Lawrence Summers, secretario del Tesoro con Bill Clinton y presidente de Harvard durante seis años, abandona sus responsabilidades públicas por la “profunda vergüenza” que siente después de difundirse correos que muestran cómo en 2018 (diez años después de saber que Epstein era pederasta y proxeneta) todavía le pedía consejos sobre qué hacer en una relación extramarital con una alumna.
Larry Summers en una charla en Arizona en el mes de marzo.
El arrogante Summers había tenido problemas en la universidad por su opinión sobre las mujeres: “Tienen una capacidad innata menor para las matemáticas y las ciencias”. Había animado en la represión contra la libertad académica durante el asalto de la Casa Blanca a las universidades americanas entre acusaciones de antisemitismo a sus decanos. Pero todo se le había perdonado a este hombre que está considerado un macroeconomista de prestigio.
Summers deja sus responsabilidades públicas “profundamente avergonzado” por su relación con el pederasta
Epstein tenía una especial vinculación con el mundo académico, que no lo “abandonó” hasta el final. Como tampoco lo hizo Elisa New, profesora de literatura en Harvard y esposa de Summers, que le recomendó un libro de contenido parecido al Lolita de Vladimir Nabokov (donde un hombre mayor mantiene relaciones con su hijastra de doce años). “Léelo la próxima vez que hagas un viaje largo en avión” le había escrito. Lolita Express es el nombre con el que se conocía al avión en el que Epstein transportaba a sus invitados a sus fiestas más allá del Atlántico.
Si la decadencia de Davos, con los problemas financieros y de reputación de su fundador, Klaus Schwab, ha sido la perfecta metáfora de la crisis de la globalización, el caso Epstein se parece cada día más a un ajuste de cuentas hacia la elite que la gobernó. Toda esa colección de personajes, demócratas o republicanos, financieros o políticos, académicos o diplomáticos, que desde sus vuelos a gran altura en el Lolita Express, eran incapaz de percibir los problemas de la gente de a pie que perdía sus empleos.
Estados Unidos va camino de perder el liderazgo de un orden mundial al que ha renunciado porque piensa que China se ha beneficiado del sistema que ellos crearon. Pero también se repliega porque las clases medias blancas que se volcaron en votar a Donald Trump, le pidieron que así lo hiciera. Que renegara de un mundo que les había decepcionado, se había llevado la industria en la que trabajaban y del que pensaban que no les había reportado ningún beneficio.
El caso Epstein se parece cada día más a un ajuste de cuentas a la elite que gobernó la globalización
El caso Epstein es el cristal más puro y corrosivo que forma ese magma de sentimientos y reproches que han catalizado en el movimiento Make America Great Again (MAGA).
Desde que empezó su segundo mandato, hace ahora diez meses, Donald Trump parecía inmune a cualquier tipo de críticas. Esta vez, sin embargo, ha tenido que ceder. Por primera vez los políticos republicanos se han negado a obedecerlo y han resistido a sus presiones porque sus bases les reclaman la difusión de esos documentos. Piensan que contienen todos los secretos de ese mundo que aborrecen. Quien sabe si contienen también la fecha de caducidad de Trump.