Decenas de miles de jaredíes se manifestaron ayer en Jerusalén en protesta contra el proyecto de ley que busca forzarles a hacer el servicio militar e integrarse en el ejército israelí. Una marea de hombres –la presencia femenina era mínima– vestidos de traje y con el sombrero característico del grupo religioso se concentraron bajo el puente de cuerdas diseñado por Santiago Calatrava bajo el lema de “devolvédlos a la yeshiva (escuela de estudio de la Torá)”. Según la prensa israelí, hasta 200.00 ultraortodoxos bloquearon los accesos a Jerusalén.
“Estamos en contra del gobierno de Beniamin Netanyahu, porque está actuando contra el pueblo judío”, asegura a este diario Zvi, con la mirada clavada en el suelo, ya que no tiene permitido mirar a una mujer. “Ellos están impulsando el terrorismo. Nosotros creemos en Dios. Solo Dios es el principio y el fin del mundo. Solo Él decide quién tiene poder y quién no”.
La invasión de la franja de Gaza y los múltiples frentes de Israel en el mundo árabe han movilizado a una gran parte de la militarizada sociedad israelí, donde jóvenes de ambos sexos realizan hasta cinco años de entrenamiento antes de incorporarse a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) o permanecer en la reserva.
Hasta ahora, ese mandato solo se aplicaba a la población secular, y excluía a los ultraortodoxos, cuya función social es dedicar todo su tiempo al estudio de las escrituras sagradas. Pero el proyecto de ley, a debate en la Knéset –Parlamento israelí– busca apartarles de los libros y llevarlos al campo de batalla. El objetivo del Gobierno es que en cinco años se incorpore el 50% de los jaredíes llamados a filas.
A pesar de ello, los partidos jaredíes han propuesto una enmienda que reduce de tres a dos años el tiempo mínimo que un estudiante debe pasar en una yeshiva para evitar el reclutamiento. El nuevo plan suaviza las sanciones por evasión, que en algunos incluyen una corta pena de cárcel, y permite contabilizar el servicio civil como equivalente al militar.
Otros grupos religiosos sostienen que tanto hombres como mujeres jaredíes deben servir en Gaza
“Nuestros políticos quieren acabar con la religión. Lo que hacen es peor que lo que ocurrió en España con los judíos, incluso peor que lo que se vivió durante el Holocausto. Este es un gobierno de terror”, sentencia Zvi.
La manifestación tuvo ayer un abrupto final por la muerte de Menechem Mendel Litzman, un joven de 20 años que se precipitó desde lo alto de un edificio en construcción. Con la marcha disuelta, diversos grupos de ultraortodoxos chocaron con la policía israelí, que detuvo a decenas de personas.
Pero también hay división entre los religiosos. El rabino Kenneth Brander, presidente de Ohr Torah Stone -una red de 32 instituciones de enseñanza ortodoxa– explica a La Vanguardia que miles de sus alumnos “sirven con orgullo en el ejército”, y que “es perfectamente compatible con el estudio de la Torá”.
“Desde una perspectiva judía, no tiene sentido oponerse a servir. El Talmud dice que, en una guerra obligatoria, una guerra de defensa, incluso un novio y una novia deben dejar el rito nupcial para servir. No se trata de guerras expansionistas, sino de proteger a nuestras familias, de que no haya más rehenes ni atrocidades”, asegura, sin hacer alusión a las víctimas palestinas.
Defiende que incluso las mujeres jaredíes “tienen capacidad para servir en el ejército”. “Existen, cada vez más, unidades religiosas ortodoxas femeninas. No están en la primera línea de batalla, pero sí operan sistemas como la Cúpula de Hierro (sistema de defensa antiaérea) o realizan labores de inteligencia”.
“Los políticos quieren acabar con la religión, este es un gobierno de terror”, asegura un manifestante
Aaron, con sólo 20 años, también siente que su obligación es “estar en Gaza”, donde la ofensiva israelí ha acabado con la vida de más de 68.000 palestinos. “Crecí en California, pero sentí el deber de venir a estudiar mi religión y defender a mi pueblo”, dice, apartando sus rizos. Rechaza contestar la última pregunta, sobre el alto el fuego en la franja y la cuestión palestina. “Ese no es el tema de hoy”, dice, antes de desaparecer entre la multitud de sombreros
