El cumpleaños amargo de la ONU

Crisis institucional

El organismo llega a su 80.º aniversario en una situación precaria, con graves problemas financieros y de legitimidad

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EFE

La ONU cumple 80 años, pero no está para grandes celebraciones.

El cumpleaños amargo de la ONU

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, el pasado viernes en Nueva York 

ANGELA WEISS / AFP

Si bien todavía es capaz de convocar a representantes de 193 estados en un mismo escenario para abordar los principales desafíos del mundo, como se podrá comprobar estos días en la Asamblea General de Nueva York, la idea del multilateralismo sobre la que se fundó esta institución se encuentra hoy en entredicho.

El orden surgido tras la Segunda Guerra Mundial se ha convertido en desorden, a la espera de ver cómo se resuelve la disputa entre EE.UU. y China por la hegemonía global; y el auge de los populismos y autoritarismos está haciendo que muchos cuestionen los principios que motivaron la creación del organismo, como el mantenimiento de la paz internacional, el fomento de la cooperación entre países y la defensa de los derechos humanos.

En ese sentido, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha supuesto todo un terremoto. A lomos del eslogan “América primero”, en los últimos meses el presidente estadounidense ha retirado a su país de algunas de las entidades de la ONU más importantes, como la Organización Mundial de la Salud, la Unesco y el Consejo de Derechos Humanos; y ha causado una crisis de consecuencias todavía inciertas en el ámbito de la ayuda humanitaria al desmantelar la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (Usaid), que históricamente era el principal donante bilateral de Naciones Unidas.

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Los recortes presupuestarios impulsados por el magnate –a los que hay que sumar los retrasos en los pagos pendientes, en los cuales también incurren potencias como China– han dejado un agujero enorme en las finanzas del organismo multilateral, que ya de por sí no eran boyantes. Así, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres se ha visto obligado a plantear un tijeretazo del 15% en el presupuesto ordinario del 2026. Este ajuste incluye la eliminación de cerca de 2.700 puestos de trabajo –es decir, el 19% de la plantilla–, así como la recolocación de parte de los empleados que operan en las sedes más caras, como Nueva York y Ginebra.

Parálisis permanente

El Consejo de Seguridad se muestra incapaz de resolver guerras como las de Ucrania y Gaza

Las turbulencias financieras harán todavía más difícil que la ONU pueda atajar la violencia en el mundo, una de sus misiones fundacionales. Hoy, el número de conflictos armados activos es el más alto desde 1945, el año en el que se crearon las Naciones Unidas. En estos momentos, hay 59 guerras en curso, según el último recuento del Índice Global por la Paz. Entre ellas, las de Ucrania y Gaza, las cuales han dejado al desnudo la incapacidad de la ONU para pasar de la retórica a la acción. 

Esta parálisis es producto de su propio diseño institucional: el Consejo de Seguridad, que es el órgano encargado de garantizar la paz y el único que puede imponer sanciones, es víctima del derecho a veto de sus cinco miembros permanentes (EE.UU., Reino Unido, Francia, Rusia y China). Cualquier iniciativa que vaya contra los intereses estratégicos de estos países acaba naufragando. Y el derecho a veto hace también imposible un cambio de funcionamiento. El pez que se muerde la cola.

Consciente de que este bloqueo lima la legitimidad de la ONU, Guterres declaró la semana pasada que le gustaría que la Casa Blanca pusiera al servicio de Naciones Unidas su enorme capacidad de influencia. “Nuestros esfuerzos pueden aunarse”, dijo en un guiño a Trump, quien hasta ahora ha actuado por su cuenta en Ucrania y Oriente Medio, dejando de lado incluso a los aliados históricos de su país.

Guterres tiene previsto reunirse este martes con el presidente estadounidense en Nueva York. Los dos todavía no se han visto este año. Un signo más de la situación precaria que atraviesa la ONU en su aniversario.

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