Ajustando las cuentas con la capital

Es un secreto a voces que el entusiasmo de Donald Trump por la capital de su país es perfectamente descriptible, por lo que su decisión de enviar tropas a Washington, Distrito de Columbia (DC), con el supuesto objetivo de reducir una criminalidad que ya estaba claramente a la baja tiene todos los signos de constituir un ajuste de cuentas en toda regla.

No es desde luego la primera vez que la capital federal acoge imperativamente a las fuerzas armadas, siendo probablemente la más llamativa la represión de los graves disturbios ocasionados a raíz del asesinato en Memphis del premio Nobel de la Paz, Martin Luther King, en abril de 1968. Las protestas se saldaron en la capital con 12 víctimas mortales y propiciaron la movilización de casi 12.000 soldados y 1.750 efectivos de la Guardia Nacional. Las fotografías de carros de combate protegiendo la Casa Blanca y el Congreso dieron la vuelta al mundo.

Ciudad monumental y repleta de contrastes, averiguar quién posee la autoridad legal sobre la misma constituye a menudo un verdadero rompecabezas, aunque si hubiera que designar la mayor fuente de influencia hay que decantarse por el poder legislativo federal, el Congreso bicameral. Sólo en fecha tan reciente como 1973 se concedió a la ciudad la capacidad para elegir un consistorio propio y un alcalde.

Otro factor que probablemente aleja las simpatías del presidente Trump de la ciudad que fue su dirección oficial –la Casa Blanca– desde el 2017 al 2021 y que lo vuelve a ser en la actualidad, es el histórico predominio de la etnia afroamericana, que llegó a constituir el 71% de la urbe en 1970. Los altos precios de la vivienda en el distrito de Columbia, sede de la capital federal, han ido recomponiendo esa proporción racial, ya que una parte de la población afroamericana ha ido emigrando a los vecinos estados de Virginia y Maryland, de precios de la vivienda más moderados. Con todo, y tras el último censo, esta ciudad cercana a los 700.000 habitantes es 41% negra y 38% blanca. Otro dato curioso es que cerca de la mitad de los residentes del distrito –muchos funcionarios, lobistas, medios y altos directivos– viven solos, dando lugar a la calificación de la ciudad con más solitarios de América, en la acepción estadounidense del término geográfico. Las peculiaridades se completan por el hecho de que el distrito de Columbia, al no ser un estado, no tiene representación en el Senado y sólo parcial en la Cámara de Representantes, mediante un delegado con voz pero sin voto.

Members of the South Carolina National Guard patrol with the Lincoln Monument in the background, Friday, Sept. 5, 2025, in Washington. (AP Photo/Mariam Zuhaib)

Soldados con el Capitolio al fondo

Mariam Zuhaib / Ap-LaPresse

Sin embargo, gracias a una enmienda a la Constitución, los residentes en el distrito de Columbia sí pueden votar en las elecciones presidenciales, disponiendo de tres votos electorales, los mismos que los estados más despoblados del país. Lo han venido haciendo desde 1964 con una asombrosa uniformidad, siempre por el candidato demócrata y con holgadas mayorías. El récord de respaldo para un candidato republicano lo tiene Richard Nixon en 1972, que se alzó con el 21,6% de los votos en D C, mientras barría al senador McGovern en el resto del país. Por su parte, Donald Trump ostenta el dudoso honor de ser el candidato menos votado de la historia en los comicios presidenciales del distrito, con poco más del 4% en las elecciones del 2016, en las que se impuso a nivel federal a Hillary Clinton. Aunque mejoró ligeramente en 2020 (5,4%) y 2024 (8,4%), esas cifras revelan sin duda alguna las claves de un desprecio plenamente correspondido. Mientras el envío de tropas está recurrido ante los tribunales, la alcaldesa de Washington se ha ofrecido a cooperar con la Guardia Nacional en el mantenimiento del orden. Las espadas están pues en todo lo alto.

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