Bataclan proyecta todavía una sombra amenazante sobre Francia. Es una herida abierta. Diez años después de los atentados yihadistas de París, en los que murieron 132 personas y varios centenares resultaron heridas, el yihadismo, que no ha dejado de golpear, continúa siendo un peligro muy serio, permanente, sobre todo por los lobos solitarios radicalizados que pueden pasar a la acción en cualquier momento.
En un contexto tan sensible de recuerdo y homenaje, Salah Abdeslam, el único terrorista vivo de los comandos que atacaron la capital francesa el 13 de noviembre de 2015, condenado a cadena perpetua, acaba de realizar una propuesta enigmática y no fácil de digerir. Ha propuesto, a través de su abogada, entrar en contacto con víctimas y familiares para dialogar con ellas “sobre la situación”, dentro de un proceso de “justicia reparadora”. ¿Sincero remordimiento o enésima provocación de un fanático irrecuperable?
Dispar reacción de las víctimas a la oferta del único terrorista vivo de dialogar para una “justicia reparadora”
La reacciones a la oferta de Abdeslam, que ocupa una celda en una prisión en el departamento norteño del Paso de Calais, han sido dispares. El presidente de la asociación Life for Paris, Arthur Dénouvaux, él mismo superviviente de Bataclan, ha acogido bien la iniciativa y ha citado experiencias positivas en este ámbito que ha habido en España e Italia. La directora de la seguridad interior (DGSI), Céline Berthon, estimó, por el contrario, que el terrorista, como dejó muy claro cuando fue juzgado en Bélgica y Francia, sigue “radicalizado y convencido de la ideología mortífera”. De manera similar se pronunció el director del semanario Charlie Hebdo, Laurent Sourisseau, alias Riss, herido en el ataque a la redacción de la revista, en enero del mismo año 2015. Según él, la propuesta de Abdeslam es “perversa” porque se trata de “un islamista puro y duro que lo seguirá siendo toda su vida”.
La acera del restaurante Le Carillon, uno de los locales atacados, recibió el homenaje espontáneo de los parisinos después del atentado
Este miércoles por la mañana, víspera del décimo aniversario de la matanza, los operarios ultimaban el montaje de una grada para el público frente al Jardín del 13 de Noviembre, junto al Ayuntamiento. La policía dispuso un perímetro de seguridad muy amplio. Emmanuel Macron pronunciará este jueves un discurso allí, después de inaugurar oficialmente el jardín de homenaje a las víctimas, como cierre de una densa jornada de actos conmemorativos en todos los lugares donde dispararon los terroristas aquella noche aciaga: el Stade de France (donde murió un chófer de autocar), cinco restaurantes y cafeterías (cuyos clientes fueron ametrallados) y la sala de conciertos Bataclan. El presidente de la República estará presente en todos los escenarios de la tragedia.
Los ataques del 13 de noviembre de 2015 se inscribieron en una ofensiva terrorista contra Francia que había comenzado antes -con el atentado contra Charlie Hebdo como hecho más espectacular- y que se prolongaría durante años, con una tendencia progresivamente a la baja, pero con golpes puntuales muy dolorosos que afectaron a ciudadanos indefensos en la calle o en centros comerciales, maestros, policías y soldados. Durante el 2025 se han desarticulado ya media docena de planes terroristas, según el Ministerio del Interior.
El 14 de julio de 2016, el día de la fiesta nacional, un camión conducido por un terrorista atropelló y mató a 86 personas en el paseo marítimo de Niza. Hubo acciones terroristas, con muertos, en un supermercado cerca de Carcasona y en el mercado navideño de Estrasburgo, ambos atentados en 2018. En octubre de 2019 el terrorismo golpeó la misma prefectura de policía de París, cuando un empleado radicalizado asesinó a cuatro agentes. En 2020, el acto que más conmocionó al país fue la decapitación del maestro Samuel Paty por un joven de origen checheno. Otro profesor moriría asesinado en un instituto de Arrás, en el norte del país, en 2023. El delirio yihadista provocó, entre otros dramas, tres muertos en una basílica en Niza y una víctima en un puente de París. Hace pocos días un joven francés sin vínculo familiar musulmán, pero psicológicamente inestable, hirió de gravedad a varios peatones a quienes atropelló en la isla de Olerón, en el Atlántico. Al parecer había experimentado una súbita conversión al islam porque gritó “Alá es grande”.
La masacre parisina del 13 de noviembre de 2015 fue perpetrada por terroristas de origen francés o belga que habían pasado por el califato del Estado Islámico en Siria e Irak. Se trató, pues, de unos atentados tramados desde el exterior o al menos con una base en el extranjero. La situación geopolítica hace eso ahora más difícil. También contribuye a evitarlo el trabajo de los servicios de seguridad franceses.
De hecho, la mayoría de atentados posteriores han sido obra de lo que se denomina “lobos solitarios”, individuos en general muy jóvenes, radicalizados por la propaganda en internet, que son muy difíciles de detectar. A veces reclaman su obediencia al Estado Islámico, aun sin haber tenido relación directa.
Según el arabista Gilles Kepel, el 'wokismo' universitario y de la izquierda radical han hecho respetable al islamismo
El arabista francés Gilles Kepel, estudioso desde hace decenios del integrismo islámico violento, ha acuñado el término “yihadismo ambiental” para definir las condiciones en las que se produce la radicalización de las nuevas generaciones, a pesar de haber nacido en Francia y de educarse en la escuela pública y con sus valores republicanos. Puede ser a través de internet o por medio de la socialización en los suburbios populares, en los grupos de amigos, los clubes deportivos, gimnasios u otros lugares de reunión.
En varias entrevistas previas al aniversario, Kepel ha puesto énfasis en la batalla cultural, en parte exitosa, librada por el islamismo radical, cuyo primer enemigo son los propios musulmanes que no son rigoristas y que se adaptan a las costumbres francesas. Kepel también avisa de la relativa respetabilidad que ha ganado el islamismo radical dentro del pensamiento woke, tan extendido en medios universitarios y en la izquierda radical, especialmente en el partido La Francia Insumisa (LFI). Los islamistas quedarían asimilados -o serían al menos tolerados- dentro de los múltiples colectivos oprimidos. La guerra de Gaza, con la muerte de decenas de miles de palestinos bajo las bombas israelíes, habría contribuido a reforzar esa respetabilidad acrítica hacia un islamismo extremista que puede derivar en yihadismo.
París no es un búnker
Fácil entrada en Notre Dame
Sorprendía ayer por la mañana que, pese a las medidas de seguridad en París con motivo del décimo aniversario de los atentados del 13 de noviembre de 2015, la entrada de visitantes a la catedral de Notre Dame se producía de manera muy fluida, con solo someros controles. Quienes no habían reservado hora por internet podían acceder igualmente al templo en breves minutos. La cola se movía con rapidez. Había un arco detector de metales, pero los guardias apenas controlaban algunas mochilas, de modo aleatorio. Es evidente que una ciudad con la afluencia turística masiva que recibe la capital francesa no puede bunkerizarse porque se produciría un colapso. No obstante, la facilidad para entrar en Notre Dame era llamativa.
