las Fuerzas Armadas Indias lanzaran la operación Sindur, contra objetivos de las organizaciones armadas Lashkar-e-Toiba y Jaish-e-Mohammed, que tienen como principal objetivo la anexión de toda Cachemira a Pakistán. 

El presidente del Congreso Nacional Indio (en la oposición), Mallikarjun Kharge, insinuó que Modi sabía algo sobre el peligro que se cernía sobre Cachemira y que por ello canceló la inauguración del tren cachemir, aunque sin llegar a afirmar que este fuera el primer objetivo del comando que finalmente optó por una misión tan fácil y cobarde como asesinar turistas, entre ellos muchos maridos en luna de miel. Los asesinos siguen en paradero desconocido. 

La indignación en India obligó al gobierno de Modi a mover ficha, aun sin ser capaz de aportar pruebas sobre la autoría, según Islamabad. La gran novedad de la operación Sindur respecto a la última represalia de este tipo, en 2091, es que el fuego indio no se ciñió a la parte de Cachemira ocupada por Pakistán, sino también -por primera desde 1971- a objetivos dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Pakistán, en localidades como Bahawalpur. 

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Máxima seguridad en la estación Nowgam de Srinagar, Cachemira, ayer viernes. 

FAROOQ KHAN / EFE

Pakistán respondió de inmediato y, para sorpresa de propios y extraños, derribó por lo menos dos aviones de combate indios (aparentemente un Rafale y un Mirage2000) que atacaban desde el espacio aéreo indio. India negó dicha pérdida durante semanas (mientras Pakistán la elevaba a seis cazas, sin pruebas), hasta que el Jefe del Estado Mayor indio la admitió implícitamente en respuesta a una entrevista en Singapur, el pasado fin de semana. Un auténtico jarro de agua fría. 

Pakistán no ganó esta escaramuza mayor -de cuatro días- pero el empate le sabe a victoria, teniendo en cuenta que el presupuesto militar de su vecino es varias veces mayor. Ambas partes accedieron a un alto el fuego que el presidente estadounidense, Donald Trump, se atribuyó automáticamente en su red social. Aunque hoy sabemos que fue mucho más decisiva para que callaran definitivamente las armas una llamada entre el ministro de Exteriores de China, Wang Yi, y su homólogo indio, S. Jaishankar. 

“Pakistán no olvidará jamás su derrota vergonzosa”, tronaba ayer Narendra Modi, desde Cachemira, protegido por drones. Fiel a su estilo, el primer ministro nacionalista, no solo no buscaba la concordia con la mayoría cachemir -donde hay sensibilidades muy distintas- sino que continuaba arengando a su electorado paninidio de cientos de millones de personas, enardecidos por los canales de televisión de 24 horas, todos ellos afines a sus siglas. 

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El Vande Bharat Express llegando por primera vez a la estación de Sringar, este viernes, desde la estación de Shri Mata Vaishno Devi, pensada para recibir a millones de peregrinos hindúes.

Sharafat Ali / Reuters

“Esta es una gran fiesta de la unidad y de la firme determinación de India”, dijo Modi, a un paso del puente sobre el río Chenab, maravilla de la ingeniería, de 1.315 metros de longitud.  La línea Udhampur-Srinagar-Baramulla, de 272 kilómetros, cuentra con 36 túneles y 943 puentes. Pero el de Chenab tiene el valor añadido de ser el más alto del mundo, superando el récord del de Najiehe, en China. 

El tren es una buena noticia para los cachemires y para los turistas (casi todos del resto de India), básicos para su economía. También para el desplazamiento de soldados.

 

Jammu y Cachemira ya contaba con líneas de ferrocarril, inauguradas durante la pasada década. Una en Jammu y otra dentro del valle, pero faltaba por completar el tramo más exigente que conectara ambos segmentos.

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Interior del convoy en su viaje inaugural, este viernes

FAROOQ KHAN / EFE

La finalización de la línea permite por primera vez a los cachemires conectar con el resto de la red de los ferrocarriles de India, una de las más vastas del mundo. Algo con un alto significado político. 

India, al fin y al cabo, ofrece más y mejores oportunidades laborales que Pakistán. Sobre todo en un momento como el actual, en que un comando armado, entrenado, fomentado o justificado desde Pakistán acaba de asestar un nuevo golpe de gracia al turismo. Este era, según el discurso de ayer del propio Modi, el primer objetivo de los terroristas: “Pakistán es enemigo del desarrollo de Cachemira”. 

El segundo era desencadenar disturbios étnicos y religiosos en toda India, también según él, para desacreditarla. Algo que esta vez optó por frenar el RSS, la mayor organización de voluntarios del mundo, que encuadra tanto al partido de Modi (BJP) como a grupúsculos como VHP y Bajrang Dal, sospechosos habituales de violencia sectaria.

El puente sobre el río Chenab, con un coste estimado de 14.000 millones de rupias (1.432 millones de euros) se eleva a una altura  de 359 metros sobre las aguas, superando el récord ostentado hasta ahora por China. El otro gigante asiático, en cualquier caso, completó el ferrocarril de Tíbet, varias veces más extenso y a una altitud tres veces mayor, en apenas cinco años.

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El nacionalista Narendra Modi ondea la bandera de India seis años después de ilegalizar la bandera de Cachemira. El tren entre Jammu y Cachemira ha sido pintado de azafrán -el color del hinduismo- y bautizado Vande Bharat, que significa Loada sea India (en su nombre sánscrito), en un guiño a Vande Mataram, el himno oficioso del país. Modi dio un salto en su carrera en el RSS poniéndose al frente de la campaña de peregrinaje para levantar la bandera tricolor en Srinagar, en los noventa. Aunque al final el movimiento que polarizó el país y levantó a su partido fue el de la demolición de la mezquita de Babar, en Ayodhya, para levantar un templo a Rama, cosa que también cumplió hace un año, pero que no le devolvió la mayoría absoluta en las elecciones generales 

PIB / EFE
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