La ofensiva aérea de Israel y Estados Unidos contra Irán no ha acabado con el régimen teocrático, objetivo primordial de la operación, y tampoco ha aniquilado el programa nuclear iraní. Es imposible verificar de manera independiente el estado de las instalaciones en las que se fabrica y almacena el uranio. Tampoco puede saberse cuántos misiles balísticos sigue teniendo Irán. La inteligencia estadounidense calcula que unos 1.500.
Israel ha demostrado una supremacía militar incontestable. Su red de espías en Irán también es extraordinaria. El régimen iraní, sin duda, ha mostrado una debilidad extrema. Pero sigue en pie. La represión para acabar con espías y disidentes ha comenzado, y la determinación para conseguir la bomba es hoy mayor que antes de la guerra.
Los estrategas militares israelíes y norteamericanos sabían que, en el mejor de los casos, solo retrasarían unos meses el desarrollo de la bomba iraní. De ahí la insistencia, desde el primer día, en asesinar al líder supremo Ali Jamenei y provocar un cambio de régimen. El entusiasmo en Tel Aviv y Washington por el éxito de la ofensiva aérea no se sustenta con los resultados sobre el terreno.
Este vídeo analiza un conflicto sin precedentes entre Irán, Israel y Estados Unidos.