Muchos festivales y poca guerra

Verano en Moscú

Ni los pocos drones ucranianos que logran llegar a la ciudad han despertado a la capital rusa a la realidad de la guerra

Moscow (Russian Federation), 19/07/2025.- Russian athletes and other participants take part in a procession as part of the Olympic Moscow sports festival in Moscow, Russia, 19 July 2025. The event, supported by the Moscow Department of Transport and the Russian Olympic Committee, is dedicated to a healthy lifestyle, sports and the spirit of Olympic unity. (Rusia, Moscú) EFE/EPA/YURI KOCHETKOV

Imagen de unidad. Atletas rusos y otros participantes tomaron parte este 19 de julio en el festival deportivo Moscú Olímpico, una de las muchas actividades de este verano promovidas por el Ayuntamiento

YURI KOCHETKOV / EFE

El verano en Moscú es una ilusión, o una mentira. Al buen tiempo le sucede de repente un aguacero o un pequeño huracán con granizo, y luego los días se vuelven sofocantes cuando menos lo esperas. Lo mismo sucede con la realidad más cruda. En estos años de guerra han venido a la memoria antiguas imágenes en blanco y negro: fotografías impactantes, inesperadas, cruentas, irreales, pero totalmente verdaderas.

En una de ellas, focos de luz iluminan la noche en busca de aviones atacantes y las bombas incendiarias llenan de fuego la noche con las torres del Kremlin de fondo. En otras, de día los moscovitas hacen vida normal: compran agua con gas en un quiosco o siguen yendo al estadio del Dinamo. Pero por la noche todo cambia: han de refugiarse en el metro y colaboran con las defensas antiaéreas para rechazar los ataques.

Recuerdos lejanos en blanco y negro: verano de 1941, cuando Moscú sí era primera línea de batalla

Las fotos las hizo la fotoperiodista estadounidense Margaret Bourke-White, que había recibido un permiso especial del gobierno de Stalin para retratar la ciudad en estado de guerra y luego las publicó en la revista Life .

“Al comenzar la guerra, yo tenía 12 años (...) A los niños nos llevaron en el tranvía a la estación fluvial. Había barcos de vapor de recreo (...), nos subieron a la plataforma, a la cubierta, donde pudieron encontrar un lugar. Este barco se dirigía a Riazán”, dice el testimonio de una evacuada, Zinaída Aristárjova, llevado a su blog por el influyente periodista y bloguero Iliá Varlámov.

Pero esas fotos y palabras también son una ilusión, porque no son de este verano. Ocurrieron en 1941. El 22 de junio de ese año, la Alemania de Hitler invadió la Unión Soviética, y tres días después se impuso la ley marcial en Moscú. Las alarmas y los combates pusieron la capital rusa en primera línea de batalla. “De madrugada, a las 3 en punto, las sirenas levantaron a Moscú. Los residentes saltaron nerviosamente, comenzaron a esconderse en refugios”, recogió en su diario P. Miller, de la comisión para el estudio de la historia de Moscú.

Pero hoy Moscú vive de espaldas a los combates. Desde que el presidente ruso, Vladímir Putin, enviase el ejército a Ucrania en febrero del 2022, estos suceden a cientos, si no a miles, de kilómetros al oeste. Ni los pocos drones ucranianos que logran llegar a la ciudad han despertado a la capital rusa a la realidad de la guerra.

Moscú sigue con su vibrante actividad. El centro, el anillo de bulevares y más de 50 parques se transforman estos meses en un enorme y florido jardín, con mercadillos gastronómicos, música, teatro y baile. Todo según la planificación del alcalde, Serguéi Sobianin, cuyo equipo ha organizado Verano en Moscú, un festival de festivales que dura tres meses.

“Yo suelo irme a la dacha después del día de la Victoria (9 de mayo). Pero algunos fines de semana regreso. Moscú está muy animado y siempre hay muchas cosas que ver”, dice Olga, que hace típica vida de jubilada, entre la ciudad y su casa de campo.

La mayoría de las actividades del verano son gratuitas. Se puede hacer deporte en las playas fluviales, ir el festival Bulevar de Teatro 2025 en 14 escenas de la ciudad, disfrutar del circo en un Festival Mundial o atreverse a bailar en el Festival de Danza de Chistie Prudí. Se han programado también un festival de té, yincanas patrióticas, torneos de ajedrez, exposiciones fotográficas, conciertos de jazz o desfiles de carnaval, karaokes al aire libre y hasta un campeonato de gorodkí , un deporte tradicional al que jugaban Lev Tolstói o Lenin.

Paseas por el anillo de los bulevares y no hay signo de guerra, salvo tal vez un paracaidista con su uniforme y boina azul cogido de la mano de su novia. Aún se ven anuncios en vallas publicitarias llamando a alistarse, o carteles para honrar a los “héroes de Rusia”. Pero estos no son tan frecuentes como en años anteriores.

Rusia ya había conseguido que las sanciones occidentales no fueran más que una molestia para regiones alejadas de la frontera ucraniana. La falta de productos importados se ha suplido con producción local, con las plataformas digitales o trayéndolos a través de terceros países. Que no se haya podido ver la última misión imposible de Tom Cruise o la última aventura de los dinosaurios ( Jurassic World: el renacer ) se arregla con internet o con pases piratas consentidos. Quien quiera un vehículo europeo se encuentra con que no siempre es posible, pero no es una tragedia. Y las vacaciones en España, Italia o Francia bien pueden sustituirse por Turquía o la muy de moda Dubái.

Después de casi tres años y medio, sin oposición política real y con una implacable represión de toda crítica a las decisiones militares, la existencia de un conflicto lejano pero propio se ha mimetizado en la vida de esta ciudad de 13 millones de habitantes. En el 2022 o el 2023 hablar del conflicto era lo habitual, pero ahora está ausente de las conversaciones y solo es tema de la televisión o los canales de Telegram.

La inflación es de lejos (un 63%, según el Centro Levada) lo que más preocupa a los rusos. Muy por detrás (35%) está la llamada operación militar especial y las sanciones de Occidente. “Tenemos que seguir nuestra vida, intentando progresar. No podemos hacer otra cosa”, dice Galina, una mujer joven recién graduada en la universidad en la histórica calle Varvarka, cerca del Kremlin, donde sigue levantado un memorial en honor del Grupo Wagner.

No creo que lleguemos a ver aquí imágenes como las que fotografió Margaret Bourke-White en aquel verano de 1941. Ese sufrimiento existe, pero no en el Moscú del 2025.

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