Los demócratas viven todavía abatidos y cabizbajos, en ruinas, confundidos, carentes de liderazgo, después de ser aplastados por Donald Trump el pasado noviembre. Hay quien describe el partido como si fuera un coche de payasos abollado.
En esta travesía del desierto, la apuesta consiste en tratar de unir filas y centrarse en el ataque sobre todos los estropicios que consideran ya está causando Trump en su segundo mandato, desde los excesos militares contra los inmigrantes al ataque a la cultura, del apoyo a los multimillonarios a la pérdida de ayudas económicas para los más necesitados o el recorte en servicios como el sanitario para los mayores, de la libertad de expresión a la deriva autoritaria, del arrebato contra los críticos al chantaje de los aranceles en las relaciones globales.
Estos días, sin embargo, se escucha una voz interna que está provocando no solo desasosiego, sino incluso desprecio y enfado profundo. Precisamente ahora, cuando los republicanos están a la greña entre ellos por la amistad de Trump con Jeffrey Epstein, el depredador sexual, Hunter Biden, hijo del anterior presidente de Estados Unidos, le ha dado por hablar con el único objetivo de ajustar cuentas con los demócratas que, según él, cometieron traición con su padre.
En mala hora se ha puesto a hablar, sostienen en el partido, y eso ha llevado a que exclamen un ¡que te calles, Hunter!
A los analistas les sorprende la arrogancia en esa rabieta pública donde achaca la falta de lealtad y subraya que su padre habría ganado las elecciones de no ser por la falta de lealtad de los supuestos colaboradores.
Sus críticas las realizó en sendas apariciones en dos podcast, en especial su participación en el programa emitido el pasado lunes, donde la entrevista con Andrew Cllaghan se convirtió en una diatriba irreverente contra los que percibe como los enemigos del expresidente. A estos les atribuye, olvidando la mala fama y aprecio de su padre por su labor al frente del gobierno, que Trump ganara las elecciones al forzar la retirada del presidente y la entrega del testigo de candidato a la vicepresidenta Kamala Harris.
“Nunca debió retirarse”, sostiene. El pésimo debate con su rival se debió al jet lag tras viajar a Europa y Los Angeles –“es hombre de 81 años, está cansado”–, por lo que le prescribieron un analgésico para dormir (Ambien) y aquella jornada se hallaba aún bajo sus efectos.
Biden pasó los cinco días previos al debate en la residencia de Camp David (Maryland) preparándose para esa cita.
Hay estopa para muchos, desde Anita Dunn, unas de las colaboradoras principales en su ejecutivo, a asesores como David Axelrod o James Carville, que trabajaron con Barack Obama y Bill Clinton –“millonarios blancos que se lucran de su relación con Obama hace 16 años”– o el periodista de la CNN Jack Tapper, autor con Alex Thompson de Original sin (pecado original) libro que desvela las tretas de los colaboradores de Biden en la Casa Blanca para ocultar su declive mental y físico.
Pero uno de los que más recibe es el actor George Clooney, al que rebaja a una simple “marca” y al que achaca que abriera la válvula que llevó a la inundación que arrastró a su padre.
“Que le jodan a George Clooney, a él y a todos alrededor suyo. No tengo que ser amable”, afirma. “En primer lugar, estoy de acuerdo con Quentin Tarantino, George Clooney no es un jodido actor, es un jodido… no sé lo que es , una marca. Que te jodan, ¿por qué te hemos de escuchar? ¿Qué derecho tienes tú de meterte con un hombre que ha dado 52 años de su jodida vida al servicio de este país y decides que tú, George Clooney, vas a publicar un anuncio de una página en el maldito New York Times para socavar al presidente?, cuestiona. Y le recuerda que “los republicanos tienen ventaja porque están unidos”, precisamente lo que él ataca.
La mayoría de los aludidos rechazaron entrar en una guerra de palabras con Hunter, a quien su padre perdonó tras ser condenado por tres delitos graves.
Clooney calló, como también lo hizo directamente Tapper, otro machado. SÍ replicó el veterano Carville:“Los Biden entraron en ese frenesí de que eran las personas a las que se les faltaba el respeto, y esa es toda su cultura”, recalcó.