Londres prepara a los británicos para una subida de impuestos histórica

La decadencia del Reino Unido

El último sondeo sitúa al Labour cuarto en intención de voto, por detrás de Farage, los liberales y los Verdes

LONDON (United Kingdom), 06/11/2025.- City workers sit outside the Bank of England in London, Britain, 06 November 2025. The bank said that the inflation has 'peaked' and has held the interest rates at four percent. (Reino Unido, Londres) EFE/EPA/NEIL HALL

Empleados de la City de Londres ante el Banco de Inglaterra a la hora del almuerzo el pasado jueves

NEIL HALL / EFE

En la canción de los años setenta El jardín prohibido , el italiano Sandro Giacobbe decía a su novia o mujer que estaba triste porque se había acostado con su mejor amiga y disfrutado de lo lindo, pero que no volvería a hacerlo más. Y como excusa para pedirle perdón no encontraba otra mejor que “la vida es así, no la he inventado yo”. Medio siglo después, es el equivalente de lo que Keir Starmer y su ministra de Economía, Rachel Reeves, cuentan a los británicos para justificar una subida histórica de impuestos: lo siento, el mundo es así, no lo he inventado yo...

El Labour hizo campaña prometiendo un crecimiento económico gracias al cual no haría falta aumentar la carga fiscal para invertir en infraestructuras, reducir la pobreza, construir vivienda asequible, reducir las listas de espera en la sanidad pública y aumentar los salarios, congelados en términos reales desde la crisis financiera del 2008. Sería el elixir mágico para contrarrestar el malestar y la sensación de declive generados por una década y media de austeridad económica bajo el anterior régimen conservador, devolver a la gente la calidad de vida, la ilusión y el convencimiento (esencia del capitalismo) de que si uno trabaja duro, tendrá una buena vida, podrá comprarse una casa, pagarse las vacaciones y retirarse con una buena pensión.

El Gobierno atribuye la crisis económica a las tarifas de Trump, la pandemia y la invasión de Ucrania

¡Ja, ja, ja! Puede que Starmer y su equipo fueran unas ilusos que se creyeran de verdad que iba a ser así por arte de birlibirloque, y que ellos tenían una fórmula secreta que se les había escapado a sus predecesores y a todos los gobiernos occidentales de un signo u otro, o puede que lo dijeran cínicamente para capitalizar el agotamiento con los tories y obtener (como ocurrió) una mayoría absoluta, y más tarde ya se vería. Pero lo cierto es que dieciséis meses después de su llegada al poder, la impresión generalizada es que nada ha cambiado para mejor.

La productividad es muy baja porque una de cada cinco personas en edad laboral ni tiene ni busca trabajo

Hay que tener cuidado con lo que se promete, porque lo que más irrita a los votantes es, primero, privarlos de beneficios que consideran derechos adquiridos y, segundo, no darles lo que se les ha ofrecido. Papá Starmer aseguró a los británicos que los Reyes Magos serían generosos y traerían una bicicleta, una consola y un Scalextric, que además Santa Claus se presentaría con unas bambas y un móvil de último modelo, que la familia se mudaría a un chalet en Sant Cugat e iría de vacaciones a Disneyland, y para la cena de Navidad habría angulas y percebes. Y todo eso sin cambiar de trabajo o que tocara la lotería. Bastaba con votar al Labour y esperar los frutos del crecimiento.

La deuda del Reino Unido es tóxica, y el Tesoro paga 11.000 millones de euros al mes sólo en intereses

Así eran las cosas en julio del 2024, tras un triunfo rotundo en escaños de los laboristas pero con tan sólo el 33,7% de los votos, no precisamente una gran prueba de confianza. Ahora, y después de una serie de escándalos, dimisiones, marchas atrás y errores no forzados, el Gobierno ha tenido que admitir que la economía “no ha respondido como se esperaba”, las arcas del Tesoro están vacías, la deuda pública asciende a tres billones de euros (un 100% del PIB), por los que paga mensualmente 11.000 millones de euros en intereses (132.000 millones al año), y no queda más remedio que subir los impuestos para que el país no se vaya a la quiebra.

Cada día tres mil británicos se suman a la lista de quienes no pueden trabajar por problemas de salud

Sólo que hay un ligero problema, y es que Starmer no ganó el poder advirtiendo que subiría los impuestos, sino asegurando que sólo lo haría por encima de su cadáver, sobre todo el de la renta, las cuotas de la Seguridad Social y el IVA, al tiempo que se ponía a sí mismo una chaqueta de fuerza y garantizaba a los mercados (los que compran los bonos del Estado y financian la deuda pública) que el Tesoro dispondría de reservas más que suficientes por si los números de productividad, empleo, inflación y tipos de interés complicaban el balance.

El presupuesto del Estado de bienestar se ha desmadrado y es mayor que Defensa y Sanidad juntos

Ya en su primer presupuesto, el año pasado, Starmer violó el espíritu (si no la letra) de su promesa electoral al subir las contribuciones de la Seguridad Social que pagan los patronos (no los trabajadores), lo cual ha redundado en una disminución del empleo. El pretexto fue que acababa de ganar las elecciones, se había encontrado un agujero fiscal mucho más grande del que imaginaba y no había tenido tiempo de enderezar el rumbo. Esa excusa ya no sirve.

Pusilánime por naturaleza, obsesionado por no ofender a la extrema derecha y los nacionalistas ingleses para cazar cuantos más votos pueda en sus aguas, hasta ahora Starmer no se había metido con el Brexit, a pesar de que los sondeos señalan que alrededor de un 55% de los británicos consideran que fue un error y preferirían regresar a la UE (si es que acepta al Reino Unido). Para justificar la subida de impuestos que se avecina en el presupuesto del día 26, el primer ministro echa ahora la culpa de la situación financiera a la salida de Europa, diciendo que ha supuesto una pérdida de un 4% del PIB y 80.000 millones de euros anuales de recaudación. Como en la canción de 1975, el mundo es así, no lo he inventado yo...

Starmer no llega tan lejos como a afirmar (aunque lo piense) que el Brexit fue una equivocación, porque sería llamar tontos (Dios le salve) a quienes lo decidieron, más de la mitad de los británicos, y se limita a acusar a sus predecesores conservadores de haberlo “implementado y negociado mal”. Sus esfuerzos para mejorar los términos han sido sin embargo meramente cosméticos, porque es imposible cambiar la esencia del pacto sin que Londres entre en el mercado único y la unión aduanera, cosa que ni se plantea.

Ya puestos a echar la culpa de su adulterio político y explicar por qué va a crujir a todo el mundo con nuevos impuestos (la ministra de Economía, Rachel Reeves, incluso ha preparado el terreno para tal vez subir el de la renta por primera vez en cincuenta años), el Gobierno responsabiliza a Trump por los aranceles, a Putin por la invasión de Ucrania y su impacto sobre el coste de la energía y las cadenas de suministros, a la pandemia y a la crisis financiera del 2008. Y no va más lejos, como la guerra de las Rosas, la de la Sucesión europea o la batalla de las Termópilas, para no pasarse.

Pero no cuela. El Labour prometía crecimiento y lo ha matado a base de subir impuestos y alimentar un Estado de bienestar que se ha convertido en un pozo sin fondo, con un presupuesto anual de 350.000 millones de euros (más que Defensa y Sanidad juntas). Uno de cada cinco británicos en edad laboral no tiene ni busca trabajo, los subsidios se han disparado y cuestan al Estado 250.000 millones de euros al año, más del 40% de la población percibe algún tipo de ayuda, cuatro millones alegan tener problemas de salud física o mental (tres mil más cada día que pasa), 4,5 millones de niños son oficialmente pobres y 63.000 estudiantes van derechos de la universidad al paro.

Starmer puede echar la culpa a quien quiera, y decir que la vida es así, el capitalismo está en crisis y Francia o Alemania tienen problemas parecidos, pero lleva ya casi un año y medio en el poder y los votantes lo responsabilizan a él. La última encuesta sitúa al Labour en cuarta posición igualado con los tories en un 15% de votos, por detrás de Reforma (Farage), los liberales y los Verdes. Cuando se promete que los Reyes Magos van a traer muchos regalos, es difícil explicar que vengan y se lleven algunos de los que ya tienes.

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