Cuando el helicóptero con el escudo del Vaticano desciende sobre la explanada de Tor Vergata, en la periferia romana, bajo la sombra de una vela diseñada por Santiago Calatrava, el papa León XIV sabe que su pontificado afronta su primer gran punto de inflexión. Allí lo esperaban un millón de peregrinos –“incluso más”, dice el prefecto de Roma, Lamberto Giannini– con muchas ganas de hacer fiesta y conocer al nuevo Pontífice, hasta ahora casi tímido en su imagen pública.
Hay un antes y un después de este jubileo de los jóvenes, que llenaron el centro de Roma y la explanada del este. Los chicos, entre ellos al menos treinta mil españoles, bailaron, cantaron, rezaron y durmieron uno al lado del otro. El Papa estadounidense fue aclamado, al principio como un reflejo casi automático de quienes desde hace 25 años se llaman papaboys, pero luego con convicción, cuando el Pontífice supo tocar las fibras más sensibles: “No nos alarmemos si nos descubrimos interiormente sedientos, inquietos, incompletos, deseosos de sentido y de futuro. No estamos enfermos, ¡estamos vivos!”. Lanzó una invitación muy aplaudida a aprender a convivir con sus fragilidades, que no deben ser “un tabú”, porque “la fragilidad de la que nos hablan es parte de la maravilla que somos. Aspirad a cosas grandes. No os conforméis con menos”. Enviando un pensamiento a los territorios en guerra, lanzó un último mensaje: “Estamos más cerca que nunca de los jóvenes que sufren los peores males causados por otros seres humanos. Estamos con los jóvenes de Gaza, con los jóvenes de Ucrania”.

El papa León XIV saluda a desde el papamóvil a los jóvenes reunidos este domingo en Tor Vergata, Roma
En resumen, se generó una química, visible en cada gesto y confirmada por los amplios recorridos del papamóvil, que avanzó lentamente entre las alas de una multitud entusiasta.
Lo de estos días ha sido un bautismo tanto para la nueva generación –hija, en algunos casos incluso biológicamente, de aquellos papaboys que invadieron el mismo campo de Tor Vergata durante la Jornada Mundial de la Juventud del año 2000, ideada por Juan Pablo II– como para León XIV, que por primera vez se enfrentaba a una multitud tan numerosa. “Es el acto más significativo desde su elección en términos mediáticos”, explica a La Vanguardia Roberto Regoli, historiador y director del departamento de Historia de la Iglesia de la Universidad Gregoriana. También la Iglesia, en su conjunto, respira aliviada ante la imagen de vitalidad ofrecida al mundo, en tiempos de crisis de vocaciones y de marginación de los católicos en las sociedades modernas.
Tor Vergata se convirtió en un enorme campamento de sacos de dormir, banderas y oración
No se alcanzaron los dos millones de hace 25 años, pero la oleada resultó igualmente enorme. Fue una semana intensa: Roma se vio colmada por grupos llegados con sus banderas de todo el mundo. Los eventos del programa oficial, como las confesiones multitudinarias en pleno Circo Máximo, fueron solo una gota en el mar de miles de escenas vividas en el centro de la capital italiana, que causaron simpatía y alguna molestia entre los romanos.
Prevost se dejó arrastrar por este entusiasmo. Se presentó por sorpresa en la misa inaugural del pasado martes, lanzando un mensaje claro, con la esperanza de que “guardéis en vuestros corazones todo lo que viváis durante este jubileo. Pero por favor, que no quede solo como un recuerdo en bonitas fotos”. Un llamamiento contra la frivolidad, reiterado unas horas antes en un diálogo con los “influencers católicos”.

Centenares de miles de jóvenes han acampado en Tor Vergata para presenciar la misa del Papa
“Su estilo es más cercano al de Benedicto XVI o Pablo VI que al de Wojtyla y Bergoglio”, dice Massimo Faggioli, historiador de la Iglesia en la Universidad Villanova, en Filadelfia. “El jubileo de los jóvenes ha sido una prueba para él”. Según Faggioli, “los tres últimos papas hicieron grandes gestos simbólicos en los primeros días de su pontificado. León XIV, en cambio, ha optado por no hacerlos: no ha publicado documentos importantes, ni ha hecho viajes ni nombramientos significativos. Pero en los próximos meses veremos movimientos interesantes, especialmente desde EE.UU., como el nombramiento del nuevo nuncio en Washington”.
Tras tres meses sin gestos llamativos, el encuentro de masas puede marcar el giro del pontificado
Regoli cree que “el signo fuerte de Prevost es la normalidad, que puede parecer una ‘no señal’, pero que está dejando huella. Está cumpliendo con lo que se esperaba desde el cónclave: la necesidad era la unidad de la Iglesia, y él está respondiendo. La curia ha recuperado incluso un papel público. En años pasados se hablaba de la enfermedad de la curia, hoy se subraya su papel
imprescindible”.

El papa León XIV se despide del millón de jóvenes que ha acudido a Tor Vergata para el Jubileo
Antes de abandonar la explanada, León XIV también tuvo palabras para recordar a dos peregrinas fallecidas durante el jubileo: la española María Cobo, que murió a los 20 años en Madrid tras interrumpir su viaje en Italia, y la egipcia Pascale Refic, que perdió la vida durante el trayecto hacia Roma.