Hay cosas que suceden hoy como si todavía fuera ayer.
Justo horas antes de conmemorarse el 24 aniversario del 11-S en el bajo Manhattan, un pistolero mató al activista y provocador Charlie Kirk, referente del trumpismo, en un campus de Utah. Las autoridades calificaron de “asesinato político” lo ocurrido el miércoles, evidencia de que se trata de la acción de un extremista.
Jóvenes que leen nombres de víctimas sienten admiración por seres queridos a los que nunca conocieron
En la 9/11 Memorial Plaza, lo que hace casi un cuarto de siglo se conoció como la zona cero, centenares de personas se reunieron ayer para rendir homenaje a las víctimas del atentado fundamentalista que cambió el mundo en general y las vidas de muchos, en particular.
En los corrillos, entre los recordatorios a los difuntos, no faltaron las referencias al horror por la ejecución de Kirk.
“Aunque tal vez tengan diferente ideología, el fanatismo de entonces y este de ahora es el mismo”, dijo un hombre ya curtido que vestía una camiseta con la fotografía de un familiar y el lema “joven para siempre”.
El de la foto sigue luciendo igual que aquel día. Es uno de los cerca de 3.000 difuntos de los atentados del 11-S del 2001, la gran mayoría registrados en este enclave de las Torres Gemelas.
La sombra de Kirk se proyecta con más fuerza porque, en la fila de autoridades para el tributo, entre estos los aspirantes a la alcaldía en noviembre, se hallaba Kash Patel, director del FBI, mientras sus agentes continuaban la búsqueda del pistolero.
Este es el ritual de cada año. La lectura de todos y cada uno de los nombres de los caídos, los seis minutos de silencio (los impactos en las torres, en el Pentagono, la caída del avión en Pensilvania y el derrumbe del par de rascacielos), los abrazos y saludos, las lágrimas que no se secan nunca o la gente exhibiendo fotografías, en camiseta o carteles, de personas inalterables portadas por otras que han visto cómo cambiaba su aspecto por el impacto del tiempo.
Las imágenes de los recuerdos, como esas fotos, no saben de la edad. Tampoco quiere saber nada de eso la superviviente Desirée Bouchat. Hizo el gesto de silencio al preguntarle los años que atesora. Un total de 176 compañeros de la empresa AON fallecieron.
Aquella jornada acudió a su oficina de la planta 101, en la torre sur, a su hora habitual, las 8,30. Escuchó un “boom muy ligero” a las 8,46 procedente de la torre norte. Pensaron que era una bomba y, por precaución, ordenaron evacuar. Luego un compañero habló con su esposa, que le informó de que había chocado un avión. Al emprender el descenso, Bouchat vio que la otra cara de su edificio estaba desierta. Habían sentido el calor del golpe en la torre norte.
Fue una peripecia bajar (en los ascensores había que hacer transbordo) y había cola de 700 personas. A las 9,03 estaba en la calle. “Sé muy bien la hora. Fue cuando impactó el avión en la torre sur”, un poco por debajo de la que era su oficina.
Le llevó seis meses acercarse a la zona cero.Volvió al trabajo (aún sigue en la empresa) al lunes siguiente, en unas oficinas del medio Manhattan. El atentado fue un martes. “Nos reunimos en una sala de conferencia y explicamos nuestras experiencia como supervivientes”, rememoró sobre esa primera jornada. “Queríamos saber nuestros sentimientos y hablamos”, explicó. Esto lo repitieron durante un tiempo para aliviarse, aunque a ella lo que más le ayudó, y ayuda, es su fe religiosa, que no hizo sino reforzarse. En la actualidad viene a menudo por este lugar de la ceremonia. Se ha convertido en colaboradora del museo para que no se olvide la historia. Esa historia que perdura entre numerosos niños y adolescentes que leen nombres y reconocen admiración por abuelos o tíos a los que nunca pudieron conocer.
A la sombra de Kirk, algunos lectores maduros, como la mujer vestida de bandera estadounidense, pidieron que Dios bendiga al presidente Trump.
Trump: “Si atacan (de nuevo) a EE.UU., los aplastaremos sin piedad”
El recuerdo del mayor atentado terrorista en la historia de Estados Unidos estuvo ayer presente, también, en el Pentágono, donde a las 9,37 horas del 11 de septiembre del 2001 impactó un avión que había despegado apenas unos minutos antes del aeropuerto internacional de Dulles, en Virginia. Murieron 184 personas dentro, entre miembros del servicio militar y civiles, además de los 59 pasajeros y la tripulación del avión.
Ayer, el presidente Donald Trump recordó junto a la primera dama Melania los nombres de cada una de esas víctimas. “En aquel fatídico día, monstruos salvajes atacaron los símbolos mismos de nuestra civilización. Sin embargo, aquí en Virginia, en Nueva York y en los cielos sobre Pensilvania, los estadounidenses no dudaron. Se mantuvieron firmes y mostraron al mundo que nunca cederemos, nunca nos doblaremos, nunca nos rendiremos”. El presidente, que al comienzo de su discurso recordó a su aliado y amigo Charlie Kirk, asesinado el miércoles, pasó después al tono amenazante contra los “enemigos” de EE.UU. Si el país es atacado de nuevo, “los perseguiremos hasta encontrarlos”, afirmó, insistiendo en la retórica bélica que secundó el cambio de nombre del Pentágono. “Los aplastaremos sin piedad, y triunfaremos sin lugar a dudas. Por eso llamamos al antiguo Departamento de Defensa, Departamento de Guerra”.