El Consejo de la Unión Europea cambia desde este 1 de julio de presidencia, pero los ejes seguirán siendo los mismos: la seguridad y la defensa, y navegar entre las aguas revueltas por la imprevisibilidad del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el otro lado del Atlántico. Dinamarca ha sucedido este martes a Polonia como país que ejerce de árbitro entre los Veintisiete y acoge los encuentros ministeriales. Y, aunque el Gobierno danés es uno de los pocos europeos que quedan en manos de los socialdemócratas, sus preocupaciones por el rearme del continente van muy en línea con las de los populares polacos.
Al final, el gobierno de la primera ministra Mette Frederiksen es uno de los que tiene discursos más militaristas de Europa. Por ejemplo, entre los puntos en que se concentrará esta presidencia se encuentra impulsar el programa millonario para activar industria de defensa europea, los nuevos instrumentos para acceder a préstamos, aumentar la presión sobre Rusia –todavía queda pendiente que Eslovaquia levante su veto sobre el 18 paquete de sanciones– o la colaboración con la industria militar ucraniana y el impulso del proceso de adhesión de este país en el bloque comunitario.
Copenhague, aliado de Meloni en migración, impulsará las carpetas para acelerar las deportaciones
Dinamarca, que ha ampliado el servicio militar para las mujeres, será el primer país en llevar a cabo la producción conjunta de armas con Ucrania. Esta voluntad por avanzar en defensa será determinante también porque están a punto de arrancar las siempre farragosas discusiones para el próximo Marco Financiero Plurianual, el futuro presupuesto europeo entre el 2028 y el 2034. Copenhague ya ha dejado claro que se debe tener en cuenta el nuevo contexto de seguridad.
“Lo más importante es rearmar a Europa. Esa es mi posición y mi conclusión. Si Europa no es capaz de defenderse a sí misma, entonces en algún momento se habrá acabado el partido. Todas las otras prioridades y discusiones deben ser tomadas después”, avisó Frederiksen en Copenhague, ante la presidenta del Parlamento Europeo Roberta Metsola.
Esta semana su agenda es ocupada. Mañana recibe en Arhus, donde se realizará la ceremonia oficial de apertura, a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y a todo su colegio de comisarios.
En Bruselas los diplomáticos daneses son considerados pragmáticos, una fama que les será necesaria durante esta presidencia –que termina el 31 de diciembre– sobre todo para adaptarse a los golpes que vayan llegando desde la Casa Blanca. Dinamarca, pendiente de las amenazas trumpistas sobre Groenlandia, será también quien deberá recabar la unidad entre los Veintisiete para el acuerdo comercial que deberían alcanzar en cuestión de días Bruselas y Washington.
Otra cuestión en lo que la socialdemócrata Dinamarca recuerda a Polonia es en su rechazo a la inmigración, y Frederiksen se ha aliado en varias ocasiones con Meloni para impulsar las repatriaciones. Como confirmó el embajador danés frente a la UE, Carsten Gronbech-Jensen, otra de sus metas para la presidencia será aventajar las carpetas que tienen que ver con el endurecimiento de medidas para deportar a los migrantes, como la “directiva de retornos o la lista de terceros países seguros”.