A Nicolas Sarkozy no le faltarán editores para publicar su libro, si finalmente decide hacerlo, sobre las experiencias vividas durante los veinte días que ha pasado en la cárcel parisina de la Santé. El expresidente francés, siempre hábil con la palabra, aprovechará sin duda el morbo que despertará su relato en primera persona para alimentar su aura de víctima, de líder político injustamente perseguido.
Ya el mismo 21 de octubre, el día de su encarcelamiento, uno de sus abogados explicó que su cliente había aprovechado sus primeras horas como recluso para hacer deporte y para empezar a redactar su potencial libro. Se sabe que Sarkozy -como Macron- es un hombre hiperactivo, con mucha energía pese a sus 70 años, y que esta grave peripecia vital no ha menguado su afán por actuar, en este caso para defender su honor y su lugar en la historia.
Tiene toda su lógica que el exmandatario se llevara a la Santé, como metáfora de un destino paralelo, dos volúmenes de El conde de Montecristo, la novela de Alejandro Dumas sobre el célebre condenado que escapa y buscar hacer la justicia que le negaron. La otra obra en la celda fue una biografía de Jesús escrita por Jea-Christian Petitfils y publicada en 2011. Sarkozy hizo saber que no solo se inspiraría en Dumas para su propio libro. También tendrá en cuenta las cartas escritas por el capitán Alfred Dreyfus -el oficial francés injustamente condenado a finales del siglo XIX por alta traición, un caso de antisemitismo que conmocionó a Europa- mientras estuvo encerrado en la isla del Diablo, el penal de la Guayana Francesa.
Vista aérea de la prisión de Santé, París, donde Sarkozy ha permanecido 20 días encarcelado
La presencia permanente de dos escoltas para garantizar que no sufriera ninguna agresión física no evitó que Sarkozy sintiera la presión ambiental. En las redes sociales circularon de inmediato vídeos grabados supuestamente con sus teléfonos móviles -en teoría prohibidos- por otros presos de la Santé, durante la noche- en el que se oían gritos y amenazas directas. “¡Vamos a vengar a Gadafi; lo sabemos todo, Sarko!”, exclamó uno de los reclusos, en alusión al papel del entonces presidente de la República en el derrocamiento del líder libio en 2011 durante la 'primavera árabe'.
El miedo a sufrir un ataque llevó a Sarkozy, según algunos medios, a no probar la comida que le llevaban de la cantina y a alimentarse sobre todo de yogures que compraba. Este régimen alimenticio suscitó preocupación, como recogió el semanario Le Point. La revista citó al reputado endocrinólogo y nutricionista Boris Hansel, quien explicó que, pese a las virtudes de los yogures, basar solo en ellos la dieta comporta, a medio plazo, graves carencias en vitaminas hidrosolubles como la C y la B1, B6 y B9, amén del déficit en hierro, magnesio y omega 3.
Una celda de la prisión de Santé en París
Sarkozy es un hombre que suele correr. En la prisión solo puede haberlo hecho, en teoría, durante la hora reglamentaria de patio, siempre acompañado por sus guardaespaldas. No ha trascendido que tuviera un trato preferente.
Durante su intervención por videoconferencia, en la vista celebrada este lunes antes de que se decidiera su puesta en libertad, Sarkozy admitió que estar en prisión había sido “una pesadilla”, “muy duro”. A su lado, uno de sus abogados, Jean-Michel Darrois, recalcó que “si bien el presidente es un hombre fuerte, robusto y valiente, esta detención ha sido para él un gran sufrimiento y un gran dolor”.

