La plaza Murillo, en la capital boliviana, La Paz, ha sido testigo de un momento que une el pasado y el presente. Treinta y seis años después de que su padre, Jaime Paz Zamora (1989-1993), jurara el mismo cargo, Rodrigo Paz Pereira asumió ayer la presidencia de Bolivia en el hemiciclo de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Un acto que marca el fin de la era socialista de Evo Morales, con la asistencia de más de 50 delegaciones internacionales, incluyendo los presidentes de Chile, Argentina y Paraguay. En el caso de España, la presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol.
Nacido en Santiago de Compostela por el exilio de su familia y de madre española, Rodrigo Paz Pereira acumula una vasta experiencia política como diputado, concejal y alcalde de Tarija. A sus 58 años, el militante del Partido Demócrata Cristiano (PDC) protagonizó la gran sorpresa de la primera vuelta electoral con una victoria que se consolidó en el balotaje de octubre pasado. Su propuesta moderada de “socialdemocracia centrista”, como definen los expertos, conquistó al votante desencantado de la alianza que gobernó durante dos décadas en Bolivia: el Movimiento al Socialismo (MAS). “Paz trató de hacer una campaña moderada sin golpear duramente al MAS, porque más del 60% de la población votó en algún momento por ese partido”, explica a La Vanguardia el sociólogo boliviano Pablo Montenegro.
A diferencia de su contendiente, el exmandatario conservador Jorge Tuto Quiroga, Rodrigo Paz apostó por sacar al país de la crisis económica manteniendo los beneficios sociales. “No mostró un discurso radical. Los otros candidatos hablaban de una política de shock con medidas económicas de corte liberal que podían implicar el recorte de las medidas que había logrado el régimen populista”, analiza Marcelo Silva, politólogo y profesor de la Universidad Mayor de San Andrés de Bolivia. Con la promesa de un “capitalismo para todos”, la propuesta del nuevo mandatario boliviano apunta a facilitar el acceso a créditos de la ciudadanía, además de reducir la carga tributaria y de aranceles.
A sus 58 años, Rodrigo Paz protagonizó la gran sorpresa de la primera vuelta electoral
El desafío más próximo para Paz tras asumir la presidencia es mitigar el desabastecimiento de combustibles. Desde hace más de una década que el país arrastra un déficit en la producción y exportación de gas natural –un motor fundamental en su economía–, lo que impactó en la capacidad boliviana de importar diésel y gasolina por falta de recursos. La crisis se exacerbó en el 2023 ante la escasez de dólares, después de que se restringieran las transacciones en esa divisa. “Lo primero que tiene que hacer es garantizar el suministro de carburantes. Esto se logra a través de conseguir divisas y para eso ha tenido acercamientos muy claros para atraer dólares al país”, explica Silva.
Aunque durante la campaña el nuevo mandatario se mostró reacio a depender de prestamistas internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o Estados Unidos, después de resultar electo sus acercamientos con Washington han sido evidentes. De hecho, a inicios de noviembre realizó una visita oficial a ese país. “Es muy difícil pensar en resolver la crisis económica sin comprometer que la política exterior sea afín a los Estados Unidos”, puntualiza Silva.
Durante su mandato, el jefe de Estado boliviano buscaría cambiar el rumbo de los vínculos diplomáticos de Bolivia con los países de la región. Para el periodista y analista político Raúl Peñaranda, Paz “no tiene los límites ideológicos que se imponía el expresidente Morales y el presidente saliente Arce, que limitaban las relaciones internacionales con los gobiernos que no fueran de la misma tendencia”.
El diagnóstico lo comparte Montenegro, quien enfatiza que el mandatario “tratará de hacer una política internacional mucho más equilibrada, sin abandonar los Brics (por las iniciales de los países fundadores: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), pero acabando con el alineamiento ideológico”. El analista ejemplifica lo ocurrido con los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) –un conglomerado fundado por Hugo Chávez–, que suspendió al gobierno de Paz, luego de sus declaraciones en contra de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Acompañado de la figura outsider de su vicepresidente Edmand Lara, un excapitán de la policía que goza de alta popularidad, Rodrigo Paz tendrá el desafío de “reconstruir” la institucionalidad boliviana, mermada por un modelo que los analistas acuñan como “la democracia plebiscitaria” de Evo Morales. “Fue la tónica del socialismo del siglo XXI: someter todo a plebiscitos. Lo anterior, con la intención de mostrar la popularidad del presidente, pasando por encima de leyes y de la propia Constitución boliviana”, explica Montenegro. Y concluye: “Tendrá que reinstitucionalizar una democracia que ha sido realmente devastada”.
