Moldavia celebra el domingo elecciones legislativas y Rusia parece resuelta a desestabilizar la ex república soviética con una campaña que incluye propaganda en redes sociales (Telegram, Tik Tok) y sobornos y, según las autoridades, disturbios. El año pasado intentó lo mismo con las elecciones presidenciales, que sin embargo y con esfuerzo acabaron dando la victoria a Maia Sandu (economista, 53 años).
Según Eto Buziashvili, investigadora del Digital Forensic Research Lab, del Atlantic Council, si en el 2024 la campaña rusa consistía sobre todo en correos electrónicos falsos, noticias falsas y transferencias de dinero para movilizar gente en la calle, en el 2025 “ha escalado a amenazas anónimas e intentos de soborno, dirigidos a los ciudadanos por teléfono o mediante texto, aplicaciones financieras de móvil prometiendo miles de euros a través de criptomonedas”, además de “noticias falsas que implican a líderes e instituciones”. Todo esto, señala, “crea confusión, paraliza la confianza en la información oficial y lleva a los electores a creer que todo el proceso está manipulado desde antes de que se abran las urnas”.
Al igual que ocurrió pocos días antes de las presidenciales, la policía ha practicado cientos de registros y al menos 74 detenciones en relación con acciones de desestabilización “coordinadas por la Federación de Rusia a través de elementos criminales”. Así, se habrían encontrado 50.000 dólares en monedas diversas e identificado pagos por un total de 540.000 a través de criptomonedas.
Las autoridades creen que Rusia ha invertido 200 millones de euros en su campaña. Serían 50 millones más de los que dijo Maia Sandu que Moscú gastó en el 2024. De otro lado, la Unión Europea desembolsó este año 300 millones en apoyo de la ruta proeuropea de Moldavia. Estas cifras se sitúan entre el 1% y el 1,8% del PIB del país.
Maia Sandú fundó en el 2016 el Partido Acción y Solidaridad (PAS), que cinco años más tarde logró la mayoría absoluta en el Parlamento. En el 2022, la invasión rusa de Ucrania facilitó la invitación a Moldavia a unirse a la UE pero, por el camino, la crisis en el suministro de energía derivada de la guerra en el país vecino y el encarecimiento de los recibos del gas y la electricidad, sumado a la inflación (4,7% en el 2024), han ido sumando dificultades a una población (2,4 millones) aún muy dependiente de las remesas de los emigrantes. La percepción de una corrupción perenne es otro factor en el descontento social, que es explotado por unos partidos de oposición populistas y aparentemente de izquierdas poblados por algunos viejos y cuestionados rostros.
Uno de ellos es el expresidente Igor Dodon, líder del Partido Socialista, formación dentro de la coalición Bloque Patriótico (supuestamente comunista), que ha sido acusado de recibir un millón de euros del oligarca Vladímir Plahotniuc, el hombre detrás del mayor fraude financiero del país, de un millardo de euros. El denunciante es el expresidente Vladímir Voronin, un dinosaurio de la política moldava que también está en el Bloque, pero en el quinto puesto.
Las autoridades creen que Rusia ha invertido 200 millones de euros, mientras la UE ha apoyado al país con 300
Otro nombre destacado es el alcalde de la capital, Chisinau, Ion Ceban, al frente del partido Alternativa y que tiene prohibida la entrada en Rumanía. El que fuera candidato presidencial prorruso (aunque no estaba apoyado directamente por el Kremlin), el fiscal Alexandr Stoianoglo, figura también en Alternativa, que en un sondeo del 8 de septiembre tenía un 7,9% de intención de voto.
Por último, el oligarca fugado Ilan Shor, socio de Plahotniuc en el “robo del siglo” y con pasaporte israelí, ha creado Moldova Mare (Gran Moldavia). Shor sería, otra vez, al menos uno de los financiadores de la campaña desestabilizadora. Según la agencia Reuters, el mes pasado este financiero sancionado por la UE y Estados Unidos ofrecía 3.000 dólares a cualquiera que se uniera a protestas contra el Gobierno.
Es una incógnita lo que pueda ocurrir, con un 40%, se dice, de indecisos. El sondeo de septiembre daba la vuelta al resultado del mes anterior y ponía al Bloque Patriótico, con un 36%, por delante del PAS, (34,7%).
No está claro que el Kremlin tenga una apuesta concreta. Para Balász Jarábik, del Centro Carnegie, la estrategia rusa se dirige básicamente hacia la desestabilización. William Hill, un veterano del país, exjefe de la omnipresente durante años misión de la OSCE en Moldavia, Rusia seguiría tratando de ejercer una influencia sobre todo cultural –por la presencia del idioma y la emigración a Moscú– para seguir presente. Sin embargo, solo tiene influencia concreta en el pequeño territorio autónomo turcófono (y rusófono) de Gagauzia, poro relevante en términos de votantes.
El misterio es si acudirán los votantes de Transnistria, parte de cuya población tiene más de uno y más de dos pasaportes, y donde Rusia compró votos en las presidenciales (existe un vídeo, por cierto, en el que una electora se quejaba de que su pagador no había aparecido por el colegio electoral). Pero, al parecer, serán pocas las urnas en este singular territorio oficialmente secesionista que acoge todavía tropas rusas (desde 1991) y que no obstante apenas ha llegado a ser factor de riesgo por la invasión de Ucrania.
Probablemente, la clave estará otra vez en la diáspora moldava en Europa, aunque haya sido objeto asimismo de la campaña. El año pasado, su voto fue decisivo en la segunda vuelta de las presidenciales, dando la victoria a Maia Sandu, y en el referéndum sobre la adhesión a la UE.
El esquema se repitió en el país hermano, Rumanía, cuando el voto exterior rompió el pronóstico de que ganaría las presidenciales el ultra George Simion, aliado del candidato de Moscú, Calin Georgescu, que había sido vetado –y anulada su victoria en primera vuelta– al descubrirse que se había beneficiado de una intensa campaña en redes sociales detrás de la cual se encontraron miles de cuentas de origen ruso.
Si esta vez la historia no se repite y triunfa la oposición, dado el carácter de los personajes que la forman cabe esperar malos tiempos para Moldavia, cabe esperar aliento para los partidos filorusos europeos y será un voto de castigo para la UE por no haberse esforzado más con este país.
