Según un sondeo reciente, más de la mitad de los israelíes consideran que todos los palestinos de Gaza -incluyendo a niños, mujeres, heridos, ancianos, inválidos- pueden ser considerados combatientes y que, en consecuencia, matarlos a todos es legítimo. Es una cifra que nos da una idea del abismo de odio en el que la sociedad israelí ha caído.
Ignoro si el actual alto el fuego aguantará. La ausencia de los dirigentes de Hamas a la hora de negociarlo me hace muy escéptico. A ninguna de las dos partes le faltarán argumentos para romperlo. Pero cuando las armas callen -y un día u otro callarán-, la sociedad israelí tendrá que ajustar cuentas consigo misma y con sus dirigentes.
Soldados isralíes cargan el féretro de su compañero Daniel Oz, que fue capturado por Hamas el 7 de octubre de 2023, en el funeral celebrado esta semana en Kfar Saba
Según las estimaciones más fiables, el ejército israelí ha causado la muerte de cerca de setenta mil palestinos. ¿Necesitaba Israel cometer esa matanza para protegerse? ¿Tenía derecho a hacerlo? La asombrosa convicción de que en Gaza no hay ningún civil inocente quizá les permita engañarse a la hora de emitir un juicio genérico, abstracto. Pero no les librará de hacer examen de conciencia a medida que los hechos vayan saliendo a la luz.
En estos momentos, un caso está suscitando un debate muy vivo entre la sociedad israelí. Helena Pelicano informaba de él en estas páginas el lunes. Es un caso sin nombre, porque las autoridades no han querido identificar a la víctima, y muestra a la vez la distancia con la visión europea de lo ocurrido y la existencia en Israel, sin embargo, de un rescoldo de conciencia colectiva. Se trata de un prisionero palestino al que cinco soldados rompieron las costillas, perforaron un pulmón y rasgaron el ano en julio de 2024, en la prisión de la base militar de Sde Teimán, en el sur de Israel.
Cuando las armas callen -y un día u otro callarán-, la sociedad israelí tendrá que ajustar cuentas consigo misma y con sus dirigentes
Los cinco soldados están procesados. El caso suscitó un debate muy vivo a causa de unos informes iniciales según los cuales el prisionero palestino había sido violado. Pero la acusación solo dice que uno de los soldados le pinchó con un objeto afilado y le rasgó el recto.
Los israelíes que se oponen a investigar los crímenes cometidos por los soldados han hecho una campaña de deslegitimación de los servicios jurídicos del ejército tan dura que hace unos días la responsable de estos servicios, la general Yifat Tomer-Yerushalmi, autorizó la difusión de un vídeo que prueba las agresiones y a continuación dimitió.
La reacción de los abogados defensores de los soldados fue convocar una conferencia de prensa para pedir que el caso sea sobreseído por contaminación de las pruebas, debido a la difusión del vídeo. Cuatro hombres con las caras tapadas por pasamontañas estaban de pie detrás de los abogados durante la conferencia de prensa. Según los abogados, eran cuatro de los cinco acusados. Netanyahu pidió una investigación independiente sobre la filtración. La general Tomer-Yerushalmi fue detenida y el ministro de Defensa, Israel Katz, la ha acusado de calumniar a los soldados por haber autorizado la difusión del vídeo.
Seguramente nunca veremos a los dirigentes políticos y militares de Israel ante un tribunal independiente respondiendo por los presuntos crímenes de guerra cometidos por el ejército israelí. La justicia internacional es demasiado débil y la justicia israelí, como revela este caso, tampoco está en condiciones de exigir muchas responsabilidades a nadie.
Al lado de las decenas de miles de niños palestinos fallecidos, los abusos sufridos por este pobre prisionero pueden parecer una anécdota. Pero no lo son. La tortura nunca lo es. El caso ha hecho emerger las divisiones entre quienes creen que Israel es un Estado de derecho y debe investigar este tipo de hechos y quienes piensan que no hay nada que investigar. Es decir, entre quienes quieren que Israel actúe como un país civilizado y quienes no.
Casos como éste continuarán aflorando. La prioridad, ahora, es consolidar el alto el fuego. Pero un día u otro la sociedad israelí tendrá que mirarse al espejo. Lo que verá será terrible.
