Como cualquier otro ciudadano, Donald Trump también tiene sueños. Él anhela ganar el Nobel de la Paz y lo persigue.
El escarnio a la humanidad con el que Israel castiga a los palestinos no cesa. Y prosiguen los bombardeos del ejército ruso en el territorio de Ucrania, mientras el presidente Vladímir Putin le da palmadas en el hombro a su colega de Washington.
Los dos grandes conflictos globales, que ponen al mundo al borde del abismo existencial, se resisten a la diplomacia de Trump, quien prometió que, a las 24 horas de tomar posesión, los habría resuelto. Aquí paz y después gloria. Han transcurrido seis meses de esa herencia y en esos frentes todo continúa igual. Mejor dicho, peor.
Pero este par de polvorines no es freno para que el mandatario de Estados Unidos, que reitera que desde su regreso al Gobierno ha acabado con cinco guerras o más al anular el poderío nuclear de Irán, a bombazos, por supuesto, protocolizó este viernes otro relevante capítulo en su campaña para impresionar al comité noruego que concede su codiciado galardón.

Trump agarrando las manos del presidente azerí al primer ministro armenio en el despacho oval
Pese a Gaza y Ucrania, el magnate, que quiere ser Obama, insiste en que ha acabado “con cinco guerras”
Trump recibió en el despacho oval al primer ministro de Armenia, Nikol Pashinián, y al presidente de Azerbaiyán, Ilham Alíyev, dos repúblicas caucásicas, exsoviéticas, que llevan décadas de choques sangrientos desde la caída de la URSS.
En el centro se halla la confrontación más reciente por la región de Nagorno-Karabaj. Una vez se autoproclamó república independiente, hogar de una importante población armenia, aunque formalmente bajo control azerbaiyano. Este país retomó la región en el 2023, lo que provocó la huida de mucha población armenia por temor a una limpieza étnica.
Pashinián y Alíyev se reunieron la pasada primavera en Abu Dabi (capital de Emiratos Árabes Unidos) sin que se anunciara ningún acuerdo.
Tras sendos encuentros unilaterales, Trump asistió a la firma trilateral de una declaración conjunta para normalizar las relaciones, “una hoja de ruta hacia la paz”, según el Gobierno de EE.UU., comprometiéndose a un acuerdo, aún no definitivo.
Bajo este nuevo marco, Estados Unidos reclamará los derechos de desarrollo exclusivo del altamente disputado corredor de Zangezur a través del sur del Cáucaso, una decisión de impacto para Rusia, Irán y Turquía, puesto que tienen intereses económicos y políticos en esta estratégica región. Pashinián acepta esa claudicación y el nuevo nombre de Ruta Trump, que a través de Armenia, y a lo largo de 26 kilómetros, facilita la conexión por tierra de Azerbaiyán y su territorio autónomo de la república de Najicheván.
El histórico apretón de manos se celebró en la Casa Blanca y no en el Kremlin, en un claro rechazo a Putin, que a partir de la guerra de Ucrania ha visto cómo se debilitaba su influencia en la espera postsoviética. Además se interpreta como un golpe a la Unión Europea y, en concreto, a Francia, porque lo rubricado en Washington pide la disolución del Grupo de Minsk (Rusia, Francia y EE.UU.), formado en 1994 para resolver el conflicto de Nagorno-Karabaj.
El anfitrión ensalzó que es la primera declaración firmada por las dos naciones tras la guerra fría. Previamente, en su red social, se autofelicitó: “Muchos líderes han intentado acabar esta guerra, sin éxito, hasta ahora, gracias a TRUMP”, escribió.
Entre otros, el primer ministro de Israel, Beniamin Netanyahu, ha reconocido la labor pacificadora de Trump
Este es un paso relevante en el intento del presidente estadounidense de ser visto como un pacificador que se merece el Nobel. Entre otros, el primer ministro de Israel, Beniamin Netanyahu, y el de Camboya, Hun Manet, han subrayado el merecimiento de ese premio.
Pashinián y Alíyev se unieron a esa petición. “¿Quién si no el presidente Trump merece el Nobel?”, planteó Alíyev. Trump, halagado, matizó que “solo quiero salvar vidas”.
A un mandatario que insiste en la política de América primero, aislacionista, le ha cogido la fiebre por terciar en los asuntos de otros países.
Y otra vez habló de los cinco conflictos que ha finiquitado. Ahí cuenta los de India-Pakistán, Tailandia-Camboya, Serbia-Kosovo, Congo-Ruanda y el de los hutíes y de Somalia, sin olvidar que el ataque a las infraestructuras nucleares de Irán “ha evitado más guerras”.
Ya en su discurso inaugural marcó su objetivo. “Mi legado más orgulloso será el de pacificador y unificador”, dijo. Trump, pacificador afuera (con las excepciones de someter Canadá y Groenlandia) y guerrero en casa, enviando soldados contra sus propios ciudadanos.
A menudo se compara a Abraham Lincoln, pero Trump de mayor quiere ser Barack Obama, al que repudia y, a la vez, envida porque sí lo reconocieron en Oslo. “Si me llamara Obama, me habrían dado el Nobel en diez segundos”, afirmó. Putin tiene la última palabra.