Seis balas para imponer el silencio

Crimen organizado en Europa

El asesinato del hermano de un militante antidroga en Marsella provoca un shock en Francia

Marseille (France), 22/11/2025.- Anti-drug activist Amine Kessaci (C) conforts his mother Ouassila Benhamdi Kessaci (L) during the silent march in memory of her son and brother Mehdi Kessaci, killed in Marseille, France, 22 November 2025. Last Thursday, November 13, Mehdi Kessaci, 20, was shot dead. His brother Amine Kessaci is a well-known local figure for his fight against the ravages of drug trafficking in the northern neighborhoods of Marseille. In 2020, another of his brothers, Brahim Chabane, was found dead in a car, victim of drug traffickers. (Francia, Marsella) EFE/EPA/SEBASTIEN NOGIER

Amine Kessaci consolando a su madre durante la manifestación del sábado

SEBASTIEN NOGIER / EFE

Mehdi Kessaci tenía solo 20 años y preparaba oposiciones para ser policía. Seis balas en una rotonda de Marsella, el día 13 de este mes, truncaron brutalmente su sueño. Este asesinato “de intimidación” –expresión usada por el ministro del Interior, Laurent Núñez–, perpetrado por dos sicarios que iban en moto, ha sembrado la alarma en Francia por considerarse una escalada muy inquietante. No fue el típico ajuste de cuentas. Mehdi pagó con su vida ser el hermano pequeño de Amine Kessaci, militante ecologista y antidroga, autor de un libro de título inequívoco: Marseille, essuie tes larmes. Vivre et mourir en terre de narcotrafic (Marsella, seca tus lágrimas. Vivir y morir en tierra de narcotráfico).

Durante el funeral de Mehdi, su hermano llevaba chaleco antibalas. En los alrededores de la mezquita había unidades de elite de la policía, con fusiles de asalto y vehículos blindados. Ayer miles de personas participaron en una manifestación, una marcha blanca , de homenaje al joven asesinado y para exigir justicia. El cortejo iba encabezado por Amine y su madre. Junto a ellos, el alcalde de Marsella, el socialista Benoït Payan, y el presidente de la región Provenza-Alpes-Costa Azul, el macronista Renaud Muselier.

Cientos de personas levantan sus manos en memora de Mehdi Kessaci

Cientos de personas levantan sus manos en memora de Mehdi Kessaci 

EFE/EPA/SEBASTIEN NOGIER

No es la primera tragedia que sufre la familia Kessaci. Un hermanastro de Mehdi y Amine, Brahim, este sí implicado en el mundo de la droga, murió en el 2020. Su cadáver –con una bala en el cráneo– y el de otro joven fueron hallados carbonizados dentro de un Audi S3 al que habían prendido fuego en una autopista del área de Marsella. Luego apareció un tercer cadáver en otro vehículo. A raíz de estos hechos, Amine decidió fundar la Asociación Conciencia. Su militancia antidroga y su libro lo situaron en el punto de mira. En agosto pasado le pusieron escolta policial y le aconsejaron mudarse fuera de la ciudad.

“No me callaré”, proclamó Amine en una tribuna en Le Monde en la que denunció la cobardía de los instigadores del asesinato y la urgencia de que los poderes públicos actúen. En una emotiva entrevista posterior, en France Intern, el hermano mayor reconoció que siempre vivirá con el sentimiento de culpa. “Yo debía estar en ese ataúd”, dijo.

Macron ha acusado a los consumidores de cannabis y cocaína de ser “cómplices” del crimen organizado

El crimen no ha hecho sino aumentar la preocupación por la fuerza imparable del narcotráfico y de la criminalidad organizada en Francia. El problema no se circunscribe a Marsella, vinculada al hampa desde hace decenios y uno de los principales centros de distribución de droga en Europa. Muchas otras ciudades, grandes, medianas y pequeñas, padecen la lacra, desde los suburbios de París a Rennes o Nantes, en el norte de Grenoble, cerca de los Alpes, hasta Montpellier o Perpiñán. La penetración de las bandas es integral en el territorio. Después de la muerte de Mehdi, ya nadie puede sentirse a salvo, ni oenegés antidroga ni magistrados ni periodistas. Es la estrategia del miedo para imponer obediencia y silencio.

El martes hubo una reunión en el Elíseo para abordar el fenómeno. Son recurrentes las ofensivas policiales en los barrios problemáticos, pero cuando los agentes se van todo sigue más o menos igual. El ministro Núñez y su colega de Justicia, Gérald Darmanin, visitaron Marsella como anticipo al desplazamiento del presidente Macron. Núñez no se resigna al pesimismo y subraya los éxitos. “No es en absoluto un fracaso colectivo –afirmó–. Ganamos batallas y ganaremos todavía batallas”. El ministro puso énfasis en que el número de homicidios vinculados a la droga ha descendido de manera notable en los últimos años. Darmanin mencionó las 17 extradiciones desde los Emiratos Árabes Unidos, el país del Golfo donde les gusta refugiarse a los peces gordos de la droga.

El padre de Mehdi Kessaci, Ahmed Kessaci

El padre de Mehdi Kessaci, Ahmed Kessaci 

EFE/EPA/SEBASTIEN NOGIER

Aunque domina la prudencia sobre los ordenantes del asesinato de Mehdi, el diario Le Parisien y otros medios han apuntado, citando fuentes de la investigación, que detrás del crimen está Amine O., de 31 años, sospechoso de ser el líder de la DZ Mafia, la banda de narcotraficantes, en su mayoría de origen argelino, que domina la plaza marsellesa. Se cree que Amine O., apodado Mamine ,ha ordenado varios asesinatos desde la cárcel. Esta misma semana ha sido trasladado a una de las nuevas prisiones supervigiladas para los delincuentes más peligrosos. El recluso está en prisión desde abril del 2021 precisamente por el asesinato del hermanastro mayor de Mehdi y otros dos jóvenes.

En Francia siempre han sido reacios –y todavía hoy– a hablar de mafia específicamente francesa. Reservaban el término para la vecina Italia y preferían hablar de bandidismo. Pero la realidad se está imponiendo. Se estima que el tráfico de estupefacientes mueve en el país hasta 6.000 millones de euros al año y que 200.000 personas trabajan en esta economía clandestina. Los consumidores regulares de cocaína superarían el millón. Macron dijo hace pocos días que “comprar cannabis o cocaína es de hecho ser cómplice y dar financiación a las redes de criminalidad organizada”.

Los narcos imponen su ley en las prisiones, amenazan y corrompen a los guardias y reciben móviles por drones

Un asunto espinoso de tratar es el de la intimidación, con amenazas a los funcionarios de prisiones y a sus familiares, o las ofertas para corromperlos. A menudo ambas cosas se dan a la vez. Dinero no les falta, a los narcos, ni tampoco brutalidad para doblegar voluntades.

La cadena BFMTV emitió el viernes un reportaje revelador hecho en prisiones en el que quedaba claro cómo los narcotraficantes imponen su ley, con trato de favor –hasta excarcelaciones tempranas– y gozando casi siempre de teléfonos móviles, en teoría prohibidos, que llegan directamente a las ventanas de las celdas gracias a drones o son lanzados a los patios de las prisiones. Con esos móviles los narcos continúan dirigiendo el negocio y dictando sentencias de muerte.

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