Washington y Pekín intensifican su batalla por los minerales de África

Pulso geoestratégico

EE.UU. supera por primera vez desde el 2012 la inversión de China en el continente

Adolescente en una mina de coltán en Numbi. Los niños más pequeños son muy valorados en las minas porque, por su tamaño, pueden colarse por túneles estrechos, no tienen miedo —o juicio del peligro— para meterse por agujeros mortales y cobran la mitad que los adultos.

Un adolescente en una mina de coltán en Numbi, en la provincia de Kivu Sur, zona ahora controlada por el grupo rebelde M23 

Xavier Aldekoa

El pasado 27 de junio, Donald Trump marcó el tono de la nueva batalla geopolítica en el corazón de África. Aquel día, horas después de que los ministros de Asuntos Exteriores de Ruanda y la República Democrática de Congo firmaran un acuerdo de paz en Washington, el presidente estadounidense dejó claras sus intenciones en su intermediación en el conflicto del este congolés, una de las zonas más ricas en minerales del planeta. “Como parte de este acuerdo, EE.UU. obtiene gran parte de los derechos mineros de Congo”, dijo.

La sinceridad descarnada del líder republicano señala que la lucha con China por las materias primas esenciales para las industrias tecnológicas (desde vehículos eléctricos hasta centros de datos de inteligencia artificial, chips de dispositivos electrónicos o armamento) ya es más que una rivalidad económica; es una batalla por el liderazgo tecnológico y la autonomía estratégica en un mundo cambiante. Y en esa pelea, África tiene un papel crucial, ya que alberga en su subsuelo más de un tercio de las reservas de minerales o metales claves para el sector tecnológico, como el cobalto, el litio, el tungsteno o las tierras raras.

El corredor de Lobito, que conecta zonas mineras de Congo y Zambia, es un proyecto clave para Trump

Aunque China ha tomado la delantera en el dominio del mercado africano de minerales en las dos últimas décadas –en el 2003, Pekín era el principal socio comercial en un tercio de los países africanos, y en el 2023, de 53 de 55 estados del continente, salvo Lesoto y Suazilandia–, la posición dominante china tanto en la producción, gracias precisamente a cuantiosas inversiones en minas africanas, como en el procesamiento de minerales y metales críticos ha puesto en alerta a Washington, que maniobra para recuperar músculo en el sector y apunta a las reservas africanas como vía indispensable para conseguirlo. Una cifra apunta al giro de la política estadounidense. Según datos oficiales analizados por el think tank Iniciativa de Investigación China-África de la Universidad Johns Hopkins, el año pasado EE.UU. superó a China como el mayor inversor extranjero directo en África con 7.800 millones de dólares frente a 4.000 millones. Es la primera vez desde el 2012 que Washington recupera el liderazgo.

Pese al desprecio que Trump ha mostrado por África –en el 2018 se refirió a estados africanos sin especificar como “agujeros de mierda” y este año acabó con el programa de ayudas Usaid–, el presidente de EE.UU. creó durante su primer mandato la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional, que promueve las inversiones en el continente africano y en cuya web no oculta quién es su competidor. “África subsahariana es fundamental para la economía del futuro, tanto por ser un mercado de consumo en crecimiento como por ser una fuente de recursos críticos para asegurar las cadenas de suministro militares e industriales de EE.UU.. África también se ha convertido en un punto clave para la competencia estratégica, especialmente con China”.

Desde la plataforma sudafricana Mini Indaba, que organiza el mayor foro de minería de África, observan esta competición con expectación. “Ante el aumento de la demanda mundial, tanto EE.UU. como China han intensificado sus esfuerzos para asegurar el acceso a la riqueza mineral de África, lo que ha derivado en inversiones estratégicas, maniobras diplomáticas y una competencia por la influencia. Se prevé que la rivalidad entre EE.UU. y China por los minerales críticos de África se intensifique en los próximos años. (…) El resultado de esta competición determinará las cadenas de suministro globales, la transición hacia la energía limpia y el futuro económico de África”.

En la agenda africana de Trump hay dos carpetas esenciales. Por un lado, el corredor de Lobito, que busca conectar las zonas mineras de Zambia y la RD de Congo con la costa atlántica, y en el que EE.UU. es el financiador principal, y por otro, el proyecto de exploración minera de la sociedad KoBold Metals, centrada en encontrar y desarrollar depósitos de minerales críticos para la transición energética, como el cobre y el cobalto, especialmente en países como Zambia o Congo.

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