Línea de vida para una Ucrania acorralada

Ucrania está contra las cuerdas, incapaz de frenar las ofensivas aéreas y terrestres de Rusia. Le falta armamento y también tropa. Así que el anuncio de que la OTAN le enviará el material militar que necesita es una línea de vida en un momento crítico.

Anuncios como este los ha habido antes y nunca han cumplido las expectativas de Kyiv. “Es como si no quisieran que ganáramos la guerra, como si no entendieran que contener a Rusia es salvar a Europa”, se queja Oleksandr Chepiha, teniente de artillería, herido hace unos meses en Donetsk, hoy la zona más activa del frente. Estamos conduciendo por las extensas llanuras de Galicia, antiguos campos de batalla en la parte más occidental de Ucrania, y Chepiha refleja una frustración muy común, la sensación de abandono de muchos ucranianos después de más de tres años de guerra.

La OTAN se apresura para proteger a Ucrania de los drones rusos

Poco a poco, sin embargo, Europa pierde el miedo a una escalada de la guerra y parece que incluso Donald Trump ha roto su idilio con Vladímir Putin. Junto a Mark Rutte, secretario general de la OTAN, anunció ayer un refuerzo sustancial del ejército ucraniano. Ninguno de los dos quiso concretar qué armas comprará la OTAN a Estados Unidos para entregarlas luego a Ucrania, aunque se da por hecho que habrán diversos sistemas de defensa antiaérea, incluidos los famosos Patriots, los únicos capaces de abatir los misiles balísticos rusos.

Las ciudades ucranianas dormirán más tranquilas, pero la situación en el frente seguirá siendo la misma mientras la OTAN no entregue también armas ofensivas, especialmente, misiles de medio y largo alcance.

An unmanned ground vehicle is photographed during a military training organised by Ukrainian soldiers of The Third Separate Assault Brigade in Kyiv region on July 12, 2025, amid the Russian invasion of Ukraine. (Photo by Tetiana DZHAFAROVA / AFP)

Vehículos autónomos como este permiten al ejército ucraniano abastecer las posiciones en el frente con víveres y municiones 

Tetiana Dzhafarova / AFP

Ucrania lleva meses preparándose para lo peor, es decir, para que Trump no renueve la ayuda militar ni endurezca las sanciones a Rusia y los países que se saltan el bloqueo. Ayer, en todo caso, por mucho que intentó desmarcarse de Joe Biden, siguió su ejemplo de enviar armas y castigar a la economía rusa.

La OTAN hará el trabajo. El puerto de Rotterdam ha despejado una de las terminales de contenedores para acoger los buques que lleguen con armas para Ucrania. Amberes arrimará el hombro. Las rutas logísticas para que este material llegue a la frontera ucraniana están listos.

No hay tiempo que perder. Putin aprieta. El ejército ruso ocupó 449 kilómetros cuadrados en mayo y 556 en junio, según la organización Deep State. En unos meses, además, podrá lanzar un millar de drones en oleadas de alta frecuencia. A pesar de que ha sufrido más de un millón de bajas, sigue reclutando entre 45.000 y 50.000 soldados cada mes.

Los drones, mucho más que la artillería, deciden la suerte en el frente

Ucrania tiene dificultades para mantener tropas efectivas de combate a lo largo de los 1.200 kilómetros del frente. “Nos faltan hombres –admite el teniente Chepiha–, pero también misiles y explosivos.”

Esta desventaja se contrarresta con flexibilidad y adaptabilidad. La guerra que empezó con un protagonismo indudable de la artillería es ahora una guerra, sobre todo, de drones. Ucrania los fabrica a miles en cientos de naves clandestinas. “Allí había una”, anuncia Chepiha señalando unos hierros retorcidos en medio de un campo de cereales.

Los drones con visión remota, pilotados por soldados que ven el campo de batalla a través de unas gafas de vídeo, permiten a Ucrania sostener la línea del frente. Cuando Rusia avanza es a costa de muchas bajas en las zonas donde las brigadas ucranianas están peor equipadas y coordinadas.

Los drones permiten atacar la retaguardia rusa. “Lanzamos bombas de diez kilos y llevamos cuatro en cada vuelo”, explica Oleksandr Maslov, piloto de drones Vampiro en el frente de Sumy. “Podemos penetrar unos diez kilómetros detrás de las líneas enemigas”, añade.

Ante esta amenaza, Rusia ha de retrasar los vehículos blindados, las baterías antiaéreas como las S-300 y las S-400, y los vehículos de intendencia. Le cuesta más abastecer al frente y Ucrania respira un poco.

“Un dron puede llevar 50 kilos de explosivos a pocos kilómetros de distancia, pero un misil puede llevar 500 kilos a cientos de kilómetros –explica el teniente Chepiha–. Imagínate lo que podríamos hacer con ellos”.

El Reino Unido se ha comprometido a enviar 5.000 misiles Thales, pero son de corto alcance, útiles contra drones y vehículos ligeros. Chepiha querría cohetes más grandes y determinantes, pero no hay indicios de que la OTAN vaya a darle tanto.

En una guerra de desgaste como esta, la línea de vida que se anunció ayer en el despacho Oval permitirá a Ucrania resistir. Su resistencia desgastará a Rusia y este desgaste, según confían Trump y Rutte, convencerá a Putin de que debe negociar un alto el fuego.

El teniente Chepiha, cojo de por vida, confirma que “nuestros aliados no quieren que perdamos, pero tampoco que ganemos”.

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