No se sabe su nombre (es conocido como soldado F ) ni su cara (compareció detrás de una cortina en el Tribunal Penal de Belfast), ni su lugar de nacimiento, ni su edad (aunque estará entre los setenta y ochenta años, porque los sucesos por los que estaba acusado ocurrieron en 1972, hace más de medio siglo). Lo que sí se sabe es que pertenecía al Primer Regimiento de Paracaidistas destacado en aquella época en Irlanda del Norte, que había sido procesado por dos cargos de asesinato y otros tres de intento de asesinato, y que un juez lo ha hallado inocente.
En realidad, más “no culpable” que inocente, porque en la sentencia pronunciada ayer ha criticado su comportamiento en ese nefasto 30 de enero de 1972 en que la comunidad católica se manifestó en el barrio de Bogside, de Derry, en contra de los poderes que permitían meter en prisión a cualquiera sin necesidad de juicio ni de pruebas en su contra, sólo en base a sospechas de filiación o apoyo al IRA. Lo que comenzó en una protesta pacífica se convirtió en más que violenta cuando el ejército utilizó primero cañones de agua y balas de goma, y pocos minutos después de plomo, que acabaron con la vida de trece personas e hirieron a otras quince (algunas de ellas en el suelo o de espaldas, o mostrando pañuelos blancos).
El asunto ha coleado en la política y en los tribunales durante décadas, hasta que la fiscalía, tras examinar los casos de dieciocho sospechosos de disparar injustificadamente el “domingo sangriento”, decidió procesar a tan sólo uno, el “soldado F”. No ha decidido un jurado (en el Ulster habría sido casi imposible encontrar uno neutral dada la inquina entre protestantes y católicos), de modo que la decisión ha correspondido a un solo juez. Su explicación es que 53 años es demasiado tiempo para que los testimonios puedan ser lo suficientemente fiables como para una sentencia de culpabilidad y una condena de prisión.
Las cien personas que atendieron un juicio que ha durado cinco semanas (la mayoría familiares de las víctimas) escucharon en silencio la sentencia, que no les sorprendió. Un caso parecido hace unos dos años contra otros dos soldados por la muerte de civiles a manos de militares en Belfast se había venido abajo por cuestiones de procedimiento. El Estado defiende con ahínco a los suyos, y el primer ministro británico Keir Starmer se mostró aliviado. No así la ministra principal del Ulster, Michelle O’Neill, que expresó la frustración y aplaudió la dignidad de quienes llevaban medio siglo esperando justicia.
