“Benditos sean los constructores de Paz”, rezan miles de carteles en las calles de Beirut. El Papa León XIV cerró su primer viaje a Oriente Medio con una misa multitudinaria en el paseo marítimo de la capital libanesa, que aguanta el aliento hasta la próxima guerra, que podría estallar en días.
El pontífice se dirigió a un público de decenas de miles de personas, a los que catalogó “destinatarios de una belleza rara con la que el Señor ha enriquecido su tierra” y, al mismo tiempo, “testigos y víctimas de la manera en que el mal, en múltiples formas, oscurece esa magnificencia”.
El simbolismo marcó una liturgia de gran importancia, no sólo para los cristianos de Líbano: “aquí hay gente de todas las religiones. Es un buen recordatorio de que podemos coexistir”, proclama Laura, una de las asistentes, quien considera que la visita del Papa llega “en un momento muy delicado”.
León XIV protegido en el 'Papamóvil' en las allse de Líbano
“La gente dice que el papa se irá a la una, y que Israel y Hizbulah están esperando para poder retomar los ataques mañana”, asegura. Admite cierta tristeza, también. “Hoy tenemos esta energía tan bonita y pacífica, y mañana puede volver la oscuridad y el terror. Es una pena enorme”.
La palabra “paz”, escrita en una veintena de idiomas, presidió la ceremonia, a la que asistió toda la cúpula política de Líbano, una república repartida por cuotas confesionales. El presidente debe ser cristiano, el primer ministro musulmán suní y el líder del parlamento, chií.
“La gente dice que el papa se irá a la una, y que Israel y Hizbulah están esperando para poder retomar los ataques mañana”, dice una de las asistentes a la misa
Las lluvias de los pasados días empañaron la visita, así como los bombardeos israelíes en el sur, que no se detuvieron a pesar de la presencia de Su Santidad. Mientras León bendecía a las gentes de Beirut, aviones de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) sobrevolaban las zonas fronterizas, según reportaron las autoridades libanesas.
El gobierno de Beniamín Netanyahu ha amenazado con volver a la guerra total si Hizbulah, la milicia que controla parte de Líbano, no se desarma antes de finales de este mes. El Partido de Dios, quien ha acogido positivamente la llegada del líder de los católicos, asegura que no renunciará a la “resistencia y la defensa del país”, expresó su secretario general, Naim Qassem, hace tres días.
“Llevamos 45 años de conflicto intermitente”, asegura Laura desde su asiento de plástico en la misa. “No sé qué pasará, pero espero que no sea más violencia. Solo pedimos eso: que no haya más jodida violencia”, añade.
Un deseo compartido por un país que arrastra generaciones de conflicto, donde los agujeros de metralla y balas forman parte del decorado urbano. “Doy gracias al Señor por permitirme compartir este día con ustedes, por llevar en mi corazón sus sufrimientos y sus esperanzas”, rezó el pontífice. “Para que esta tierra del Levante siempre sea iluminada por la fe en Jesucristo, sol de justicia, y que, gracias a Él, conserve la esperanza que no defrauda”.
Tras su marcha, los beirutíes miran al cielo, no para encontrar a Dios, sino alertados por el zumbido convertido en costumbre de los drones de vigilancia israelí, de regreso tras tres días de tregua. “Esperanza y paz, ¿en este país? No nos quedan existencias”, bromea Raghad, una joven chií decidida a quedarse “venga lo que venga”.

