“Es como una guerra que ganaste”

Lucha por el cambio en Irán

Conducir una motocicleta, algo que es ilegal, es hoy símbolo del avance de las mujeres iraníes en sus derechos

An Iranian woman, Bahareh, applies lipstick while looking at herself in the mirror of her motorcycle while female motorcycling is still not officially legal, in Tehran, Iran, September 8, 2025. Majid Asgaripour/WANA (West Asia News Agency) via REUTERS ATTENTION EDITORS - THIS PICTURE WAS PROVIDED BY A THIRD PARTY

Bahareh, acicalándose ante el retrovisor de su moto en Teherán

Majid Asgaripour / Reuters

Cada cierto tiempo se detienen junto a la vía para reagruparse. Con frecuencia les pitan desde los coches en señal de aliento. Algunas van solas en su motocicleta, otras en compañía, siempre guiadas por Zahra. “Vamos a buscar un lugar donde descansar”, les indica a la entrada de Lavasan, una ciudad satélite de Teherán al borde de las montañas.

Lo que tendría que ser una actividad inofensiva, al menos desde el punto de vista legal, es para ellas un acto de desobediencia civil como lo es también ir sin el velo o con camisas por dentro del pantalón o de manga corta, que han pasado a convertirse en la norma y no la excepción.

Las mujeres no tienen licencia de conducir motos en Irán. Durante años muchas escondían su identidad vistiéndose como hombres y ocultando su rostro dentro del casco con la ayuda de un tapabocas. Pero, como muchas otras cosas en Irán, todo empezó a cambiar desde el 2022, cuando las protestas por la muerte de Mahsa Amini dieron paso al movimiento Mujer, Vida, Libertad.

“Al principio era muy estresante. Podía sentir los latidos de mi corazón”, cuenta Maryam, una contable que se atrevió a comprar una motocicleta después de la muerte de Mahsa, la joven kurda de 22 años que murió cuando se encontraba bajo custodia policial por supuestamente no llevar bien el velo. “Sentía que me temblaban las manos, pero poco a poco me fui tranquilizando”, continúa.

Como Maryam, miles de mujeres, especialmente las más jóvenes, decidieron tomar el control de sus vidas. No sin pasar miedo. El precio pagado fue muy alto: alrededor de 500 personas fueron asesinadas en las protestas, entre ellas 61 niños, según el Observatorio de Derechos Humanos. Cientos más sufrieron heridas de por vida, fueron encarceladas o tuvieron que exiliarse.

“Con el paso del tiempo sentía menos estrés cuando me encontraba con un policía, porque ellos también se fueron relajando”, confiesa Maryam. Esa seguridad se ha hecho mayor desde la guerra con Israel de junio. En un intento por conservar la cohesión y tranquilidad social, el sistema disminuyó la presión.

Tres años después de la muerte de Mahsa Amini, las mujeres iraníes luchan por más derechos

Maryam cuenta que ya lleva meses en los que sale vestida normalmente con motocicleta para que la gente reconozca que es una mujer. “Quiero que un hombre diga: ‘Esa puede ser mi hermana o mi esposa; ellas también pueden hacerlo’”, dice. Cada vez son más.

“Eso es tan maravilloso”, añade Maryam. La proliferación de mujeres en motocicleta ha reavivado el debate sobre la necesidad de otorgarles licencia, algo de lo que se discute intermitentemente hace años. El Parlamento podría aprobarlo en los próximos meses.

Las motos son un ejemplo de cómo el cambio social ha puesto a la República Islámica frente a un dilema: o presiona en un intento por hacer cumplir las normas que impuso desde su creación o cede poco a poco. Este es el caso de la ley sobre el hiyab y la castidad aprobada meses atrás por el Parlamento y el Consejo de Guardianes.

“De ponerla en práctica, iba a ir completamente en contra de los derechos de las mujeres, pero no pudieron hacerlo”, cuenta la abogada Shima Ghooshe, que trabaja en temas relacionados con los derechos de la mujer. “En mi opinión, lo que vimos fue que finalmente el poder de la desobediencia civil llegó a tal punto que tuvo que intervenir el Consejo Supremo de Seguridad Nacional y la detuvo”, dice. Muchos temían otra movilización popular.

Como muchas otras personas en Irán, cree que el cambio no tiene vuelta atrás. “Todo esto es resultado de esa resistencia civil femenina. Aunque, claro, todavía escuchamos noticias de que clausuran cafés por el hiyab, o en algunas ciudades hay personas que se consideran a sí mismas ‘promotores del bien’ que se enfrentan a las mujeres por su manera de vestir”, explica. Ella misma, por ser figura pública, podría tener problemas ante la justicia si publica fotos en las redes sociales sin velo. “Aun así, la situación ha cambiado mucho”, insiste.

Lo mismo reconoce el exvicepresidente reformista Mohammed Abtahi. Asegura que la conducta de los jóvenes ha influido en el comportamiento de las autoridades. “Es decir, no fue una elección propia actuar de manera más suave; fue por la influencia de ellos”, dice el señor Abtahi, quien asegura que esta nueva generación, “sin involucrarse ni confiar en el sistema, están haciendo sus propios movimientos”.

Las autoridades discuten desde hace años si deben otorgar licencia para conducir motos a las mujeres

Solo hay que salir por el centro de Teherán para entender cómo la nueva generación ha transformado la ciudad y el país, porque, si bien el cambio es liderado desde la capital, se extiende, a su medida, a casi todas las ciudades de Irán.

“Para mí es maravilloso ver cómo después de muchos años de dar la pelea, después de muchos jóvenes que murieron, la gente de mi país finalmente puede usar las cosas que quieren y pueden salir a la calle como soñaban”, explica Dorsa, de 20 años, que se quitó el velo después de la muerte de Mahsa. Todavía lucha contra las creencias de su familia, que muchas veces es otro obstáculo para las jóvenes, pero desde entonces no se cubre la cabeza. “¡Es como una guerra que ganaste!”, concluye.

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