El líder de Chega, André Ventura, ya no es el amo de la pista de la política portuguesa como sucedía en verano, tras debilitarse en las municipales del pasado domingo su prodigioso ascenso electoral y fallar las desmesuradas expectativas que él mismo generó. En simultáneo, se ha suavizado la reforma migratoria a su medida a la que había arrastrado al primer ministro, el conservador Luís Montenegro, y el apresurado apoyo de los socialistas a los presupuestos de 2026 ha convertido en irrelevante lo que haga Chega, el partido más bien unipersonal de Ventura. Su asalto a los cielos, a la conquista del Gobierno, que lanzó en mayo suena hoy mucho más a quimera que hace una semana.
La marea ultra baja en Portugal. En la calle ya no siente con la misma intensidad Pero aún es muy pronto para diagnosticar si ha llegado la fase del reflujo. Con su discurso xenófobo y racista de potente predicador mediático este antiguo seminarista, el trumpista del Atlántico ibérico, seduce a amplias capas de la sociedad. Sigue triunfando en los estratos menos avejentados, como el guía de las masas iracundas con la corrupción e ineficacia del sistema político y que lidian con un coste de la vida, en especial inmobiliario, a menudo imposible para sus escuálidos bolsillos. Y todo en el marco de una brutal escalada de la inmigración, que no se produjo en una fase de bonanza y que Ventura agita como chivo expiatorio.
Aunque haya dejado de dominar la escena pública de la que se apropió avasalladoramente tras su inesperado éxito de las legislativas de mayo, el jefe la extrema derecha portuguesa mantiene una posición de privilegio. Esta semana consiguió que, con el apoyo de conservadores y liberales, el Parlamento admitiese a trámite su proposición de ley para prohibir el burka en espacios públicos, si bien está por ver su encaje constitucional.
El Alentejo, antiguo feudo comunista y el pobre y marginado equivalente portugués de Extremadura y parte de Andalucía, constituyó el campo de despegue ultra según relata el periodista Miguel Carvalho en su monumental investigación Dentro de Chega. Fue un “ir adonde nadie iba”, escribió. “Penetramos en el Alentejo profundo y funcionó”, le explicó uno de los fundadores.
Las presidenciales de enero son la próxima cita, mientras sigue abierto el escándalo que afecta al premier
Junto al Algarve y la región de Lisboa, el Alentejo funcionó como una de las palancas de los éxitos de Ventura en las legislativas de 2024 y, sobre todo, del pasado mayo, cuando trepó al segundo puesto en escaños, si bien siete décimas por debajo de los socialistas en porcentaje de voto, con un 22,76% contra un 22,83%, y con un 31,21% de los conservadores. Mientras en las tres circunscripciones que se pueden considerar de la región de Lisboa, las de la capital, Setúbal y Santárem, Chega superó ligeramente la media nacional, en el Alentejo la rebasó en 4,6 puntos y en el Algarve, en 11,3. El Algarve también le fue propicio en las municipales, con 8,6 puntos por encima de su resultado nacional, reducido a la mitad respecto a mayo en un tipo de elecciones siempre complicado para un partido nuevo. En la región lisboeta rindió esta vez más que en el conjunto del país, con 4,7 puntos sobre el dato global. Pero en el Alentejo estuvo 0,9 puntos por debajo.
En un error de manual Ventura se pegó un tiro en el pie al proclamar en septiembre que aspiraba a ganar 30 de las 308 alcaldías del país. Sólo conquistó tres, una en un pequeño pueblo de Madeira, otra en Albufeira, en el Algarve, y la tercera, en Entroncamento, no muy lejos de Lisboa. En el Alentejo, ninguna. E incluso en Moura, que era según Carvalho el antiguo municipio alentejano fetiche de Chega, donde ya intentó gobernar sin éxito en 2021, bajó más de tres puntos, después dar unos de sus ya habituales y poco edificantes espectáculos en las instituciones.
Municipio emblemático por ser el feudo de la casa de Bragança, la dinastía reinante en Portugal hasta 1910, Vila Viçosa retrata este pinchazo en las municipales alentejanas. “Chega presentó un candidato muy malo”, resumían el viernes tres jóvenes ataviados con su ropa de trabajo. Votaron a los ultras en las legislativas, no lo hicieron en las municipales, pero dicen que sí repetirán en las presidenciales de enero. El triunfante alcalde reelecto, el conservador Inácio Esperança, les da la razón y opina que pese al derrape en las locales, Chega no ha entrado en decadencia. Reconoce que teme por el futuro de su propio jefe de filas, el actual primer ministro, afectado por el escándalo de corrupción de su consultora familiar, Spinumviva, un caso que considera menor y manipulado. Este profesor de Filosofía y Psicología, alcalde pegado al terreno, dice que Luís Montenegro “no gestionó bien el proceso de la Spinumviva. Debía haber dado toda la información desde el principio”.
Vila Viçosa, feudo de los antiguos reyes, resume las municipales, con los conservadores en auge y el Chega frenado
“Todo lo que sube baja. Ventura no me interesa- Es espuma en un país como este en el que a la gente lo que más le importa es el fútbol”, comenta en otro café de la plaza de la República Manuel, un profesor jubilado que insiste en hablar de poesía y música. A base de insistir sólo añade la confesión de que ignora cuándo llegará esa decadencia que le augura a Chega.
Hace 116 años Vila Viçosa fue el eje de un gran y polémico misterio de la política ibérica, sobre lo acordado en la cumbre informal que celebraron aquí Alfonso XIII y el tambaleante último rey portugués Manuel II. Fue depuesto en octubre de 1910 sin que España interviniese, pese a que en el Gobierno se llegó a discutir bombardear Lisboa desde el mar, intento que cortó en seco el juicioso presidente, José Canalejas. Hoy el enigma de Vila Viçosa consiste en si su resultado municipal, con Chega en el 6%, anticipa un futuro no muy lejano o si es un espejismo.
