La que fuera jefa de la diplomacia de la Unión Europea entre el 2014 y el 2019, la italiana Federica Mogherini, ha sido imputada este miércoles en Bruselas por fraude y corrupción en el marco de una investigación sobre una supuesta actuación fraudulenta en una academia de jóvenes diplomáticos financiada con fondos comunitarios. También es sospechosa de conflicto de intereses y violación de secreto profesional.
La ex jefa de la diplomacia de la UE Federica Mogherini
El caso Mogherini se produce en un momento especialmente sensible y erosiona la imagen de la UE en plena negociación para lograr un alto el fuego entre Ucrania y Rusia, un proceso en el que las capitales europeas pugnan por no quedar relegadas ante el protagonismo de Estados Unidos. El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, no resistió a la tentación de comentar el asunto, afirmando que “es una cuestión interna” de la UE y que “la corrupción es un fenómeno que existe en todas partes”, pero que en Rusia se combate “de modo sistemático, selectivo y regular”.
La imputación ha sido confirmada hoy por la Fiscalía Europea, que también ha notificado la acusación formal del diplomático Stefano Sannino, exembajador en España, y otra persona más, el italo-belga Cesare Zegretti, quienes, al igual que Mogherini, f ueron detenidos ayer por la policía belga y puestos en libertad horas después, al considerar que no había riesgo de fuga.
En el centro de la investigación está el proyecto de la Academia Diplomática de la UE, un programa de formación destinado a jóvenes diplomáticos de todos los países comunitarios que fue adjudicado por el Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) al Colegio de Europa, dirigido por Mogherini, para el período 2021-2022 mediante un procedimiento de licitación.
Los investigadores sospechan que pudo haber favoritismo y posible competencia desleal en dicha adjudicación, y quieren averiguar si los responsables del Colegio de Europa fueron informados previamente de los criterios de selección que debían cumplir para ganar el proceso de licitación convocado por el SEAE, que en ese momento estaba dirigido por Josep Borrell.
En el marco de estas pesquisas, ayer la policía belga llevó a cabo redadas en el servicio diplomático de la UE en Bruselas, en la sede del Colegio de Europa en Brujas y en los domicilios de los tres imputados.
En declaraciones a la agencia italiana Ansa, la abogada de Mogherini, Mariapaola Cherchi, dijo que el interrogatorio fue “un largo maratón” que se prolongó de las 2 de la tarde a la medianoche” y que su clienta dio amplias explicaciones a todas minuciosas preguntas. Mogherini pidió varias veces si debía limitar sus movimientos, pero se le dijo que no, que no se le imponía ninguna restricción, “porque no había motivo”. “Esto debería contribuir a calmar la polvareda que hasta ahora se ha levantado, sobre todo por parte de los medios”, añadió Cherchi.
La Unión Europea se ha visto golpeada en los últimos años por diversos escándalos, uno de ellos el llamado Qatargate, sobre el pago de sobornos para favorecer al rico emirato del Golfo y evitar condenas de la Eurocámara por la situación de los derechos humanos. Una de las principales implicadas fue la griega Eva Kaili, entonces vicepresidenta del órgano legislativo comunitario.
Mogherini fue impulsada por Renzi y su nombramiento en Bruselas, en 2014, topó con resistencias
Mogherini, de 52 años, accedió al cargo de alta representante europea para la Política Exterior y de Seguridad -un puesto que inauguró Javier Solana- por iniciativa del entonces primer ministro italiano Matteo Renzi. Su nombramiento, sin embargo, no fue fácil. Varios países se opusieron en primera instancia porque consideraron que no tenía ni la estatura ni la experiencia suficientes en el tablero internacional. Llevaba pocos meses como titular de Exteriores italiana y la veían, además, demasiado blanda ante la Rusia de Putin. Querían evitar que se repitiera la misma situación que con su predecesora, la británica Catherine Ashton, que tuvo un mandato muy gris. Finalmente Renzi impuso su voluntad a los socios comunitarios.
En Roma, en aquella época, Mogherini era vista como una de las “chicas” de Renzi, jóvenes políticas promocionadas por el también muy joven e impetuoso jefe del Gobierno italiano. La designación de ella para Exteriores constituyó una gran sorpresa entonces, pues supuso que dejaba el gobierno Emma Bonino, con mucho más currículum.
Hija de un director de cine y escenógrafo -Flavio Mogherini-, la política italiana encajaba en la imagen de renovación y ruptura que quería Renzi. Además, era un producto de la generación Erasmus, ya que completó su formación universitaria en Aix-en-Provence (Francia), en el prestigioso Instituto de Investigación y Estudios sobre el Mundo Árabe y el Mediterráneo. Escribió su tesis sobre la relación entre la política y la religión en los países islámicos.
Otro implicado, el diplomático Stefano Sannino, fue embajador en Madrid entre 2016 y 2020
Otro de los implicados en el último escándalo, Stefano Sannino, es un personaje con una larga carrera a caballo entre Roma y Bruselas. De 65 años, este diplomático trabajó en el primer gobierno de Romano Prodi (1996-1998) y más tarde, cuando este fue presidente de la Comisión Europea, ejerció como consejero para relaciones exteriores y comercio. Volvió a estar junto a Prodi cuando este fue de nuevo primer ministro, del 2006 al 2008. Entre 2016 y 2020, Sannino fue embajador en España. Abiertamente gay y casado con un catalán, creó controversia por colgar la bandera del arco iris en la sede diplomática italiana en Madrid el día del orgullo gay. Sannino es el actual director general del departamento de Oriente Medio, África del Norte y el Golfo de la Comisión. Antes fue el secretario general de la SEAE -nombrado por Borrell-, pero la nueva alta representante, Kallas, lo destituyó.
