El pasado 9 de septiembre Benjamin Netanyahu ordenó a la aviación israelí atacar las oficinas de Hamas en Doha para liquidar al liderazgo de Hamás que estudiaba la propuesta de tregua. Esa decisión enterró su estrategia de “victoria total” en la guerra de Gaza. Durante la brutal ofensiva, el premier persiguió dos objetivos incompatibles: la eliminación de Hamás y la liberación de los rehenes.
Las dos efímeras treguas –noviembre de 2023, enero de 2025– demostraron que los pactos eran a mejor vía para devolver a los cautivos israelíes. Se podrían haber salvado muchos más de los 20 que se cree aún con vida, así como a miles de gazatíes.
A pesar de lo que diga Netanyahu, Hamas existe y seguirá influyendo desde la sombra
Al bombardear la capital de Qatar, Netanyahu quería convencer a los socios ultras de su gobierno de que así obtendría la victoria. El resultado fue el opuesto. Los líderes de Hamás se salvaron y la presión mundial sobre Israel se disparó.
“Nuestros últimos amigos nos abandonaron rápidamente, como si fuéramos portadores de una grave epidemia. Trump, que sabía de antemano sobre el ataque y esperaba aprovechar la imagen de la victoria para cerrar el asunto, también se apresuró a distanciarse”, apuntó Ben Caspit en Ma’ariv .
El presidente estadounidense, que tras perder el poder en 2021 despotricó abiertamente de Netanyahu, dijo basta tras el ataque a Qatar. Meses atrás, la casa real qatarí le había regalado un lujoso B-747, y su entorno más cercano –su amigo Steve Witkoff y su yerno Jared Kushner–, hacen negocios con Qatar, país, que, a su vez, financió a Hamás.
La muerte y la hambruna en Gaza puso a mundo en contra de Israel. Netanyahu recurrió entonces a la idea de que Israel debía convertirse en una super Esparta.
Trump, sin embargo, buscaba la foto de la victoria y los bombardeos en Gaza le estorbaban. Aunque no haya recibido el Nobel, aspira a ser recordado como el arquitecto de la paz en Oriente Medio.
“Netanyahu está acostumbrado a alargar negociaciones que no llevan a ninguna parte”, agregó Ben Caspit. Se mueve bien en equilibrios precarios, que le permiten redirigir su estrategia. Pero no le ha quedado más remedio que obedecer a Trump, un hombre de negocios que detecta el momento adecuado para mover ficha.
Trump presionó a Netanyahu con la ayuda de Egipto, Qatar, Arabia Saudí y Turquía, que exigieron la rendición a Hamás. A cambio, Qatar ha cerrado un acuerdo de defensa con EE.UU. Turquía podrá adquirir cazas F-35, los saudíes podrán cerrar suculentos acuerdos comerciales y los egipcios, la ayuda financiera que tanto necesitan.
Consciente de la oposición de sus aliados supremacistas, Netanyahu trató de venderles el plan de Trump como el mejor escenario. Pero la respuesta era previsible: la extrema derecha se opuso a la tregua y amenaza con tumbar el gobierno.
El premier, ya inmerso en campaña de cara al año electoral de 2026 –comicios que podrían anticiparse–, necesita el poder para evitar la comisión de investigación sobre el 7 de octubre y para aplazar los juicios por corrupción.
El precio por la fallida estrategia en Gaza es muy alto. Durante años, Netanyahu convenció al aparato de defensa de que Hamás estaba “intimidado” y que los millones de dólares cataríes que entraban en la franja apaciguarían al grupo islamista. El ejército y la inteligencia se centraron en Irán y Hizbulá.
El fracaso no solo conllevó el asesinato de 1.200 israelíes y el secuestro de 251 en un solo día. Más de 1.100 soldados han caído en combate desde el 7 de octubre y la tregua obliga a liberar a 250 terroristas con penas de cadena perpetua. Netanyahu no ha podido “gestionar el conflicto”, como él decía. Los israelíes que salen al extranjero pagan el precio.
Sobre las ruinas de Gaza no se construirá la riviera de Trump, ni se renovarán los asentamientos judíos, desmantelados en 2005. Casi todo el mundo, incluidos los tradicionales aliados occidentales de Israel, han reconocido al estado palestino. “Pero cuando Trump suena como Toni Soprano, nadie se atreve a contradecirle”, ha escrito Amos Harel en Ha’aretz .
A Netanyahu, que no dice lo mismo cuando habla en inglés o hebreo, le costará vender el nuevo escenario a sus bases.
Hamás aún existe y no se ha comprometido ha entregar las armas, condición que figura en la propuesta de Trump pero que se ha dejado para negociar más adelante. Las ideas, además, no se extinguen. El grupo islamista cederá el poder en Gaza, pero lo más probable es que ejerza cierto poder en la sombra, com Hizbulá en Líbano.
En la plaza de los rehenes de Tel Aviv, donde se ha respirado con alivio después de dos años agónicos, solo se alaba al presidente estadounidense.
Los familiares de los cautivos se han sentido abandonados por el primer ministro de Israel, que hace meses podría haber firmado treguas en términos similares a los de ahora. “Netanyahu se ha rendido ante Trump”, ha zanjado Harel.
