Karol Nawrocki está acostumbrado a la pelea.
Fue boxeador semiprofesional en su juventud, y alguna vez ha participado en refriegas multitudinarias de hooligans . Ahora se ha subido al ring de la política; y ya se ha puesto los guantes, dispuesto a noquear a su rival.
Nawrocki es desde ayer el presidente de Polonia, y en su investidura dejó clara su intención de plantar cara al Gobierno de Donald Tusk. Las diferencias entre los dos dirigentes son insalvables: si el primer ministro hace bandera del europeísmo liberal, el nuevo jefe de Estado –que cuenta con el apoyo del principal partido de la oposición, el ultraconservador Ley y Justicia (PiS)– abraza sin complejos el nacionalismo de corte trumpista.
Discurso de investidura
Nawrocki carga contra Bruselas, reivindica el papel de Polonia en la OTAN y anuncia una reforma de la Constitución
“Seré la voz de la nación polaca”, dijo durante su toma de posesión en el Sejm, la Cámara Baja del Parlamento polaco. Y esa nación, según Nawrocki, no desea intromisiones de Bruselas. “Nunca aceptaré que la UE le quite competencias a Polonia”, prometió el dirigente, que expresó su rechazo frontal a la entrada del país en el euro. Un euroescepticismo que contrasta con el atlantismo entusiasta del mandatario, quien en su discurso inaugural mostró su compromiso sin fisuras con la OTAN –en la cual, eso sí, no ve un lugar para Ucrania–. “Me esforzaré por garantizar que el ejército polaco sea la mayor fuerza de la UE”, afirmó.
En clave estrictamente nacional, Nawrocki, además de hacer gala de su postura antiinmigración, anunció que promoverá una reforma de la Constitución, la cual, aseguró, “ha sido violada” con frecuencia en los últimos años, en referencia a los intentos del Gobierno de Tusk de desmantelar las reformas judiciales emprendidas en su momento por el PiS –y cuestionadas desde la UE por antidemocráticas–. El presidente instó a abrir “un debate nacional honesto” en torno a esta reforma constitucional, que debería aprobarse en el 2030. Asimismo, instó a todos los partidos a sacar “de la disputa política” temas “fundamentales” para el país como el desarrollo económico, la vivienda y la seguridad. En ese sentido, el mandatario reconoció que Polonia está dividida, pero prometió que todas sus decisiones obedecerán al interés común, y “no a emociones políticas o partidistas”.
Escenario de bloqueo
Con su capacidad para vetar leyes, el jefe de Estado puede hacer naufragar la agenda del Gobierno
Pese a estos llamamientos a la concordia, lo cierto es que el país parece abocado a una situación de bloqueo institucional muy similar a la que ya se vivió bajo el mandato del predecesor de Nawrocki, el también ultraconservador Andrzej Duda. La polarización impera en la sociedad polaca, como se evidenció en las elecciones presidenciales del pasado junio, en las que Nawrocki se impuso por la mínima al candidato de Tusk, Rafal Trzaskowski.
El nuevo presidente –un historiador de 42 años sin apenas experiencia política, que hasta este año dirigía el Instituto de la Memoria Nacional de Polonia– no es miembro del PiS, pero le debe su cargo a este partido, que le prestó todo su apoyo en campaña. Así pues, se espera que se dedique con ahínco a obstaculizar la labor del primer ministro. Nawrocki tiene herramientas para ello. En Polonia, las competencias del presidente son limitadas pero importantes: el jefe de Estado es el máximo responsable de las fuerzas armadas, se encarga de nombrar al Gobierno, firma tratados internacionales y, sobre todo, tiene derecho de veto legislativo. Esta última facultad es la que puede dejar a Tusk tumbado en la lona.