El 11-S de la memoria, los homenajes y Charlie Kirk

24 aniversario

Nueva York recuerda a las víctimas del 11–S tras otra muestra de fanatismo

NEW YORK, NEW YORK - SEPTEMBER 11: People pay their respects at the south reflecting pool memorial during the annual 9/11 Commemoration Ceremony at the National 9/11 Memorial and Museum on September 11, 2025 in New York City. Government officials joined family, friends, and first responders as they gathered at Ground Zero honoring the lives of their loved ones on the 24th anniversary of the terror attacks of September 11, 2001, at the World Trade Center. Adam Gray/Getty Images/AFP (Photo by Adam Gray / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / Getty Images via AFP)

Flores, ayer en Memorial del 11-S, en el 24 aniversario del mayor atentado que ha sufrido EE.UU.

ADAM GRAY / AFP

Hay cosas que suceden hoy como si todavía fuera ayer.

Justo horas antes de conmemorarse el 24 aniversario del 11-S en el bajo Manhattan, un pistolero mató al activista y provocador Charlie Kirk, referente del trumpismo, en un campus de Utah. Las autoridades calificaron de “asesinato político” lo ocurrido el miércoles, evidencia de que se trata de la acción de un extremista.

Jóvenes que leen nombres de víctimas sienten admiración por seres queridos a los que nunca conocieron

En la 9/11 Memorial Plaza, lo que hace casi un cuarto de siglo se conoció como la zona cero, centenares de personas se reunieron ayer para rendir homenaje a las víctimas del atentado fundamentalista que cambió el mundo en general y las vidas de muchos, en particular.

En los corrillos, entre los recordatorios a los difuntos, no faltaron las referencias al horror por la ejecución de Kirk.

“Aunque tal vez tengan diferente ideología, el fanatismo de entonces y este de ahora es el mismo”, dijo un hombre ya curtido que vestía una camiseta con la fotografía de un familiar y el lema “joven para siempre”.

El de la foto sigue luciendo igual que aquel día. Es uno de los cerca de 3.000 difuntos de los atentados del 11-S del 2001, la gran mayoría registrados en este enclave de las Torres Gemelas.

La sombra de Kirk se proyecta con más fuerza porque, en la fila de autoridades para el tributo, entre estos los aspirantes a la alcaldía en noviembre, se hallaba Kash Patel, director del FBI, mientras sus agentes continuaban la búsqueda del pistolero.

Este es el ritual de cada año. La lectura de todos y cada uno de los nombres de los caídos, los seis minutos de silencio (los impactos en las torres, en el Pentagono, la caída del avión en Pensilvania y el derrumbe del par de rascacielos), los abrazos y saludos, las lágrimas que no se secan nunca o la gente exhibiendo fotografías, en camiseta o carteles, de personas inalterables portadas por otras que han visto cómo cambiaba su aspecto por el impacto del tiempo.

Las imágenes de los recuerdos, como esas fotos, no saben de la edad. Tampoco quiere saber nada de eso la superviviente Desirée Bouchat. Hizo el gesto de silencio al preguntarle los años que atesora. Un total de 176 compañeros de la empresa AON fallecieron.

Aquella jornada acudió a su oficina de la planta 101, en la torre sur, a su hora habitual, las 8,30. Escuchó un “boom muy ligero” a las 8,46 procedente de la torre norte. Pensaron que era una bomba y, por precaución, ordenaron evacuar. Luego un compañero habló con su esposa, que le informó de que había chocado un avión. Al emprender el descenso, Bouchat vio que la otra cara de su edificio estaba desierta. Habían sentido el calor del golpe en la torre norte.

Fue una peripecia bajar (en los ascensores había que hacer transbordo) y había cola de 700 personas. A las 9,03 estaba en la calle. “Sé muy bien la hora. Fue cuando impactó el avión en la torre sur”, un poco por debajo de la que era su oficina.

Le llevó seis meses acercarse a la zona cero.Volvió al trabajo (aún sigue en la empresa) al lunes siguiente, en unas oficinas del medio Manhattan. El atentado fue un martes. “Nos reunimos en una sala de conferencia y explicamos nuestras experiencia como supervivientes”, rememoró sobre esa primera jornada. “Queríamos saber nuestros sentimientos y hablamos”, explicó. Esto lo repitieron durante un tiempo para aliviarse, aunque a ella lo que más le ayudó, y ayuda, es su fe religiosa, que no hizo sino reforzarse. En la actualidad viene a menudo por este lugar de la ceremonia. Se ha convertido en colaboradora del museo para que no se olvide la historia. Esa historia que perdura entre numerosos niños y adolescentes que leen nombres y reconocen admiración por abuelos o tíos a los que nunca pudieron conocer.

A la sombra de Kirk, algunos lectores maduros, como la mujer vestida de bandera estadounidense, pidieron que Dios bendiga al presidente Trump.

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