Trump quiere que hablen bien de él

El futuro de EE.UU.

El presidente amenaza con retirar las licencias a los medios que le critican

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Una imagen del Paseo de la Fama de Hollywood el día en que Jimmy Kimmel perdió su programa

David Swanson / Reuters

Cuando alguien cae en su propia trampa se aplica ese dicho del cazador cazado.

Los republicanos tienen un grave problema. Su líder les ha hecho tragar el anzuelo. Disponen de barra libre en la Fox y Donald Trump usa su púlpito a diario para insultar a los rivales con retórica agresiva (fascistas, comunistas, traidores, enemigos, gusanos al estilo hitleriano). Pero los conservadores han proclamado durante años que los liberales les silenciaban con su cultura woke . El argumento recurrente era que se les negaba la primera enmienda de la Constitución, el dogma de la libertad de expresión.

El asesinato de Charlie Kirk le ha dado la vuelta al calcetín a ese guion y ha acabado en un ataque sistemático a los que opinan diferente de Trump.

No saben a qué recurrir para salir del atolladero de la censura. En lugar de cancelación cultural, término al que tanto recurrieron, los aliados de Trump, han puesto ahora en circulación el término “cultura de las consecuencias”. Según este concepto, la libertad de expresión no permite decir todo lo que se quiere. Y combatir las “malas ideas” no supone cancelar.

En este lío léxico se encuentran desde que, por la presión de la Casa Blanca, la cadena ABC canceló el show nocturno de Jimmy Kimmel. El comediante criticó el lunes a los republicanos por su respuesta en el caso Kirk y se burló de la reacción de Trump, que al ser preguntado por su dolor ante la pérdida de su amigo, respondió que las obras de sala de baile de Casa Blanca iban muy bien.

El paso de las horas ha puesto de manifiesto que a Trump le ha molestado más las sátiras que se hacen de él que lo que Kimmel pudo decir sobre Kirk.

Lo de la ABC suena ahora a aviso para navegantes al amenazar con quitar licencias a las empresas mediáticas que no le elogien y hablen bien de él.

“He leído en algún lugar que esas cadenas de televisión estaban en un 97% en mi contra y gané las elecciones fácilmente, gané los siete estados bisagra, y el voto popular, lo gané todo. El 97% está en mi contra y soló me dan mala publicidad, mala prensa. Tal vez sus licencias deben ser retiradas”, respondió a los periodistas que le acompañaban el jueves de regreso de su visita a Londres.

Un juez rechaza la demanda de Trump contra el ‘Times’ y ridiculiza que use la justicia como un mitin

“Dependerá de Brendan Carr”, afirmó al hablar del Presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), uno de sus más fieles servidores y quien presionó a la ABC para suspender a Kimmel.

“Pienso que Brendan Carr es excepcional. Es un patriota, ama a nuestro país y es un tipo duro. así que ya veremos”, concluyó sobre su amenaza.

Diversos juristas replican que las amenazas formuladas por la administración Trump mediante acciones regulatorias contra los medios entran en conflicto con lo que permite la Constitución. Consideran que se han traspasado líneas rojas en el momento en el que Carr hizo más que evidente el chantaje de que o despedían a Kimmel o habría consecuencias.

Recuerdan que la primera enmienda no impone ninguna restricción a la ABC, propiedad de Disney, y puede emitir lo que elija. De ahí que John Thune, líder de la mayoría republicana en el Senado, ha buscado otra excusa para justificar la suspensión de Kimmel, una que no guarda relación con el precepto constitucional. “Es una decisión capitalista”, ha dicho.

El presidente vincula las licencias de televisión a que no hablen de forma negativa de él

Todo esto se enmarca en la capacidad de Trump para utilizar la presión del poder gubernamental o el uso de acciones legales contra los medios que no se postran ante él.

Aunque no siempre le sale bien. Este viernes un juez federal de Tampa (Florida) rechazó la demanda de Trump contra el The New York Times , en la que reclamaba 15.000 millones de dólares. El presidente recibió un varapalo por presentar una queja de 85 páginas “decididamente impropia e inadmisible” bajo las reglas de los tribunales federales, según el letrado.

El juez Steve D. Merryday, nombrado por el presidente George H.W. Bush, da un plazo de 28 días al demandante para que reformule su texto con un límite de 40 páginas y un aviso. Sostiene que todos los abogados han de saber que una demanda “no es un foro público para vituperios e invectivas”. Tampoco “un megáfono para las relaciones públicas ni un podio para la oratoria apasionada de un mitin político o el equivalente funcional del speakers’ corner de Hyde Park”, histórico rincón de Londres conocido como símbolo de la libertad de expresión.

Sobre este asunto versaron los shows nocturnos del jueves, primera jornada después de la suspensión del programa de Kimmel. Hubo solidaridad y denuncia por la grave pérdida de valores democráticos.

Los comediantes responden al caso Kimmel y acusan a Trump de autoritario y de faltar a la verdad

“Esto es una censura flagrante”, sostuvo Colbert en un apasionado monólogo de apertura. “No puedes ceder una pulgada a un autócrata”, recalcó en la CBS ante su audiencia. Colbert es otra víctima del chantaje de la administración y al final de temporada desaparecerá.

El legendario David Letterman, en un acto en Manhattan, sostuvo que “no puedes ir por ahí despidiendo a alguien porque tienes miedo o tratando de adular a una administración autoritaria y criminal en el Despacho Oval”. Y habló de “medios intervenidos”. Jimmy Fallon, en la NBC, se planteó que “no sé adónde vamos a ir a parar”.

En Comedy Central, Jon Stewart tuvo una aparición inesperada. Tras burlarse del afán de Trump por la adulación, fijó una nueva definición constitucionalista: “Lo que la libertad de expresión significa es que la libertad de expresión tiene que dar apoyo al presidente”.

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