El desafío se consumó y triunfó en un ambiente de festiva reivindicación y lanzando un potente mensaje. Decenas de miles de personas desfilaron el sábado por Budapest en la marcha del Orgullo LGTBIQ+, prohibida por la policía húngara en aplicación de una restrictiva ley del Gobierno ultranacionalista del primer ministro, Viktor Orbán, una marcha que el alcalde de la capital, el ecologista Gergely Karácsony, cubrió con el manto municipal argumentando que, por ese motivo, no necesitaba permiso para realizarse.
El resultado fue un desfile que encarnaba a la vez la celebración y la protesta, y que, además de una reivindicación de las personas LGTBIQ+, se convirtió de facto en una manifestación de resistencia de opositores y críticos a la deriva autoritaria del Gobierno de Orbán.
Una multitud –que medios locales como 444.hu y Magyar Hang estimaron en unas cien mil personas y que los organizadores elevaban a casi el doble– recorrió las calles bajo el lema “La libertad y el amor no pueden ser prohibidos”, entre banderas del arco iris, enseñas europeas y pancartas sobre derechos fundamentales y el riesgo de perderlos. “Ninguno de nosotros es libre hasta que todos seamos libres”, decía un cartel.
El origen del veto
La policía húngara había prohibido el desfile aplicando una ley impulsada por el líder ultranacionalista Viktor Orbán
El viernes, Orbán había advertido de que participar en el Orgullo tendría “consecuencias legales”, pero, sabedor de la mala imagen exterior que transmite una carga policial injustificada, aseguró de antemano que la policía no emplearía la fuerza para dispersar la marcha prohibida. En la práctica, un desfile que discurrió entre proclamas sobre derechos y sones de la Macarena y canciones del grupo Abba, se convirtió en una prueba de fuerza entre Orbán y la alcaldía de Budapest, en una fecha simbólica para el colectivo LGTBIQ+ de Hungría, pues era la 30.ª edición de su Orgullo.
Pequeños grupos de extrema derecha de sendas manifestaciones autorizadas, apenas unas docenas de personas, intentaron interrumpir la marcha, pero la policía los apartó y desvió la ruta del Orgullo, que continuó con feliz bullicio. El alcalde Karácsony agradeció a la policía de la capital el servicio prestado.
Un participante en el Orgullo de Budapest, el 28 de junio
El desfile contó con un notable respaldo internacional, con representantes de una treintena de países. En el cortejo participaron unos 70 eurodiputados y varios políticos europeos, la mayoría izquierdistas, socialistas y verdes, venidos de Países Bajos, Italia, Grecia o Alemania, entre otros países comunitarios. Entre ellos había varios españoles, como la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz; el ministro de Cultura, Ernest Urtasun; el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni; o la jefa del grupo socialista en la Eurocámara, Iratxe García. Finalmente, la ministra de Igualdad, Ana Redondo, no está aquí debido a la cancelación de su vuelo desde Madrid.
La mirada de Europa se centró así en esta nación centroeuropea de 9,6 millones de habitantes, gobernada desde hace quince años por Viktor Orbán, cuya deriva legislativa de erosión de libertades ha motivado muchas tensiones con Bruselas.
“Soy húngaro, vivo en Budapest, y he venido al Orgullo porque vengo siempre desde hace cinco años, y porque este año era especialmente importante venir por los problemas políticos; Orbán nos está quitando derechos”, decía Alex, de 35 años, gerente de proyectos en una empresa de tecnologías de la información, que prefirió no dar su apellido. Llevaba al cuello una guirnalda con los colores del arco iris.
El alcalde de Budapest, Gergely Karácsony, y la vicepresidenta del Gobierno de España, Yolanda Díaz, con otros participantes en el desfile del Orgullo, el 28 de junio
“Nunca he tenido ningún problema en el trabajo ni con los amigos por ser gay; realmente no es un gran problema en Hungría, aunque es verdad que no veo a hombres paseando cogidos de la mano; pero bueno, a mí no me importa no ir por la calle así”, añadió.
A lo largo del cortejo LGTBIQ+, en el que sobresalían muchos paraguas multicolores, se podía ver a mucha gente a cara descubierta, pero también a personas con grandes gafas oscuras o sombreros de buen tamaño, para cobijarse del sol y quizá también siguiendo el consejo de la organización Budapest Pride de camuflarse un poco el rostro, pues la policía tiene la potestad de emplear sistemas de reconocimiento facial.
Los asistentes al Orgullo no se arredraron pese a que, técnicamente, afrontan multas de hasta 200.000 forintos (es decir, 500 euros), y a que organizar o animar a la participación podría implicar un año de cárcel.
La marcha ha sido bloqueada por la policía unos pocos cientos de metros después de iniciarse con un cordón de una quincena de agentes
“Es importante que se sepa que estamos orgullosos de nuestra identidad”, defendía ayer Fanni Hanzlik, una estudiante de Comercio de Budapest de 18 años, que se declara bisexual. Ella y sus amigas circulaban con banderitas de colores y un cartel casero: “El amor no se puede prohibir”.
¿Por qué Viktor Orbán ha ido incrementando la presión sobre las personas LGTBIQ+ con nuevos recortes de derechos?
La joven Fanni sostiene –y sus amigas asienten– que es un plan deliberado de fomento del odio en busca de votos para su partido, Fidesz, el impulsor de los cambios legislativos. “El partido está bajando en el último año y medio, y hay mucha tensión porque el año que viene hay elecciones; Orbán tenía que señalar a una minoría, porque todas las demás minorías a las que ha odiado o discriminado hasta ahora, como los migrantes, simplemente no están en la mira en este momento”.
La policía controló la situación
La capital de Hungría albergó un Orgullo multitudinario y dos pequeñísimas marchas de la extrema derecha
En efecto, hace meses que los sondeos son desfavorables para Orbán, algo a lo que el líder ultranacionalista no está acostumbrado. El eurodiputado Péter Magyar, rival surgido de su antiguo entorno y ahora al frente del pequeño partido conservador Tisza, le saca 15 puntos de ventaja en la última encuesta del instituto demoscópico Median.
La idea que permea el respaldo internacional que ha tenido este Orgullo es que la prohibición de un actividad del colectivo LGTBIQ+ afecta a los valores europeos, y que puede ocurrir en otros lugares si no se ataja cuanto antes. “Lo de hoy va a ser el inicio de un cambio a favor de la esperanza en el mundo; los derechos no son relativizables en Hungría y no pueden serlo dentro de la Comisión Europea”, dijo la vicepresidenta Yolanda Díaz en un acto de los Verdes Europeos, previo a la marcha junto a Karácsony y el ministro Urtasun en un lugar simbólico, el edificio de la Universidad Centroeuropea (CEU), centro de estudios privado impulsado por el magnate George Soros, que Orbán acosó hasta lograr su traslado a Viena. Ahora ya no se dan clases.
El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, en el Ayuntamiento de Budapest, adonde acudió para sumarse a la marcha del Orgullo LGTBIQ+, el 28 de junio
También el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, alertó de que “si se atacan derechos y libertades fundamentales en un país miembro de la Unión Europea como es Hungría, lo mismo podría ocurrir mañana en Barcelona o en otro lugar”. Antes del desfile, Collboni se reunió en el Ayuntamiento con el alcalde de Budapest y otros ediles, como los de Atenas y Amsterdam, y dijo que las ciudades son el núcleo de “la resistencia ante la ola reaccionaria que recorre el mundo”.