En el espacio de unos pocos días se han producido en Estados Unidos tres acontecimientos altamente significativos, las elecciones parciales del 4 de noviembre, el fallecimiento de Dick Cheney –uno de los vicepresidentes que acumuló más poder en toda la historia reciente del país– y el anuncio de la que fue speaker (presidenta) de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, en el sentido de que no se presentará a la reelección en las elecciones legislativas de noviembre del 2026.
Dick Cheney
Glosados abundantemente esos comicios, que la oposición demócrata ha superado con nota alta, conviene probablemente recordar qué han representado Cheney y Pelosi en la escena política estadounidense de los últimos 40 años, en los que han adoptado un papel crucial en el devenir de sus respectivos partidos.
El sistema ha permitido coexistir a conservadores como Cheney y liberales como Pelosi
Objeto de un biopic magistral en el año 2018 titulado Vice , obvio juego de palabras entre el cargo más importante que desempeñó y la palabra vicio , Dick Cheney ejerció como vicepresidente bajo los dos mandatos del presidente George W. Bush júnior (2001-2009), un poder prácticamente omnímodo. De hecho, se le atribuye la inspiración principal de la desgraciada guerra de Irak, a la búsqueda de unas inexistentes armas de destrucción masiva y como desacertada respuesta a los terribles atentados del 11 de septiembre del 2001.
Representante por Wyoming y luego secretario de Defensa bajo la presidencia de George Bush padre, Cheney fue un republicano fuertemente conservador y un vicepresidente atípico en el sentido de que nunca aspiró a la presidencia, a diferencia de la inmensa mayoría de los políticos que han ocupado ese cargo. Pero su conservadurismo no le impidió caracterizar al presidente Trump de amenaza a las libertades democráticas, en lo que seguramente influyó la purga de la que fue objeto su hija Liz –también congresista por Wyoming– por haberse manifestado a favor del procesamiento y destitución del inquilino de la Casa Blanca.
Parecido perfil pero desde el otro extremo del espectro político presenta la que hasta ahora ha sido la única mujer en presidir la Cámara Baja del Congreso de Estados Unidos y no en una, sino en dos ocasiones (2007-2011, 2019-2023). Hija del alcalde demócrata de Baltimore, se mudó con su marido John a la Costa Oeste en los años sesenta del siglo pasado y ha venido representando a la ciudad de San Francisco en el Congreso desde hace casi 40 años. Ultraliberal en el sentido norteamericano del término, su firma está asociada a la legislación más progresista aprobada por el Congreso en el siglo XXI, y destaca especialmente la reforma sanitaria propuesta por la administración Obama, conocida comúnmente como Obamacare . Bestia negra por tanto para los conservadores, nadie le niega en cualquier caso el haber liderado el grupo parlamentario del Partido Demócrata con puño de hierro tanto en las épocas en las que éste disfrutaba de la mayoría como cuando se encontraba en la oposición. A pesar de que ahora era simplemente una congresista de base, esa cultura de disciplina con el sello de Pelosi aún distingue al grupo demócrata del republicano, notablemente indisciplinado pese a la abrumadora influencia que sobre él ejerce el presidente Donald Trump.
La moraleja es evidente. El sistema ha permitido la coexistencia de conservadores como Cheney y de liberales como Pelosi, incluso en las variedades más extremas de ambas ideologías. Lo que es más dudoso es que resista la demagogia populista que pone el énfasis en la destrucción de la oposición, a la que considera no ya como un adversario, sino como el enemigo a batir. Al margen del fenómeno de la ciudad de Nueva York, si algo demostraron las elecciones parciales del pasado 4 de noviembre, especialmente en los gobiernos estatales de Virginia y Nueva Jersey, es que la moderación aún vende.