Sin hacer ruido, este mes China ha cambiado las tornas. Ha decidido que América, ahora, son ellos. Desde el 1 de octubre, ha lanzado el Visado K, específicamente para atraer talento joven del resto del mundo, vinculado a las ciencias, la ingeniería, la informática y las matemáticas. Un giro muy medido que, como en las artes marciales, economiza esfuerzos al aprovechar el movimiento opuesto de EE.UU.. Allí el presidente Donald Trump ha aprobado una tasa de 100.000 dólares para los becarios de posgrado con visado H-1B que quieran regularizarse como empleados.
No todo el mundo lo ve, pero las tornas han cambiado. Mientras la presión a favor de un repliegue gana enteros en Europa y EE.UU. -hasta en en Japón- la China, antaño hermética, modula el grado y los tiempos de su apertura, a menuda que gana confianza en sí misma. El índice Nature, un baremo de la relevancia de las principales instituciones científicas del mundo en función de los artículos que publica en las principales revistas especializadas no deja lugar a dudas. En 2012 no había un solo campus chino entre los diez primeros.
La lista de aquel año queda como un testamento del mundo de ayer en el que muchos crecimos, copada por Harvard, la Sociedad Max Planck, Cambridge, el CNRS francés o la Universidad de Tokio. En 2013 -primer año de la presidencia de Xi Jinping- la Academia China de Ciencias se coló en el ranking que, desde 2016, encabeza año tras año. De modo aún más significativo, este 2025, diez de las doce primeras instituciones son chinas. Diez de doce.
El South China Morning Post, diario de Hong Kong propiedad del magnate de Alibaba, Jack Ma, dedica una serie específica a estos retornos sonados. A lo que se ha dado en llamar la reversión de la fuga de cerebros. Todos ellos agradecen la alfombra roja -facilidades de alojamiento- pero algunos optan por la discreción y argumentan que se trata de una decisión puramente profesional.
Mientras que otros no esconden su patriotismo, como el padre de la inteligencia artificial, Song Chun Zhu, pionero del retorno, ya que lo hizo en 2020 desde Los Ángeles (UCLA), para encabezar el Instituto de IA de la Universidad de Pekín antes de convertirse en el primer director del Instituto para la Inteligencia Artificial General de Pekín (BIGAI).
Ranking Nature
En 2012 China no tenía ninguna institución en el Top 10 científico y hoy tiene ocho
Infraestructuras flamantes, salarios equiparables y facilidades de vivienda son algunos de los argumentos de Pekín. A menudo, los retornados son recibidos nada más aterrizar por delegaciones que les rinden homenaje por su decisión. A veces, como si se tratara de auténticas operaciones de estado, en las que el regreso del catedrático solo se hace público cuando este ya ha abandonado el espacio aéreo estadounidense.
El Plan de Mil Talentos para revertir la fuga de cerebros fue aprobado ya en 2008, bajo Hu Jintao. Empezó a notarse a partir de 2010, pero se disparó en 2018, por la combinación de decisiones chinas y estadounidenses.
Efectivamente, Xi Jinping lanzó en 2015 el plan Hecho en China 2025, de refuerzo en diez áreas punteras, con un gran incremento en I+D (hoy casi idéntico al de EE.UU. en porcentaje del PIB).
Sin embargo, fue la China Initiative, durante el primer mandato de Trump, en 2018, la que arrojó una sombra de sospecha sobre gran parte de la comunidad científica china en aquel país, como potencial riesgo de seguridad nacional. En una reedición adaptada del macartismo, el NIH (National Institutes of Health) empezó a interrogar a los científicos de origen chino y a regatear subvenciones a equipos bajo su dirección, haciendo descarrilar varios proyectos y perjudicando a cientos de inocentes. Aunque la suma de condenas y deportaciones podría contarse con los dedos de una mano -o de dos- el daño ya estaba hecho.
Tras 40 años en EE.UU.
Uno de los mayores matemáticos del siglo, Zhang Yitang, regresó este año a China
Sensible a las críticas de que era racismo institucional, Joe Biden anuló la China Initiative en 2022. O más bien la diluyó dentro de un marco más amplio y sin etiquetar, con más países en el punto de mira. Hasta que el retorno de Trump, sus órdagos arancelarios a Pekín o las amenazas de revocar el visado de estudiantes chinos por parte de su secretario de Estado, han terminado de convencer a muchos indecisos.
Este año regresó a China después de 40 años en EE.UU. Yitang Zhang, que resolvió un enigma centenario de números primos que le valió los premios Ostrowski y Cole (en 2014, año de la foto)
La merma para EE.UU. no es pequeña, en el año de la irrupción de DeepSeek-V3. No en vano, en las empresas de Inteligencia Artificial de EE.UU el número de ingenieros chinos o de origen chino es incluso superior al de ingenieros estadounidenses (de cualquier otro origen). O lo era.
IA, biotecnología, semiconductores y computación cuántica son el foco de captación de China (junto a las matemáticas), justamente los mismos que desencadenaron los temores de espionaje del departamento de Justicia en 2018.
En contraste con este panorama de incertidumbre, agravado por recortes presupuestarios en EE.UU., el gobierno chino ofrece como incentivo a sus científicos emigrados la jefatura de departamentos y laboratorios. A ello hay que añadir la potencia del sector privado, con firmas punteras como Huawei, Alibaba, Bytedance (TikTok), Baidu o Tencent con grandes campus de I+D en Shenzhen, Pekín o Hangzhou.
Asimismo, antes de la covid, menos de la mitad de los especialistas chinos que abandonaban EE.UU. regresaban a China. Antes preferían Canadá, Europa o Australia, entre otros destinos. Pero hoy en día, más de dos tercios optan por su “madre patria”.
Macartismo 2.0
El primer Trump avisó con China Iniative: Científicos bajo sospecha por su origen
La historia se acelera, pero no empezó este octubre, cuando se ha estimado que un 24% menos de universitarios asiáticos podría haberse matriculado en EE.UU., respecto al año anterior.
En su segundo mandato, Trump ha propuesto recortes sin precedentes a las agencias públicas de carácter científico. Para el citado NIH prevé una rebaja presupuestaria del 37%. Para el programa científico de la NASA, del 47%.
Si a esta precariedad sumamos su guerra abierta a la cultura contestataria de muchos campus, el resultado es de esperar. Muchos investigadores e ingenieros chinos prefieren trabajar en un entorno menos polarizado y con menos incertidumbres. Bastante tuvieron sus padres o abuelos con el cierre de las universidades chinas, durante años, por la Revolución Cultural.
Asimismo, han cambiado las tornas y ahora es EE.UU. quien escruta las redes sociales de los chinos que aspiran a completar su formación en América. Un chino que iba a hacer un posgrado de Filosofía ha reproducido el interrogatorio a que fue sometido, antes de ser metido de vuelta en un avión, con la prohibición de volver a EE.UU. en cinco años. El reproche era que en una estancia anterior se había afiliado al sindicato de estudiantes chinos.
China celebro en 2024 el regreso de América del Norte de las gemelas, Ma Donghan y Ma Dongxin, científicas eminentes de 35 años que se hicieron famosas siendo aún universitarias por su horario de estudio (de 6 de la mañana a 1 de la madrugada)
Cerebros de regreso
La lista de eminencias chinas retornadas se amplía por las presiones y recortes en EE.UU. y los incentivos en su país de origen
Ni empiezan a volver, ni vuelven a empezar. El fenómeno tiene ya quince años. Pero se agudizó hacia 2018, no decayó con la pandemia ni con Biden, y el regreso de Trump lo ha acelerado. Y desde luego, no empiezan de cero, porque el país que les da la bienvenida y su ecosistema de innovación es muy distinto al que dejaron en su día.
Uno de los casos más mediáticos se dio el año pasado con el regreso a China desde Norteamérica de las gemelas Ma Donghan y Ma Dongxin, especializadas en microscopía y dispositivos LED, respectivamente, y que han recalado en Dalian y Pekín (Universidad Tsinghua).
En este caso se trata de dos treintañeros, pero son muchos los casos de científicos eminentes que regresan a China tras una, dos, tres y hasta cuatro décadas, en un goteo constante. Hu Ye es otro de los científicos biosanitarios reconocidos que este año ha regresado a China, a la Universidad de Tsinghua, tras 22 años de docencia en San Diego y Nueva Orleans. Una alternativa irreprochable, después de que el gobierno estadounidense recortara 8,3 millones de euros de su programa de detección precoz de la tuberculosis y del VIH en niños.
El investigador del VIH, Shan Liang, por su parte, dejó la Universidad de Washington para dirigir el Instituto de Inmunología (SMART) de Shenzhen, la megalópolis que está fagocitando a Hong Kong.
Zhang Yitang, uno de los matemáticos más eminentes del siglo, ex catedrático en la Universidad de California, se ha integrado este año en la Universidad Sun Yat Sen de Cantón, tras cuarenta años en EE.UU.. Zhang se sinceró en el canal chino Phoenix TV: “Si vuelvo es a causa de las cuestiones de política internacional que recientemente han tensado las relaciones sino-americanas”. A sus setenta años, su retorno dorado puede parecer más prometedor que un exilio dorado.
La lista es larga y se amplia cada semana. Otro matemático y estadístico brillante, Liu Jun, ha regresado desde Harvard. “Por patriotismo y por amor a la educación y a la ciencia”.
El neurobiólogo Wang Jin ha sido fichado para dirigir el Bay Lab de Shenzhen, después de 20 años como director del Instituto de Fisiología Molecular de San Diego.
Mientras que Sun Shao Cong, reputado inmunólogo especialista en cáncer en Houston, se ha trasladado al nuevo Instituto Chino de Investigación Médica, en Pekín, al frente de su propio laboratorio.
Otro caso destacado es Guo Jun Qi, investigador en inteligencia artificial. Tras una década y media en universidades y laboratorios estadounidenses, este experto en visión por computadora decidió encabezar el MAPLE Lab en la Universidad del Lago Oeste de Hangzhou.
Todos ellos se han apeado del sueño americano para montarse en el sueño chino y reforzar sus bases.
A diferencia del “sueño americano”, hasta ahora el sueño chino era, básicamente, solo para chinos. Pero China, que en poco más de un año ha eliminado la necesidad de visado para turistas de más de 75 países, entre ellos España, ha creado ahora el citado visado K para talentos en áreas clave. Siete meses y medio después de la reunión de la cúpula política con la cúpula tecnológica, en un comentado ejercicio de reconciliación en Pekín.
Pero China no es el único país que intenta repatriar o acoger cerebros extranjeros actualmente en EE.UU., interesados en prados más verdes. Corea del Sur también se está moviendo. A Canadá, por proximidad, no le hace falta ni moverse. Mientras que el embajador de Alemania en Nueva Delhi fue a las raíces, intentando seducir en vídeo a los miles de estudiantes de posgrado indios que están sopesando sus planes iniciales de hacer las Américas.
Elige Europa para la Ciencia, un programa de la UE dotado con 500 millones de euros, también quiere convertir nuestro continente “en un imán para los investigadores”. El disparo de salida también se dio el 1 de octubre, pero su filosofía es distinta a la china, primando y subvencionando a los organismos que contraten a dichos especialistas.
También quiere pescar en el río revuelto el presidente de Francia, Emmanuel Macron, que ha anunciado un plan de 100 millones de euros para captarlos: “Si amas la libertad, ven aquí a desarrollar tu investigación”.
Al margen de las buenas intenciones de arriba, hay algo más, que tal vez haya definido, sin querer, un profesor universitario nipón con experiencia en el gigante asiático: “Por su actitud me recuerdan a los estudiantes japoneses de mi generación”.
Eso sí, si les ocurre buscar en DeepSeek cuántos años estuvieron cerradas las universidades chinas a causa de la Revolución Cultural, le responderá algo así como: “Lo siento, no puedo responder a esa pregunta. Soy una IA diseñada para proporcionar respuestas útiles e inofensivas”. Todo un programa.
